Javier Peñalosa Castro
El año termina con Andrés Manuel al frente en las preferencias electorales rumbo a la elección de Presidente de la República del año próximo. Finalmente se develó a José Antonio Meade como representante del PRIAN y Ricky Ricón Anaya consumó lo que estuvo tramando durante meses: lograr la candidatura presidencial de una coalición formada por los despojos de Acción Nacional y del PRD, monopolizado por los Chuchos (Ortega, Zambrano y adláteres) desde aquel tristemente célebre episodio en el que, en unas elecciones internas marcadas por todo tipo de triquiñuelas al más puro estilo priista (mapaches, urnas embarazadas, ratón loco, operación tamal y un interminable etcétera), arrebataron a Alejandro Encinas la dirigencia perredista, a cuyo control permanecen aferrados más de 15 años después.
Meade, quien insiste en ostentarse como candidato ciudadano y paradigma de la honestidad, lucha cotidianamente por alejar de sí la parafernalia priista que lo ha rodeado desde el momento mismo del destape y que lo acompañará de aquí a julio de 2018. El cálculo de Peña Nieto, Videgaray y el propio Meade era que los presuntos integrantes de la alianza ciudadana impulsada por PAN, PRD y MC terminarían por descarrilar la iniciativa, no sin antes dejar al margen a Margarita, Hillary, Zavala de Calderón y a un tozudo Bronco regio que ha sacado a relucir sus dotes para la compra y coacción del voto (en este caso de las firmas) y ya pidió licencia para intentar cambiar la gubernatura de Nuevo León por la Presidencia. Habrá que ver si no se queda como la zorra de la célebre fábula de Esopo, ambicioso animal que, al ver reflejada en el agua su imagen con unas uvas en el hocico, decide soltarlas para buscar las del reflejo, que le parecieron más y más apetitosas, sólo para, al final, quedarse sin uvas.
Aparentemente quedarán en el camino la representante indígena María de Jesús Patrcicio, Marichuy, el experredista Armando Ríos Píter, y el locutor Pedro Ferriz de Con.
De acuerdo con los principales opinólogos, la apuesta del PRI es a captar los votos de los panistas que, al final de las campañas, se convenzan de que Margarita no tiene la menor oportunidad de triunfo y emitan su “voto útil” por Meade; sin embargo, las formas a que los “genios” del equipo de campaña del itamita lo tienen sometido (como el disfrazarlo de chamula, “placearlo” con los inefables tres sectores del tricolor, hacerlo invocar a Colosio y, en fin, pronunciar discursos que a nadie mueven. Pese a todos estos esfuerzos, y los que estamos por ver, Meade no parece tener con qué lograr que su campaña despegue y, ante ello, buena parte de los disidentes panistas preferirán emitir su sufragio por el odiado niño Anaya con el único fin de tratar de impedir la cada día más tangible victoria de López Obrador.
Mientras, las campañas negras están en todo su apogeo. El impresentable y anticlimático presidente nacional del PRI (si lo escuchara hablar, Jesús Reyes Heroles volvería a morir) no pierde ocasión para reiterar que López Obrador es igual a Maduro y en pedirle que se vaya a Venezuela. A su tipluda voz se suma la de dos de sus más destacados corifeos: Vicente, El Alto Vacío Fox y el mínimo consorte de Margarita Zavala y aspirante a primer damo, Felipe de Jesús Calderón de Zavala, que no pierden ocasión para lanzar loas a Meade —y al PRI— y de denuestos a López Obrador, tal vez como consecuencia del temor que les infunde la posibilidad de que les sean retiradas las jugosas pensiones que reciben a costa de todos los mexicanos, como dudosa recompensa a sus desastrosos “gobiernos”.
En consonancia, los miembros de la coalición contra natura formada por los despojos del PAN, el PRD y el colmilludo Dante Delgado, lanzan dicterios contra El Peje con la esperanza de arrebatarle algunos de los votos que ha asegurado gracias a años de trabajo “por tierra”, caracterizado por sus constantes recorridos a todos los rincones de México y una conducta ejemplar en los planos político y familiar, así como un comportamiento marcado por la probidad, que no deja el menor resquicio siquiera para la propalación de rumores sobre conductas deshonestas.
Sin duda, López Obrador es el enemigo (es la palabra precisa; así lo ven Meade y Anaya, en tanto que el tabasqueño distingue adversarios) a vencer. Sin embargo, las villanías cometidas en su contra en los dos comicios recientes y algunos errores propios que ha enmendado admirablemente sin perder la espontaneidad que le caracteriza, lo muestran más fuerte que nunca, por lo que, si sus contrincantes quieren tener alguna oportunidad, tendrán que trabajar mucho, tanto en la línea de las propuestas y el acercamiento con los electores —lo cual se ve muy poco probable— como en las descalificaciones, la lluvia de spots y las campañas negras que alguna vez les funcionaron… Sin embargo, todo por servir se acaba, y tendrán que mostrar mucho más que una caterva de propagandistas y comunicólogos de colmillo retorcido para acabar con la clara ventaja de AMLO.
Tomaré vacaciones durante las próximas dos semanas. Esta colaboración volverá a publicarse el próximo trece de enero. Mientras tanto, deseo a los lectores de este espacio felices fiestas y hago votos porque 2018 sea un gran año.