Andrés Manuel López Obrador en su carácter de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, debe de denotar a partir de este instante empeño por cumplir cabalmente la función constitucional de velar por la conservación absoluta de la paz interior de la República, aunado a ello debe de prevalecer la seguridad absoluta para todos los gobernados.
Es del conocimiento de la conciencia nacional, que en todos los estados que conforman nuestro suelo, se han venido ejerciendo una serie de actividades delictivas con un franco reto al Ejecutivo, lo cual ha causado y acarreado graves trastornos a toda la Nación, al grado de depender algunos estados del poder de la delincuencia representada por la narcopolítica.
Es del dominio público que para llegar al estado de inseguridad que padecemos, los delincuentes se aliaron con los gobernantes de la época del neoliberalismo, a partir de ese momento los designios de los trasgresores de la ley encontraron amparo en las libertades que les concedió la narcopolítica.
En razón a esa inseguridad, solicito congregar en éstas líneas, un tema apasionante para resolver tan infausto problema: La justicia.
Nada puede haber más sano y más coherente que el respeto definido a la justicia en la que cree México y la cual se ha convertido en su devenir histórico en el escudo lineal contra las agresiones latentes de aquellos que quieren trastocar el bien de la Nación. Desde nuestra antigüedad ha existido la preocupación toral por la justicia, por hacerla valer a favor del bien en contra del mal. Por los componentes éticos y morales que contiene la misma.
A ésta contundente afirmación, hay que argumentar sosteniendo una decidida y firme vocación de cambio en ésta Cuarta Transformación, en donde se ejerza y aplique el derecho contra la firme decisión de otorgar justicia a quien ésta asista y a México le asiste el derecho de obtener justicia y seguridad.
Todos sabemos que el Pueblo de México es el guardián del derecho y a éste pueblo no le interesa más que la aplicación estricta, correcta y expedita de los diversos cuerpos de leyes aplicables en nuestro soberano y muy querido suelo, el pueblo requiere tener una justicia a la altura de sus necesidades, de sus problemas y de su imperativo e insoslayable deseo de tenerla para con ella adquirir la seguridad que tanto anhela.
Deseo enfatizar que todos los mexicanos, seamos conservadores o liberales, chairos o fifís, hombres o mujeres, jóvenes o ancianos, que todos debemos actuar para encontrar justicia y recuperar la seguridad perdida, que todos los mexicanos sintamos trepidar en las venas, el fecundo mensaje de justicia burilada en la siempre luminosa faceta del espíritu de nuestra Carta Magna.
Sólo desearía para concluir estas breves líneas, subrayar la sentencia del gran Ulpiano que –grabada en letra de oro, al pie de los rojos y negros del mural que José Clemente Orozco pintó en nuestro más alto Tribunal “SUPREMA LEGIS SERVI SUMUS UT LIBERE ESSE POSUMUS-” (somos los esclavos de la Ley Suprema para poder ser libres), agregando ya que con ello se lograría obtener seguridad, la seguridad que tanto se requiere en éste México sangrado y mancillado por la delincuencia, por la narcopolítica.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..
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