El sentido común de la Cuarta Transformación de la Nación, del que decimos muchos togados que es el menos común de los sentidos, es el eje —o debe serlo— de todos los actos de buen gobierno. Como no lo es, malo. Porque el buen gobierno como decía Aristóteles: “Es la verdadera garantía y consiste en vigilar la ejecución de las leyes y no permitir nunca la mínima infracción”. Toda pequeña infracción es insensible, pero estas transgresiones son como los pequeños gastos que, multiplicándose, llevan a la ruina. Inicialmente no se perciben, pero por tal causa, es indispensable acabar con el mal en su origen.
En nuestro México no se encuentra muy claro quién es y quién no es buen gobernante. En principio, es buen gobernante aquél que evite y sancione los actos de corrupción de sus jueces, magistrados, fiscales y/o garantes de la sociedad, para lo cuál es necesario implementar las medidas indispensables para enfrentarse a otro tipo de fenómenos como podría serlo el de la narco-política. Ello es tener sentido común de buen gobierno y nada más. Por eso, esos gobernantes que como políticos actúan, sólo contribuyen a la confusión, por carecer de ese sentido común para gobernar.
Confucio en el ayer opinó también respecto al tema en cuestión: “Rectificar”. Para bien gobernar, lo primero que importa es el buen ejemplo que el gobernante debe de dar.
Según el sentido común de aquellos que conformamos el ateneo de estudios jurídico-penales del Foro de México, en nuestra Patria, durante la época del neoliberalismo y en ésta cuarta transformación, los políticos y gobernantes de los diversos partidos no resultan ser profesionales de la política ni lo fueron nunca, ni lo serán jamás. A los partidos políticos a los cuáles pertenecen o pertenecieron, sólo acogieron en su seno a quienes no son ni fueron profesionales del arte de la política, por tanto, integraron algo tan paradójico y contradictorio como un grupo de —políticos no eficientes—. Es decir, algunos mercenarios y delincuentes. Y que conste que me refiero casi a todos. Insistimos, para que no se mal interprete nuestro sentido común, nos referimos casi a todos, pues existen honrosas excepciones. Si en el Foro Independiente llamamos políticos a esos gobernantes, no podemos quejarnos de la confusión de nuestro sentido común.
Pero, en fin, hablemos de los políticos de verdad. Claro que existen. Si queremos hacernos una idea de lo que son los verdaderos políticos, deberíamos empezar por repasar las palabras de J. A. Barbey D’ Aurevilly, asentada en una de sus obras: “Ni los que aman la verdad, ni los que aman la justicia pueden ocuparse de la política, ya que ésta, a su vez, nada se ocupa de la justicia ni de la verdad”. palabras siempre vivas y enormemente críticas.
En la política actual y del ayer, nuestro sentido común insiste en expresar que en ellas aparecen las promesas incumplidas, el engaño, los delitos, la corrupción, la narco-política, el interés y esa larga lista de etcéteras que Andrés Manuel no quiere o no sabe rectificar.
Es cuanto
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Academia de Derecho Penal del
Colegio Nacional de Abogados, Foro de México, A.C..