Ricardo Del Muro / Austral
En estos tiempos difíciles que nos ha tocado vivir y cuando al abrir las páginas de los periódicos o sintonizar los noticieros sólo escuchamos malas noticias sobre la violencia irracional y pleitos sin sentido de políticos intrascendentes, llega como un viento fresco el mensaje de Joan Manuel Serrat, el trovador de una generación desencantada que no ha perdido la esperanza.
En su breve discurso de agradecimiento en los Premios Princesa de Asturias de las Letras 2024, en el Teatro Campoamor de Oviedo, España, un octogenario Serrat, afirmó: “Soy un hombre partidario de la vida”.
Pausado y sereno, como lo describieron en las crónicas periodísticas, recordó los orígenes humildes, su familia – todo lo bueno que hay en mí, viene de ahí -. Se definió como “un señor mayor tirando a viejo” que durante el camino azaroso de la vida fue encontrando razones para seguir adelante y que “con el impulso de los sueños” ha llegado hasta aquí, donde por si acaso, dio las gracias a sus maestros, a su familia y a sus amigos.
Ha transcurrido más de medio siglo, desde aquel octubre de 1969, en que un joven cantautor catalán se presentó en el auditorio Che Guevara de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y comenzó a entonar el poema que convirtió en la primera canción de su primer disco en castellano: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…Golpe a golpe, verso a verso…”
En aquellos años, cuando todavía dolía el recuerdo de la represión y la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, Serrat, entonces de 26 años, se convirtió en portavoz de una joven generación que estaba comprometida en cambiar la sociedad desigual, autoritaria y represiva de aquella época.
Ahora, igual que antaño, Serrat es el portavoz de una generación, que, como ha dicho: “No me conformo al ver lo sueños varados en la otra orilla del río”.
“Creo en la tolerancia. Creo en el respeto al derecho ajeno y el diálogo como la única manera de resolver los asuntos justamente. Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son”, expresó.
Tal vez por eso, añadió, “no me gusta el mundo en que vivimos, hostil, contaminado e insolidario donde los valores democráticos y morales han sido sustituidos por la avidez del mercado, donde todo tiene un precio”.
Y después de dar gracias a los que han hecho suyas sus canciones, Serrat acompañado de un violín, interpretó: “Aquellas pequeñas cosas”, una de sus emblemáticas canciones. RDM