La Espinita
Andy S. K. Brown*
- Sheinbaum le teme a Donald Trump
- Noroña: Lo que es lujoso y lo que no
- Rocío Nahle: No le queda a la prensa
Ha trascendido que el Orange Trump ha invitado por lo menos en una ocasión a la señora Claudia Sheinbaum a que lo visite en Washington, aunque sólo sea oficialmente y aquello no se convierta en una reunión de Estado.
También que ella ha respondido que “por ahora no”, como las novias rejegas que se niegan a entregar su intimidad hasta después de los esponsales.
Los líderes canadienses, cuya nación también comparte fronteras con la potencia estadounidense, en cambio, no se han hecho del rogar.
Trudeau, el ex primer ministro, corrió presuroso apenas celebradas las elecciones de noviembre, aunque no le fue del todo bien ya que en la cena para festejar que el anaranjado se había impuesto a los demócratas allá en Mar-a-lago, el anfitrión lo degradó a “gobernador del estado 51 de la Unión”.
Carney, el actual premier, también se ha reunido con el anaranjado personaje.
La presidente formal de México, por su parte, todavía en reciente mentiñera dudaba si debía echarle o no un ring al inquilino de la Casa Blanca, en ánimo de tratar de amortiguar el golpe que éste le asestará a la economía mexicana a partir del próximo viernes.
¿Por qué no se armará de valor doña Claudia?
¿Teme que la ridiculicen en el Salón Oval, como ya les ocurrió a sus homólogos ucraniano y sudafricano?
Razones no faltarían, por cierto.
Y mientras, los mexicanos vamos a recibir el trancazo demoledor que, junto con las políticas retardatarias de la 4T, nos van a sumir durante largos años en un pozo profundo.
Ahora que, señora, no es momento de titubeos y mucho menos de miedos. Hay que actuar con arrojo.
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El todavía presidente de la mesa de debates del Senado, Gerardo Fernández Noroña, parece no saber qué es el lujo.
En una defensa oficiosa del juniorazo que es Andy López –ahora por su viaje a Japón ¿para depositar?–, Noroña, como se le conoce más por sus vínculos maternos que por los paternos, prácticamente pidió que se le definiera lo que es lujoso y lo que no lo es.
Como el escriba, su servidor, es muy ignorante, dejemos que sean otros quienes se lo definan al legislador:
Yo, por mi parte, “no me vendo, (que) es el único lujo de los pobres”, como dijo Santa Teresa de Jesús.
Porque “la libertad es un lujo que no todos pueden permitirse (Otto von Bismark)” y mucho menos Noroña, encadenado a compromisos inconfesables con López Obrador.
Ahora que, excelencia señor senador, “el lujo está siempre en proporción con el desnivel de las fortunas”, frase que encontrará si usted relee a Montesquieu en una primera edición, pues ahora está usted en posibilidades económicas de adquirir esos incunables.
“La experiencia de los siglos prueba que el lujo anuncia la decadencia de los imperios”. Lo dijo sir Francis Bacon.
Y aunque tengo más, no estaría mal recordarle don Noroña, como le dice a usted la panista Lily Téllez, que “así como la demasiada autoridad corrompe a los reyes, así el lujo emponzoña toda una nación.”
Aunque, eso sí, muy pocos podarnos el lujo de vivir una vida de lujos como ustedes quienes integran la cúpula de la 4T.
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Una vieja anécdota contada por el ex presidente municipal jarocho ya desaparecido, don Mario Vargas Saldaña, señalaba que durante una visita al puerto del presidente Ruiz Cortines encontró que el presidente municipal vestía informalmente, cuando las costumbres de aquella época dictaban traje oscuro formal –aún con el calorón del litoral veracruzano— y sombrero.
Que el entonces primer mandatario llamó la atención nada sutilmente al munícipe y le instó a vestir con la formalidad pertinente.
Para ello, y tras varias pruebas fallidas de ternos que no le acomodaban, el alcalde convocó a un concurso nacional de sastres, en el que cada uno debía entregarle un traje que le quedara. Y tras varias y no pocas pruebas la conclusión fue: No es que los trajes no le queden al señor presidente municipal, ¡es que él no les queda a los trajes!
Platico esta charada a la zacatecana Rocío Nahle pues seguramente es desconocida para ella, no sólo porque no le queden muchas de sus vestimentas que o se le ven muy ajustadas o demasiado holgadas, sino porque al parecer a ella no le queda la prensa.
Apenas acaba de llamar “miserables” a los periodistas que no creen en su apresurado fallo sobre las causas que provocaron el deceso de la profesora jubilada Irma Hernández Cruz.
Podrá tener a decenas o hasta a cientos de propagandistas –que no periodistas— en las nóminas la señora gobernadora, pero en definitiva ¡ella no le queda a la prensa!
@AndySKBrown1
* Pseudónimo bajo el que se redactan informaciones aportadas por los colaboradores y lectores del portal Índice Político.