Juan Luis Parra
Perdió la confianza. La poca que tenía. La que algunos ciudadanos, entre ingenuos y resignados, aún le daban con la esperanza de que una presidenta mujer sería distinta.
Hoy, esa esperanza ya está en el bote de la basura. Junto con su credibilidad.
Y perderá más. Ya comenzó el declive. Su popularidad, esa que presumen seguido, estará en caída libre.
Su partido le da la espalda, su bancada la deja sola, y su padre político, ese que la ungió como heredera de la 4T, ya ni se molesta en fingir apoyo. Porque claro, ¿para qué? El mesías ya se fue y no necesita cargar con fracasos ajenos.
Pero la derrota no para ahí.
Su batalla contra Estados Unidos terminará como era previsible: en rendición. Y con Trump otra, Sheinbaum va a tener que seguir agachándose más hasta que ya no quede dignidad.
¿Negociadora? Por favor. No puede ni negociar con su propio gabinete.
Y menos negociar con un loco tiburón neoyorquino como Trump.
El sexenio, pues, ya lo perdió. Se acabó antes de empezar.
Lo que viene es supervivencia política, no gobierno. Se dedicará a apagar fuegos, a controlar daños, a censurar lo incensurable.
Gobernar, lo que se dice gobernar, eso ya no.
Adiós al sexenio feminista, ese que prometía cambiar la historia de las mujeres mexicanas. ¿Se acuerdan? Menos feminicidios, menos violencia, más justicia. Palabras bonitas que hoy suenan huecas. Yo, en lo personal, pensé que Claudia Sheinbaum buscaría ser una madre para el país. Resultó ser una figura autoritaria con complejo de resentida.
Y ahí está el detalle: ahora quiere censurar.
Si la Reforma a la Ley de Telecomunicaciones avanza (y todo indica que sí, vía fast track, como todo en este gobierno), prepárense. Twitter, o X como le dicen ahora, será el primer objetivo. ¿Por qué? Porque ahí no pueden meter cientos de miles de bots como hacen en Facebook o TikTok. Porque ahí la narrativa no la controlan. Porque ahí aún se puede criticar, ironizar, exhibir.
Inventarán pretextos: que si Elon Musk no paga impuestos, que si es por la “seguridad nacional”, que si los gringos mandan mensajes de odio. Todo con tal de tapar lo obvio: fracasaron en controlar la conversación pública.
La creación de la nueva Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones, encabezada por José “Pepe” Merino, un experto en datos que ahora parece más interesado en el control político que en los derechos humanos, es la cereza en el pastel. Tendrá poder absoluto. Y cuando digo absoluto, es literal: decidirá qué se ve, qué se escucha y qué se calla.
Un Ministerio de la Verdad a la mexicana.
Ricardo Anaya lo dijo sin rodeos: esto no es una ley, es un manual de autoritarismo con 283 artículos metidos de noche y sin leer. Comparó esta jugada con las viejas tácticas de dictaduras que inventan problemas, manipulan la narrativa y luego imponen una agenda oculta.
¿Exagerado? Tal vez. ¿Cierto? Totalmente.
La llamada #LeyCensura no viene sola. Mientras todos voltean a ver cómo intentan callar a críticos, Sheinbaum ya mandó otra bomba al Senado: una reforma para crear la “Comisión Nacional Antimonopolio” que sustituya a la COFECE, subordinada directamente al Poder Ejecutivo. O sea, adiós autonomía, hola control centralizado.
¿Regular monopolios? Eso dicen. Pero la intención real es clara: controlar contenidos, plataformas y medios bajo el disfraz de regulación económica.
Si no puedes ganar el debate, mejor desaparece al moderador.
ONGs, medios, expertos y hasta el Instituto del Derecho de las Telecomunicaciones han advertido lo obvio: esta es censura pura y ruda. Pero en Palacio Nacional hacen oídos sordos. Como siempre.
En Twitter, donde aún se puede hablar sin miedo, por ahora, muchos ya hacemos comparaciones históricas incómodas. ¿Exageradas? Tal vez. Pero la historia está llena de gobiernos que empezaron censurando y terminaron derrumbando democracias. Y en este país, no estamos tan lejos.
Ahora se podrá censurar, bloquear y decidir quién habla, al mejor estilo del Ministerio de Propaganda de Goebbels en la Alemania nazi. Y nuestra presidenta Sheinbaum, con su herencia judía, parece que tomó notas de la historia para aplicarlas al pie de la letra.
La 4T prometió transformación. Lo que nadie dijo es que sería hacia el autoritarismo.
Perdieron la brújula, la vergüenza y ahora también la confianza del pueblo.
Y como van las cosas, Claudia Sheinbaum también perderá el poder.
Solo es cuestión de tiempo.