Luis Farías Mackey
“Si no me van a dejar hablar me voy”, suele decir Sheinbaum cuando los reclamos -cada vez mayores y más frecuentes- la rebasan.
¿No sería mejor que ella callase y escuchara?
No, porque en su entender perdería poder. Por eso preguntó y se contestó con relación a la manifestación del 15 de noviembre: “¿Creen que nos van a debilitar, que van a debilitar a la presidenta por lo que gritan?, No. Más fuerte soy, más fuerte. ¿Ustedes creen que esos gritos, leperadas, me van a hacer algo? No. Aquí estamos fuertes con el pueblo, fuertes, muy fuertes”.
Fuerte es como se quiere ver y desea que la vean, es decir, ella misma se sabe y percibe débil.
Por eso también, cuando lanzaron la pantomima de concurso de la corcholota más querida (13 junio 2023) cerró el evento con un aireado reclamo a Ponchito Durazo: “A mí no me hacen eso”, reclamando unas rechiflas que para el tribalismo morenista fueron como agua de rosas: ya saben ustedes cómo se ponen cuando les da por intercambiar sillazos, trompadas y mentadas.
Pero esa concepción de poder político igual a fuerza los ha llevado a la vulgaridad. La política dejó de ser un espacio civilizado y civilizatorio de formas y de respeto, para pasar a ámbitos de patanería. No se trata únicamente de ser grosero, sino de humillar. La política no es ya la esfera de la deliberación y el acuerdo, sino del descontón y la rijosidad.
Ya montados en eso, no puede resultar más paradójico que el loquito desde La Chingada, Palenque, quiera cambiar la historia prehispánica negando los sacrificios humanos en la Tenochtitlan mexica, cuando él, casi desde el mismo sitio, todas las mañanas de su sexenio sacrificó a tantos enemigos como quiso, tuvo e inventó.
El hecho es que no vivimos tiempos de paz, ni desde el punto de vista de la seguridad pública y nacional, como desde las relaciones humanas entre los mexicanos. La sociedad está escindida en bandos, creencias, lealtades, miedos, cárteles e intereses. El espejismo de un México moderno fue un sueño de noche de verano, si hoy llegase otro Cortés a nuestras costas podría conquistar nuevamente la otrora ciudad construida sobre hermosos lagos entre volcanes, hoy una urbe insegura, mugrosa, llena de baches, de delincuencia, de clientelas explotadas, de miserias y opulencias, con la ayuda de infinidad de tribus dispares en todo excepto en su odio al poder central y despiadado que nos ordena callar.
El se callan o me voy lo que nos está mostrando es la urgencia de educar al poder enseñándole, no nada más a escuchar, sino a gobernar. Concentramos todos nuestros esfuerzos en construir elecciones equitativas, legales y legítimas, pero no en formar ciudadanos, regular partidos que se convirtieron en patentes de corsarios ni en exigir al gobierno gobierno, respeto y resultados.
Creo imposible poder enseñar a Claudia a escuchar: en Morena, como dice Pepe Newman, viven una “fascinación colectiva”: no sólo llegaron, sino que con su llegada se acabó la historia, misma que entienden o quieren entender, como designio: con ellos y en ellos se cumplió la profecía del paraíso del proletariado de Marx.
Por eso tienen que repetirse todos los días que no son iguales, ellos se sienten moralmente superiores e históricamente únicos. ¡Pobres!




