Por: Héctor Calderón Hallal
Mucha dialéctica. Muchas trampas ideológicas están presentes en todo discurso del que triunfa en una lucha política.
Y sobre todo mucha grandilocuencia.
Es algo que sucede al arribo de una fuerza opositora a la autoridad que le antecedió.
Y quizá haya sido el riesgo que se tuvo desde que se buscó con denuedo ciertamente, ese cambio que hoy tenemos; concepto este que, tal cual es, la nueva autoridad mexicana está aprovechando para incidir a su favor ideológicamente en la población. O quizá, lo que sería un verdadero despropósito, mediante la cual pretende confundirla a partir de su ignorancia.
La historia la relatan siempre los vencedores, reza sabiamente aquella máxima del dominio popular…. y está plagada de razón.
Al final quien prevalece en la confrontación cuenta la historia de la batalla a conveniencia; el opositor ya no está para refutarlo.
Sin embargo, estos recursos dialécticos no son precisamente propios de una autoridad legalmente constituida.
Los protocolos discursivos de todas las instituciones presidenciales de los principales países del mundo; muchos de los cuales somos prominentes socios comerciales y aliados políticos, como Estados Unidos, pasan indefectiblemente por criterios universalmente aceptados por todo estado moderno: No ofender a los ciudadanos (aun -y sobre todo- si son opositores al gobierno actual); no fomentar por ningún medio o motivo la división al interior del núcleo social; y hacer uso preponderantemente de instrumental y conocimientos de carácter científico y tecnológico para toda acción o decisión de gobierno.
Ayer mismo 4 de julio, día de la Independencia nacional de los Estados unidos de América, nuestro vecino geográfico, fue aleccionado por su staff su titular del ejecutivo, Donald J. Trump, para observar estos lineamientos al dirigirse a su pueblo durante los festejos cívicos que con motivo de su fiesta nacional.
Haya o no atendido estos lineamientos en su alocución de ayer, Trump recibió como siempre de su cuerpo de asesores y asistenciales estas indicaciones. Un cuerpo profesional y eficiente casi por antonomasia.
Pues está de por medio el prestigio de la institución presidencial de ese país, pero, sobre todo el liderazgo de esa gran nación depende de cada política pública, de cada afirmación presidencial, así esté dirigida al interior o al exterior. Así sea para fines de difusión o de ejecución.
Y nomás tiene oportunidad el errático mandatario estadounidense, por esa propensión de hacer las cosas a su modo, ideáticamente, cueste lo que cueste a la imagen y a los objetivos de aquella septentrional nación, que deja de observar lo señalado en los protocolos políticos sugeridos por la tradición y la corrección política como diplomática de su país, haciendo correr grandes riesgos para la paz y la estabilidad mundiales, que afortunadamente para ellos y para el mundo aún no se han materializado.
En México las cosas en este tema no son muy diferentes: las nuevas autoridades instaladas en el nuevo gobierno federal, desde el presidente Andrés Manuel López Obrador hasta el más modesto director general, siguen encaramados en una especie de soberbia (¿o ignorancia?) declarativa, entre otras cosas también criticables: Insisten pues en señalar que su nueva administración gubernamental es la instauración de un nuevo régimen.
Y al parecer no ha habido quien les sugiera moderación ante el riesgo de que un humilde opinador o gacetillero les corrija y los exhiba en el error.
Un nuevo régimen involucra a muchos otros atributos.
Atributos o características que son propias de una figura jurídico-administrativa, que no se tipifica o consolida a plenitud, ni por asomo, al régimen en el que se inserta el desenvolvimiento del actual gobierno de López Obrador, en el marco (y esperemos que así siga siendo por muchos años) de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos vigente.
No, señor presidente; no, señores secretarios, subsecretarios y directores generales; …y no, admirados compañeros de algunos medios de comunicación: no estamos ante la presencia de un nuevo régimen político; sólo tuvimos un cambio de gobierno; un cambio de autoridades, de administración.
Régimen político es el conjunto de instituciones y leyes que permiten la organización del Estado y el ejercicio del poder.
Para cambiar el régimen político la multicitada y célebre 4T está obligada a cambiara las leyes, la Constitución y sus leyes sustantivas, adjetivas y complementarias; tendría además que borrar de un plumazo la existencia y operatividad de todas las instituciones derivadas del estado de derecho a lo largo de toda la historia de este país, incluida la institución presidencial que el propio López Obrador encabeza.
Aunque en la práctica, por sus desplantes, su desempeño ha mostrado indicios de tener ese propósito. Léase la emisión de memorandos administrativos para exhortar a los funcionarios a quien se dirigen, a desacatar lo dispuesto por alguna normatividad en lo particular.
Pero en términos generales no configuran estas acciones y por mucho, la horma de un nuevo régimen.
Los artículos 40 y 41 constitucionales dan cuenta clara de nuestra forma de gobierno como nación.
El artículo 40 dice que somos por voluntad popular, una república representativa, democrática, laica y federal, compuesta por estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior y por la Ciudad de México…. unidos en una federación establecida según los principios de la ley fundamental (Constitución federal).
Y el 41 que el pueblo ejerce su soberanía a través de los poderes de la Unión (que son los 3 por todos conocidos) y a través de los congresos estatales y el de la Ciudad de México, en lo relativo a sus regímenes interiores de cada entidad, en los términos señalados por la Constitución General de la República y por las constituciones locales de los estados y de la Ciudad de México respectivamente; …que en ningún caso podrán contravenir las estipulaciones del Pacto Federal.
Hasta donde se sabe, en nada se ha modificado este esquema jurídico político de nuestra nación; a excepción de la inclusión del término de república laica, en la redacción del referido artículo 40 anteriormente señalado.
Atributo que fue incluido en fechas recientes, el 08 de noviembre de 2012 para ser exactos, por decreto del presidente Felipe Calderón Hinojosa, por cierto, mandatario duramente criticado por la filiación de la Cuarta Transformación.
Y no por eso se puede decir que se fundó un nuevo régimen político en este país.
Cambio de régimen fue el de Francia de 1789; el de Rusia en 1917; el de China en 1949; el de Cuba en 1959.
Esos fueron cambios reales y formales en las estructuras sociales de esos países que invocamos al ejemplo, en todos sus estratos, gubernamental y poblacional; y en alguno de estos casos hasta territorialmente.
El estado y sus 3 componentes resintieron transformaciones auténticas, de forma y fondo, no sin antes atravesar por luchas sangrientas, nada deseables para ningún país.
En los 4 casos hubo un cambio en el formato, en la figura jurídico-administrativa y desde luego en su forma de organización política, de sus nuevas leyes, de sus instituciones y los 4 casos de sus nombres formales como países.
Aquí se invirtieron las famosas pirámides sociales famosas y llegaron al poder un plebeyo, un obrero, un campesino y un doctor en filosofía metido a activista y a guerrillero, respectivamente.
Y las burocracias, aunque después se tornaron en tiranías, derrocaron a monarcas, a zares, a emperadores y a civiles pícaros entreguistas (a los gringos) de sus riquezas nacionales, respectivamente también.
Gracias a este razonamiento, el suscrito ha tenido la osadía de cuestionar el propio proceso llamado Revolución Mexicana, que a juicio del mismo no fue propiamente un proceso de revolución social, sino una mera Guerra Civil, donde los norteños se enfrentaron en una sangrienta lucha por el poder.
Donde siguen gobernando las mismas familias oligopólicas y el pueblo sigue sufriendo los estragos de la discriminación social y profesional, así como del rezago y la estratificación cada vez más acentuada.
Situación que por lo que ha sido fuertemente criticado. Ni modo, se asume el costo.
Pero en el caso actual de México, la burocracia que fue sustituida a través de un proceso democrático, está siendo sustituida por otra burocracia, igualmente insensible y hasta ineficiente, como se ve hasta el momento.
Nunca podrá ser lo mismo a lo que aconteció en estas naciones con lo que dice ser el presidente López Obrador y colaboradores el nuevo régimen mexicano. En México no hay nuevo orden jurídico nacional; no hay nueva Constitución; no hay nuevas leyes; no hay nuevas instituciones ni se han destruido (o acabado de destruir) las actuales; no hay un nuevo nombre de la nación; no hay una alineación geopolítica con algún bloque o eje de países específicos como en el pasado las anteriores naciones señaladas anteriormente.
No hay nada nuevo realmente en el país con el desempeño que hasta hoy ha mostrado esta nueva administración del gobierno federal mexicano, que se empeña en reproducir los mismos esquemas de manejo político clientelar, de privilegios para la burocracia , de fomento al estatismo y no a la libre empresa, de desprecio por la legalidad, por la ciencia y por la vida incluyente, sin divisionismos, que practicaron en el pasado reciente y remoto los gobiernos a quien dice haber derrocado a través del voto popular
Aunado a lo anterior, seguimos siendo una partidocracia. Un sistema prostituida por las burocracias y mafias partidistas. Con mucho dinero y tráfico de influencias de por medio.
Si acaso como novedad se percibe cierto afán de revancha, de odio, contra los políticos o autoridades que le antecedieron a los ganadores de la contienda del pasado 1 de julio de 2018, del partido que fuere ahí sí, (PRI o PAN)…..y un complejo terrible en casi la totalidad de los nuevos protagonistas del cambio, respecto de la instrucción científica y tecnológica formal.
Que ha mostrado un odio declarado hacia los burócratas de este país, o personas que trabajaron en el gobierno desde antes de la multirreferida fecha del 1 de julio de 2018. Trae una cacería formal contra todos los burócratas desde país, sin reparar en que su triunfo se cimentó precisamente en el voto que estos le dieron por hartazgo al mal manejo de la economía y la política nacionales de los gobiernos anteriores. Ya ha despedido a cerca de 11 mil mexicanos, sin tener consideración alguna en las consecuencias que tendrá en esas por lo menos once mil familias.
Que ha enseñado un complejo o prejuicio contra todo lo que implique el desarrollo económico individual o empresarial, la riqueza y las formalidades de convivencia de los estratos sociales que no se incluyen en las formalidades los pobres; sector al que pertenece la mayoría de los mexicanos, nos guste o no la pobreza…ni los pobres, … ni ser pobre.
Y existe la fundada sospecha de muchos analistas y gente que construye opinión en este país, académicos, empresarios, religiosos, sindicalistas, que el presidente López Obrador pone demasiada atención y ejecuta cabalmente lo que perniciosos asesores y compañeros de lucha le susurran al oído; está rodeado, copado por acomplejados y resentidos sociales; gente mediocre que lo alienta al rencor social, a la revancha. Algo peligroso; muy preocupante.
Si quiere el presidente López Obrador aparecer en ese quinteto de personajes históricos como en el logo de su administración, integrando así el sexteto de prohombres o héroes nacionales,…si quiere AMLO salir en los billetes y en los libros de texto, se insiste, tendrá primero que dedicarse a unificar y pacificar a este país.
Convocar a todos los mexicanos, sin distingos, sin regionalismos, sin divisiones ideológicas, sin apelativos ofensivos, a trabajar por esta gran nación y por sus sueños.
No construirá un nuevo régimen, afortunadamente, porque el que tenemos es el que hemos escogido los mexicanos como resultado de todas nuestras luchas históricas, por demás sangrientas y traumáticas.
Pero sí será recordado como el gran transformador al que aspira convertirse; y contará siempre con el cariño y la admiración de todo un pueblo que ha confiado en él desde hace muchos años; que ha visto en él a un hombre honrado, servicial y honesto que materializa las aspiraciones de paz, progreso y armonía que todos los habitantes de este país albergamos desde hace mucho tiempo.
Pero seamos precisos. Este no es un cambio de régimen. Ni siquiera un cambio de estado.
Esta es una nueva administración de gobierno.
Sin embargo, sí necesitamos construir más estado.
Más estado de derecho.
Que se apegue más a la justicia; con leyes más justas y que propicien la distribución equitativa de la riqueza nacional. Que propicie la riqueza nacional también.
¿Por qué no?
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