Por Gerardo Rivadeneyra
El combate a la corrupción es uno de los emblemas y promesas de campaña del presidente Andrés Manuel López Obrador. A pesar de su postura de “no confrontación”, la realidad es que millones de mexicanos exigen que aquellos personajes que han sido señalados en los últimos años, empiecen a caer.
Uno de los personajes que era constantemente aludido, era el líder del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps. Este miércoles y tras 26 años al frente, renunció luego que se diera a conocer de investigaciones en su contra por lavado de dinero y enriquecimiento ilícito.
Y esto debe ser un parteaguas y el inicio de una “limpia”, si quiere llamarle así, a la corrupción en el sindicalismo mexicano.
Cierto es que la vida sindical en nuestro país ha representado un coto de poder, de enriquecimiento a costa de los agremiados. Muestra de ello es Elba Esther Gordillo en el SNTE o Fernando Espino en el sindicato del Metro.
Y es que todos estos personajes tienen algo en común: han encabezado por años un sindicato que ha sido manejado como botín político.
Pero, falta un pez gordo, muy gordo, y que para colmo tiene fuero: Napoleón Gómez Urrutia, quien lleva años al frente del sindicato minero.
Gómez Urrutia enfrentó en octubre del 2004 una acusación por el desvío de 55 millones de dólares, integrados en un fideicomiso sindical, por lo que 2 mil 800 mineros lo demandaron.
Y tras esa denuncia, se emitió una ficha roja por la Interpol. “Napito” huyó del país se autoexilió con su familia en Vancouver, Canadá. Ahí, se mantuvo por 12 largos años hasta tejer una red de complicidades que le permitió volver.
En este tiempo, hubo señalamientos no solo por lo desviado sino por su estancia en Canadá y el dinero con el que se mantuvo allá, sin que hubiera una explicación para ello. Y con todo, no hay proceso judiciales en su contra.
Sin embargo, su regreso a México fue por la puerta grande: llegó al Senado de la República por la vía plurinominal. Y eso le ha dado un fuero. Pero si el combate a la corrupción es la bandera de la actual administración, “Napito” debe ser investigado.
Al interior del sindicato minero, hay oposición a su dirigencia. Un sector de los mineros ha mantenido los señalamientos, pero no ha habido gobierno que los escuche.
No hay que olvidar, que Gómez Urrutia heredó el liderazgo del sindicato minero de su padre, Napoleón Gómez Sada. Nunca, pero nunca, ha sido minero. Pésimo antecedente para un dirigente sindical.
Si la 4T va contra la corrupción, debe investigar a Gómez Urrutia. Limpiar los sindicatos es una tarea urgente. Y sobre todo en aquellos donde hay señalamientos, y el minero es donde hay muchas voces disidentes que merecen ser escuchadas. La caída de Carlos Romero Deschamps es un buen paso, pero es insuficiente.