Por David Martín del Campo
Colapso, con todas sus letras. Estrangular, infartar, bloquear. La nación paralizada por el paro dispuesto por los transportistas (y muchos agricultores) cansados del robo cotidiano que sufren en las carreteras. Robo de las mafias, extorsión de los policías en los retenes de inspección, todo ante la complicidad de las autoridades declarando, muy ufanas, que han dispuesto ya las “mesas de diálogo” para atender la inconformidad.
La nación estuvo, durante todo el lunes 24, como uno de esos ahorcados del imaginario vaquero pendiendo de la rama del árbol. Boicotear las carreteras, que recuerda las jornadas similares en Chile, cuando bandas de opositores sembraban “miguelitos” ponchallantas por el pavimento, presagio que fue del golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende.
El comercio ambulante… esos vendedores apostados en las esquinas ofreciendo galletas, medicinas y cosméticos a mitad de precio, son los cómplices terminales del robo carretero, pues innegablemente se trata de artículos obtenidos de ese modo.
¿Para qué robar un camión si sus mercancías –ante la ausencia de documentación fiscal– son imposibles de llevar al comercio legal? Lo que los modernos cuatreros pretenden es el dinero fácil, no construir bodegas.
Por su parte los conductores –atravesando sus camiones a lo ancho de la carretera– no tienen la culpa. Ellos cumplen con su papel de asalariados ganando un sueldo al trasladar la carga de Saltillo a la capital, o de Puebla a Guadalajara. Si en el camino son detenidos por una banda de empistolados, no les queda más que detenerse, entregar la unidad y reportar el robo cuando son liberados. O pagar con la vida al intentar la elusión del asalto. Así de fácil. Realizar el bloqueo es un poco suplicar por su vida.
De un tiempo acá se observa que en muchas de las ruedas delanteras de los camiones y tráileres asoman tremendos pernos que ciñen los rines. Uno pensaría que es para ganar el paso entre las carrocerías, cuando que en realidad constituyen defensas acorazadas para desalentar a los asaltantes que trepan en el estribo esgrimiendo la calibre 0.38. “Oríllate ahí compadre, y no la hagas de tos”.
El problema de fondo es que nadie transita ya con ingenuidad. La telefonía celular en manos de los “halcones” permite a los delincuentes conocer de antemano el contenido de un camión que circula con aparente inocencia. Amén de que buena parte de las policías (municipales, judiciales) están en contubernio con los asaltantes.
Es lo que se cuenta en Los bandidos de Río Frío, la magistral novela de Manuel Payno, demostrando que desde siempre en México los salteadores han guardado colusión con la gendarmería. Robar, porque el dinero fácil es la norma. Ocurre en todas las modalidades… robo a tráileres, huachicoleo de combustible, robo de luz, de agua, de alcantarillas, del cableado eléctrico. Robar (verbo que en náhuatl inicia con la letra “ch”), es la norma creciente. Y la economía nacional rozando el índice de la recesión.
Por ello los transportistas decidieron el paro del lunes 24. No saben cómo, pero su desesperación es mayúscula. Se estima que diariamente son robados 70 autotransportes en los caminos del país, que es hablar de mil 500 toneladas de mercancías. Pero los culpables, ya lo sabemos, son los de atrás… los neoliberales del antepretérito; porque ahora es distinto.
Pareciera que la consigna es hacer colapsar al país. Lo mismo los contingentes del magisterio en rebeldía que el ”bloque negro” rompiendo vitrinas; los vecinos del barrio sin agua que los estudiantes radicalizados. Ocupar la carretera, la caseta de peaje, colapsar el libre tránsito de personas y mercancías (que por cierto garantiza la Constitución en su Artículo 11).
Y como el gobierno no se prestará a equipararse con los del antiguo régimen, no habrá fuerza pública para garantizar el cumplimento de la ley. “Jamás reprimiremos”, es el lema de hoy, y que cada cual haga lo que se le pegue la gana estrangulando caminos, vendiendo huachicol o galletas robadas.
¿Entonces para qué gobernar si de entrada se anuncia que no habrá de cumplirse la ley? Policías que no hacen respetar la autoridad, ladrones adueñados de las carreteras, delincuentes que matan a los que se oponen a la extorsión. Y los ciudadanos, bien gracias, encerrado en casa para no sufrir el colapso.




