MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Este sábado 12 de agosto, el PRI parirá la segunda innovación estatutaria que lo asume en la apertura democrática, pero a su estilo, con sus lecturas y etcéteras. Tiempos de cambio, elementales ajustes para conservar el poder.
Primero se despojó de la camisa de fuerza que le impedía legislar en materia del IVA; el miércoles último rompió el candado que restringía el derecho de admisión a la candidatura a la Presidencia de la República, sólo para priistas de sobrada pertenencia y afines a la cúpula, miembros de su liga exclusiva.
Fue como cortar un traje a la medida y engañar con la verdad, en esto de quitar los candados a los Estatutos tricolores para abrir la puerta a quien, incluso externo, pueda ser el candidato, su candidato a la Presidencia de la República. ¿El traje para José Antonio Meade Kuribreña?
Casualmente quien propuso abrir los candados y, en específico, prosperara la reforma estatutaria en su artículo 181, fue José Ramón Martel López, ex secretario General del CEN del PRI, integrante de una corriente contraria al esquema de Enrique Ochoa Reza, pero además cercano a Meade Kuribreña, con quien trabajó como asesor especial en la Sedesol.
¿Dados cargados? ¿Plan con maña? Porque, mire usted, incluso Manlio Fabio Beltrones restó importancia, hace unos días, a esa reforma que, en el penúltimo numeral del artículo 181 plantea la posibilidad de que ciudadanos simpatizantes con prestigio y fama pública puedan ser postulados por el partido, es decir, aunque no hayan sido cuadros destacados del priismo.
Los 520 delegados reunidos en Campeche y participantes en esta mesa de estatutos, levantaron la mano y, de manera económica, avalaron esta reforma estatutaria que será puesta a discusión y, de proceder, aprobación de los delegados asistentes a la XXII Asamblea Nacional del PRI.
Veamos lo que acota el numeral de referencia:
“Conforme a lo dispuesto en la ley de la materia, la Comisión Política Permanente que corresponda podrá aprobar la participación en el proceso de la postulación de candidaturas a cargos de elección popular a ciudadanas y ciudadanos simpatizantes, cuando su prestigio y fama pública señale que se encuentran en un nivel de reconocimiento y aceptación y, en consecuencia, en condición competitiva para ganar”.
Y, aun cuando varió el ordenamiento de que los priistas que quieran ser candidatos a una gubernatura o a la Presidencia de la República deben cumplir con 10 años de militancia, el punto puede ser removido en la Asamblea Nacional que, para el efecto, es la única instancia partidista que puede decidir la reforma estatutaria y de los documentos básicos del PRI.
Pero, vaya, no todo fue miel sobre hojuelas, como cita la nota divulgada en la página web del diario El Financiero, en la que alude a lo dicho por el ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz:
“La militancia está hasta la madre de las imposiciones y que no se respete, ahora queremos quitar requisitos y abrir el partido, ¿a quién?, si tenemos militantes, hombres y mujeres, que pueden representarnos, ¿por qué quitar esos requisitos y ofender a la militancia?”
Y, en efecto, aunque haya una vertiente de pinceladas democráticas, lo cierto es que la reforma estatutaria responde a los intereses de los grupos que controlan, en este momento, al Partido Revolucionario Institucional.
Porque, margen aparte de las recomendaciones de Manlio Fabio Beltrones en torno de cómo debe proceder la sucesión presidencial, orientándose por el gobierno de coalición cuando el candidato ganador no podrá ganar con más del 50 por ciento, real, del listado nominal de electores en la jornada de julio de 2018, en el fondo el juego entraña los mecanismos para construir una candidatura capaz de mantener al PRI en la Presidencia de la República.
¿Será Meade el candidato? Dice el secretario de Hacienda que estará en campaña pero en materia económica, para concretar el Presupuesto de Egresos de la Federación de 2018 y garantizar la dinámica de la economía nacional, que no haya parálisis en el gobierno por cuestiones electorales.
Y el canciller Luis Videgaray de plano, en declaraciones en Japón, se descartó de la carrera sucesoria y sostuvo que él está en lo suyo que es la diplomacia y ahí seguirá hasta concluir la administración de Enrique Peña Nieto.
¿Y Miguel Ángel Osorio Chong y el doctor José Narro y todos los prohombres del priismo?
Nos engañan con la verdad. Enrique Ochoa Reza, hacia el mediodía del miércoles 9 de agosto, desde Campeche se pronunció a favor de que se abrieran los candados estatutarios para ampliar el abanico de aspirantes a la candidatura priista a la Presidencia de la República. Horas más tarde, luego de discusiones de cierta resistencia y presión, elemental en estos menesteres, la abrumadora mayoría de delegados dictó el epitafio en la lápida de la prohibición a extraños y neo priistas para aspirar al máximo cargo de elección popular en México.
¿Meade? ¿Nuño? ¿Osorio? ¿Narro? ¿Ruiz Massieu? ¿De la Madrid Cordero? Es una buena apuesta frente al arte de engañar con la verdad. Si en un momento el priismo aprobó una reforma que le dio libertad a sus diputados federales para aprobar un aumento al IVA y al ISR, asuntos de suyo delicados para la economía de los mexicanos y apostaron capital político, qué podemos esperar de un simple candado que dejaba a salvo los derechos de los cuadros de ser candidatos a la Presidencia de la República. Total.
Digo.
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