Claudia Rodríguez
Después de Culiacán
La percepción, incluso entre los expertos que avalan la decisión del Gobierno y del propio Andrés Manuel López Obrador de ceder ante la furia de los sicarios en Culiacán, Sinaloa, por recuperar a Ovidio Guzmán Pérez –hijo de Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”–, capturado por elementos del Ejército y de la Guardia Nacional; es que no hay ningún control de daños, ni ajustes necesarios, a lo que irremediablemente salió mal en el terreno y que políticamente le está costando muchísimo a la 4T y su máximo dirigente.
Es cierto que el caos fue el jueves pasado por la tarde en las mismas calles de Culiacán, pero luego y hasta ahora, el desconcierto por lo que fue y lo que pudo haber sido, es imparable.
Hay quienes ya hasta realizan el recuento de las versiones encontradas de los actores del Gobierno por los eventos en tierra sinaloense, que al menos en la estadística fría arrojó ocho fallecidos, alrededor de 16 heridos y pérdidas materiales por patrimonio dañado. Que si se tenía o no una orden de captura para Guzmán López, que si fue o no solicitud de extradición del Gobierno estadounidense, que si tras un patrullaje de rutina de elemento de la Guardia Nacional y soldados del Ejército fueron agredidos con una balacera desde dentro de una vivienda en donde se encontraba el señor Ovidio, se llegó a involucrar a la Policía Ministerial en la participación de los hechos. Total, que no hay claridad, hasta ahora de que fue lo que realmente sucedió.
En plena crisis
¿Será que ante las versiones distintas de lo que realmente sucedió en Culiacán, es que el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, asegura que esto no será otro Ayotzinapa?
Los profusos videos hasta ahora conocidos –de los mismos pobladores afectados– cuentan distintas historias, pero de igual manera se pueden llegar a interpretar desde distintas aristas.
La autoridad, sobremanera el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador, tendría que presentar una clara línea de la versión unificada de lo que presumen sucedió y señalar la investigación procedente, o de otra manera, la crisis que intentan manejar y atajar, seguirá creciendo como un monstruo de mil cabezas incontenible, que en efecto se pueda convertir en el Ayotzinapa de la 4T.
Ausente el manejo de la crisis desde la vocería de la Presidencia
Del gobernador sinaloense Quirino Ordaz Coppel, no se puede pedir mucho, cuando permite el control de distintas regiones del estado a manos de delincuentes y luego señala su necesidad de que le asistan fuerzas federales en la entidad después del niño ahogado.
No deja de sorprender por otro lado, que el vocero de la Presidencia, Jesús Ramírez, se volviera ante la alarmante situación, apenas un mínimo reflejo del presidente Andrés Manuel, al asegurar que este Gobierno “no quiere guerra” y “no habrá impunidad, porque ya no hay complicidad”, además de corear que “vale más la vida de las y los ciudadanos que la captura de un delincuente”; todo esto claro, en el muy institucional canal de Twitter.
Culiacán desdibujó de cuerpo entero, la novatez y más, de la 4T.
Acta Divina… El presidente Andrés Manuel López Obrador, señala estar dispuesto a comparecer por los sucesos violentos en Culiacán, Sinaloa, pero la Fiscalía General de la República, descarta citarlo.
Para advertir… La crisis de seguridad y de credibilidad va para largo.
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