La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La realidad es la madre de todas las frustraciones y la némesis del reino de la estadística
Comentó el alcalde de Orizaba, Juan Manuel Diez Francos, en entrevista radiofónica, que un poco después de las cuatro de la tarde del lunes, se inició una balacera en el centro de la ciudad y que, se percutieron, al menos, 500 balas, hubo un muerto y dos detenidos.
Además, por videos y fotos de usuarios de las redes sociales, se pueden apreciar un tráiler en llamas y una gasolinera con conato de incendio. También mucha gente buscando refugio, ante el temor de convertirse en daño colateral, incluidos los alumnos del Tecnológico.
Al día siguiente, por el recelo latente, las clases se suspendieron en todos los niveles.
No obstante, en la ‘mañanera’, el presidente López Obrador afirmó que “afortunadamente no fue tan grave, fue más un asunto de propaganda en redes, porque fue una transmisión en vivo y nuestros adversarios se dan gusto”. A Cuitláhuac García, no vale la pena citarlo, porque su papel se limita a ser muñeco de ventrílocuo, por lo tanto, con lo dicho por el tabasqueño basta.
Llama la atención que, desde la lógica gubernamental, la ciudadanía debe tomar con normalidad un enfrentamiento armado, no ‘hacer panchos’ para no convertirse en promotores de la oposición y los malos que, en sí mismo, es más grave que el traca-traca.
En este sentido, el lenguaje oficial busca contribuir a minimizar la realidad: a los delincuentes se les llama ‘civiles armados’, a los muertos ‘neutralizados’ y al miedo ‘propaganda’ que no reconoce los avances en materia del combate a la inseguridad.
De mucho tiempo atrás, vivimos en el país del ‘no pasa nada’ expresión que, de forma cínica, busca sosegar el malestar social ante la imposibilidad de remediar las cosas. Cuando se convierte en lugar común, significa que ya nos jodimos.