Por todos es de sobra conocido que en el México actual estamos viviendo políticamente una etapa difícil y conflictiva de transición de ésta Cuarta Transformación de la República, dicha dificultad estriba en la herencia dejada por un viejo sistema de corrupción que viene y proviene de un pasado inmediato, que se confronta con una nueva tendencia de pulcritud, que aún no se obtiene, no obstante las promesas efectuadas por el Presidente de la República. Nuevas y diferentes ideologías se enfrentan con el neoliberalismo, existen insólitos métodos de manejo en la ciencia política que hoy se pretenden hacer valer, hay principios, teorías y planes que se manifiestan día a día en la tribuna mañanera a fin de obtener lo prometido y, la realidad del Estado en cuanto al combate de la delincuencia política sigue siendo la misma: nula.
En el ayer Leonardo Sciascia de manera pulcra e ilustrativa nos dijo: “jamás conoceremos la verdad de los crímenes que se perpetran por el poder de ese gran delincuente impune”. Hoy en México Andrés Manuel López Obrador y la Justicia tienen la palabra y la oportunidad de desmentir, aunque sea de manera mínima, la terrible advertencia de ese notable jurista italiano. Para desgracia de la Cuarta Transformación si se hicieran vigentes las palabras de dicho letrado, la justicia en México no sólo pierde y fracasa. Se extingue.
Particular importancia adquiere al inicio de éste tercer año de gobierno, el hecho de que ciertos funcionarios de procuración e impartición de justicia continúen siendo omisos en la aplicación de la norma, es por ello que a dichos servidores públicos aquí y ahora se les recuerda el pensamiento del Bastonero Payen, quien en su muy ilustrativa y egregia obra “Le barreau et la langue francaise”, nos recuerda lo expresado por D’aguesseau, quien exigía a fiscales, jueces y magistrados excepcionales virtudes, una especie de santidad, al dirigirse a ellos siempre expresaba en un lenguaje formal y solemne contenido en sus mercuriales: “instruíos, ministros de la justicia” y a la par, por costumbre les indicaba la falta que observaba en aquellos impartidores de justicia quienes en ejercicio de sus respectivas funciones faltaban a la aplicabilidad de la ley.
Hoy por hoy, los gobernados de ésta gran República le queremos recordar a Don Andrés Manuel López Obrador, que para lograr los objetivos políticos que busca y los cuáles desde antaño prometió, primero tiene que recordar que nuestros recintos para obtener justicia deben ser absolutamente imparciales, situación que de facto et de iure a la fecha no acontece, toda vez que el neoliberalismo tiene y cuenta con el apoyo de muchos funcionarios del ámbito de procuración e impartición de justicia que son serviles a esa ideología de corrupción, misma que impide el éxito de lo prometido por el Primer Magistrado y mientras esto siga aconteciendo dichos servidores públicos se encontrarán siempre dispuestos a proteger y brindar impunidad a todos aquellos políticos que antaño delinquieron.
A la par, cabe aquí y ahora tener presente y hacerle saber al Presidente de la República que basta una sola inequidad, una sola afrenta a la justicia, cuando es institucional y oficialmente tolerada para romper el espíritu de la Constitución; basta un solo deshonor cuando es oficialmente practicado y aceptado para deshonrar a todo un sistema, es por ello que una vez más y por así convenir a los intereses de justicia de esta gran Nación, que se viene a exigir, requerir, reclamar, exhortar e invitar a Don Andrés Manuel López Obrador a que ponga ya un coto a esa serie de inequidades y afrentas a la justicia a fin de estar en posibilidad de poder cumplir con lo prometido.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de Abogados de México, A.C.