Joel Hernández Santiago
Ya lo había advertido el presidente en noviembre de 2019: Para ocupar cargos en su administración prefiere 90 por ciento de honestidad y 10 por ciento de experiencia.
El 6 de octubre en su Mañanera, el presidente anunció la renuncia de la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier. Por supuesto fue una dimisión inesperada pero irreversible. Ambas partes –presidente y ella—trataron de atenuar el hecho con palabras melosas y caramelosas. Pero nada.
Subyacía a esto un serio problema de congruencia y realidad. Ella, inteligente y solidaria con el presidente desde su campaña por la presidencia, aceptó el 4 de enero de 2021 el cargo secretaria de Economía a pesar de que su formación profesional va por otro lado: Licenciada en lengua inglesa y acaso una maestría en administración pública. No importó. Sobre todo era una sólida colaboradora de la 4-T. Dejó de serlo.
En sustitución de ella inmediato el presidente nombró a Raquel Buenrostro para ocupar el cargo de secretaria de Economía y dar seguimiento a las tareas pendientes, lo del conflicto de Canadá y EUA con México por el tema de política en electricidad del gobierno de la 4-T está aún sin resolver. Y más en la materia que atiende esta secretaría de Estado.
La señora Buenrostro dejó al Sistema de Administración Tributaria (SAT) en donde ciertamente había hecho una tarea que le fue muy felicitada: aumentar el ingreso por recaudación fiscal.
A su llegada inmediato despidió quien era subsecretaria de Comercio Exterior de la SE, Luz María de la Mora. Enseguida por instrucciones presidenciales nombró al hijo de Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos en Gobernación (caso Ayotzinapa).
A Alejandro Encinas Nájera toca la negociación y debate en las consultas en torno al T-MEC, entre Estados Unidos, Canadá y México. Casi nada. Politólogo de formación, y aparentemente sin experiencia en temas de economía.
En el SAT, en sustitución de Buenrostro, el presidente nombró a Antonio Martínez Dagnino (29 años) quien es licenciado en Contaduría y maestro en Finanzas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y se desempeñaba como titular de la Administración General de Grandes Contribuyentes del SAT.
En todo caso, a gran parte de los nombramientos subyace aquella consigna que ha sido factor de gobierno durante lo que lleva la 4-T, y que es el nombramiento de funcionarios a cargos de responsabilidad pública para la que no siempre tienen la formación profesional ni la experiencia en la materia que les ocupa pero que son fieles o cercanos a la fidelidad al gobierno actual. La fidelidad en sustitución de capacitación y experiencia.
En noviembre de 2019 dijo el presidente que en términos cuantitativos le interesa tener servidores públicos con 90% de honestidad y solo 10% de experiencia.” Esto, luego de que se cuestionara la designación de José Ángel Carrizales López como nuevo titular de la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA).
Carrizales formó parte del grupo de su ayudantía y fue rechazado cinco veces por el Senado para asumir un puesto en el sector energético, en la Comisión Reguladora de Energía (CRE), “por falta de preparación.”
En enero de 2022, el secretario de Gobernación (Segob), Adán Augusto López Hernández, afirmó que no se necesita ser ingeniero en vías férreas para coordinar la construcción del Tren Maya; esto luego del nombramiento de Javier May Rodríguez como director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur). Sus estudios son de Preparatoria según el Sistema de Información Legislativa.
Octavio Romero Oropeza, director de Pemex, es ingeniero Agrónomo. Ángel Carrizales López, es ingeniero químico y fue nombrado en noviembre de 2019 como director de la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA).
Otros nombramientos han sido por el estilo, como es el caso de distintos miembros de la ayudantía presidencial que pasaron a ocupar cargos de alto rango en la administración pública.
El presidente resaltó que ‘estos jóvenes que han saltado de puesto son formados mientras trabajan con él pues durante las giras conocen más sobre la realidad del país y recogen los sentimientos del pueblo, de la gente y por eso ahora “están ya siendo promovidos y ocupan cargos, jóvenes preparados, honestos”. Y ocupan cargos de alto nivel, que van desde ser titulares de Conapesca o directivos en el SAT, hasta súper delegados de los programas del Bienestar.
Por supuesto nadie puede argumentar que están incapacitados para el cargo, aunque sí se puede contra argumentar que hoy mismo se requiere un alto grado de capacitación y profesionalización en la materia que habrán de ocupar, para fortalecer su tarea, dar soluciones apropiadas, elevar el nivel de esas soluciones y contribuir a que la población nacional tenga beneficios concretos para los que contribuye y espera que se reditúen esas contribuciones con obras, con hechos, con resultados, con justicia, con benéficos para lo colectivo y lo individual.
Es irresponsable aceptar cargos para los que no se está preparado, por el sólo hecho de formar parte de una administración pública, por los emolumentos, por el sentido de poder, por el mandato supremo y porque simple y sencillamente parece que el ciudadano no existe, pero sí existe la ambición personal. Una forma de aspiracionismo burocrático.
Antaño era irrelevante contar con cartas credenciales académicas y de experiencia en la tarea asignada. Y se cometieron muchos errores. Y por eso se dice que “hoy ya no somos lo mismo” y “hoy todo es distinto”. Está bien. ¿Pero no contraviene al ideal de izquierda, de la izquierda que lo es, en el sentido de nunca engañar, no traicionar, no mentir al pueblo? ¿Hoy ya no es igual a antes?