Desde temprana hora de este martes por la tarde, elementos de la Policía de la CDMX recibieron la instrucción de no dejar pasar a nadie a la plancha del Zócalo, en un hecho inédito.
Redacción MX Político.- Fue un grito estoico. El presidente López Obrador tuvo que sobreponerse notoriamente en el mismo acto, al encabezar una ceremonia sin masas.
Al lanzar vítores solo a empleados de la producción televisiva de Presidencia de la República y a un reducido cuerpo de militares que, fieles a su tradición y protocolo, permanecieron firmes en la lobreguedad de la plancha de concreto, respondiendo a la arenga del Jefe del Ejecutivo.
El primer magistrado de la nación tuvo un rictus de desencanto, cuando salió al balcón central en compañía de su esposa, tratando con resiliencia de ser el eslabón de una cadena en nuestra tradición histórica, para que no se interrumpa… para que no se rompa la cadena de nuestra entrañable celebración.
Un año adverso este 2020… ni duda cabe.
Los policías desplegados en el Centro Histórico de la Ciudad de México recibieron este día 15 y desde temprana hora, una instrucción distinta a la de todos los festejos por el Grito de Independencia de otros años: nadie debe entrar al Zócalo.
Las banderas y las caras pintadas tricolor se quedaron en casa y sólo unos cuantos patriotas se arriesgaron a pasear por las calles del Centro Histórico donde se permite el acceso.
No obstante, este 15 de septiembre no se alejó de la cotidianidad de los días que trajo la nueva normalidad por la epidemia de Covid-19; la diferencia la marcaron dos o tres puestos de artículos patrios, a la espera de algún cliente.
Desde Avenida Juárez, a la altura del Palacio de Bellas Artes, se pudo apreciar cómo los elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del gobierno capitalino desviaron la circulación peatonal, para evitar que la gente caminase por la calle de Madero y todas aquellas que lleven a la plancha del Zócalo.
Y al caer la noche, la instrucción dada a los agentes policiales de la Ciudad de México se cumplió a cabalidad: En punto de las 10:45 de la noche, el zócalo lucía tétrico en una noche de 15 de septiembre. Estaba vacío.
Llegó la hora del Grito quince minutos después y cumpliendo con precisión casi marcial, Andrés López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müller, siguieron protocolos liberales centenarios, de saludo a la bandera y de intercambio de honores a nuestro lábaro y a su propia investidura.
Salió al balcón el presidente como lo marca el protocolo, en esa representación de aquel grito libertador dado hace 210 años en Dolores, Guanajuato, por el párroco Miguel Hidalgo y Costilla, exhortando a tomar las armas para luchar contra la opresión de la corona española a criollos y naturales del Virreinato de la Nueva España.
Y además de los tradicionales vivas a los héroes de la Independencia, López Obrador incluyó en su arenga a la esperanza en el porvenir.
Ante ese Zócalo de la Ciudad de México vacío, en donde se encendió “la llama de la esperanza”, el presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó su segunda ceremonia del Grito de la Independencia en lo que va de su mandato.
El presidente mexicano incluyó en su grito a las comunidades indígenas, a la libertad y a la esperanza en el porvenir, como se resaltó líneas atrás.
Se insiste en este último valor resaltado por el político tabasqueño, porque es quizá lo más rescatable de esta ceremonia tan inusual celebrada anoche desde el balcón central del vetusto inmueble gubernamental.
Provocó la mención de esa “esperanza en el porvenir”, en propios y extraños, escozor en la piel y un profundo suspiro.
Una esperanza que se invoca en medio de la incertidumbre generada por la pandemia del coronavirus en México y el mundo.
La plancha de la Constitución estuvo adornada por una serie de focos que formaban la silueta del territorio nacional, mismos que rodeaban la bandera que se encuentra en el centro de esta plaza pública.
Ceremonia corta que duró poco más de 17 minutos, desde que el mandatario y su esposa apareció en el balcón presidencial hasta que concluyó el espectáculo de pirotecnia y la música.
Un Grito de Independencia que pese a todo, a la ausencia de pueblo, hay que decirlo, no desmereció en seriedad republicana y en respeto a nuestros símbolos y ceremonias tradicionales. Pero ante todo, una ceremonia en donde el presidente López Obrador asumió en la forma y en el fondo, la responsabilidad de ser un Jefe de Estado, que sabe reaccionar con y sin público que aplaude… en la gloria y la adversidad del poder.
hch