El sonido y la furia
Martín Casillas de Alba
Miranda, angustiada, observa el naufragio.
Ciudad de México, sábado 18 de julio, 2020. – “En las especies, el que sobrevive no es el más fuerte, ni el más inteligente, sino aquel que responda mejor a los cambios”, concluyó Darwin después de estudiar a los seres vivos de la Naturaleza desde su origen.
Las crisis siempre traen aparejados cambios, por eso, ahora que el mundo padece de una pandemia nunca antes vista, tuvimos la sensación de naufragar, acompañada por la angustia de perder la vida.
Ahora tenemos que responder mejor a los cambios para sobrevivir. Cada quien tiene su manera de responder a estos cambios radicales, y lo hace a su manera, tal como lo he hecho en dos de los sombreros que tengo: como Mentor de varios ejecutivos en relaciones públicas y como maestro.
A partir de marzo las mentorías las realizo por Zoom y, les digo una cosa… han funcionado de maravilla. Como maestro, me han convocado para que, a principios de agosto, les de a un grupo de ejecutivos inscritos en el ITAM Desarrollo-Ejecutivo, el taller de Liderazgo del cambio y la transformación basado en La tempestad de Shakespeare, ese que he ofrecido en modo presencial desde hace doce años. Ahora, por primera vez será virtual por Zoom.
El taller no puede ser más oportuno: revisamos las actitudes frente a la crisis y la importancia de adaptarse a los cambios; analizamos la curva que representa desde la angustia inicial que paraliza, hasta tocar fondo para salir a flote una vez que aceptamos la realidad para enfrentar el futuro o la nueva normalidad, que es lo único que nos queda.
Aceptamos los cambios sólo cuando tenemos necesidad de hacerlo y esa necesidad se da en las crisis. La tempestad inicia con un naufragio y la angustia de los pasajeros que le echan la culpa al capitán y se convierte en caos.
La obra la vemos a través del cristal de liderazgo y nos concentramos en los aspectos que tienen que ver con el cambio y la transformación necesarias en una crisis como la que estamos viviendo. Ofrecer en estos tiempos un taller de liderazgo a través de Zoom, es una buena respuesta al cambio y, por eso, tenemos la esperanza de sobrevivir.
Lena Udovicki fue Master of the Play en La Tempestad y por eso decía que la isla de Próspero nos ofrece un intervalo en el tiempo y en el espacio que nos permite entrar en la obra desde diferentes periodos y latitudes. Sugiere que la isla pudo haber sido alguna de las Bermudas, por aquello del “triangulo” que implica ciertos misterios y secretos.
Los barcos se hunden en cualquier lugar del planeta y los desastres naturales causan grandes trastornos en el medio ambiente: árboles que se arrancan de su raíces y se paran de cabeza; islas que desaparecen y otras que surgen del mar; ríos que cambian su curso; segmentos de la tierra que se abren y muestran sus tripas y lo que está bajo la superficie o como ahora con la pandemia que se ha paralizado el mundo, atrapados en medio de la tempestad.
Próspero llega a la isla exilado, como nos podemos sentir ahora en el confinamiento, en donde han sucedido cosas buenas e inesperadas que nunca hubieran pasado en la vida normal. Aislados, debemos adaptarnos y vernos por Zoom, así como, encontrar nuestro lugar en una sociedad virtual y redescubrir algunas cosas ahora en la intimidad aunque nos volvamos a preguntar quién demonios somos, sin importarnos que Próspero sabía que “estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra breve vida cierra su círculo con un sueño.”
Próspero se transforma después de estar viviendo en la isla: sigue estudiando y aprende a sobrevivir, cuida y protege a su hija; ahonda en el ser humano y deja de pensar en la venganza, perdonando a los que le hicieron daño.
Entre otras muchas cosas aprendemos de Próspero su capacidad para imaginar el futuro y la manera de responder mejor a los cambios. Con eso tenemos más que suficiente.