Por: Luis Ramírez Baqueiro
“Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.” – Ernest Hemingway.
En toda democracia de cualquier parte del mundo, la oposición se conforma por ese grupo de mujeres y hombres que disiente de lo que el régimen considera como correcto.
La oposición, es en muchos de los casos una mayoría, que desfragmentada no pudo alcanzar el poder a través del voto democrático.
Bajo ese precepto, la oposición no es, ni debe ser vista nunca como “los derrotados”, pues su diferendo ideológico sirve siempre de contrapeso para el ejercicio democrático del poder.
Lastimosamente en estos tiempos, la oposición –que, por cierto, pareciera estar ausente- ha sido satanizada por el máximo tlatoani redentor, quien, en una más de sus míticas verborreas argumentativas, la califica de la “moralmente derrotada”, algo que ningún político de primer mundo, se atrevería siquiera a pronunciar.
Pero en el México surrealista y a veces en extremo bizarro, las y los mexicanos observan sigilosos el desarrollo de las campañas electorales, mismas que han sido marcadas desde el dictado presidencial como en extremo violentas, divisorias, cargadas de odio y apatía, como resultado de esa absurda e innecesaria carga moralizante que impone el presidente López.
Una moral, que, sin fundamento y argumentos, pretende imponerles a las y los mexicanos, bajo el principio de acá todo está bien, enfrente es donde está la porquería.
Por simple lógica, la moral presidencial, no aprobaría ningún tamiz o filtro, dentro de esa dialéctica reformadora que se vende como nueva religión para los miles de babeantes seguidores, que repiten los falaces argumentos, sin razonamiento alguno.
Pero ante ese escenario la verdadera oposición –sociedad civil- se moviliza e intenta construir desde la trinchera lo que habrá de ser el asalto final dentro de esta guerra intestina convertida en democracia.
Así el único partido político que hasta ahora ha alzado la voz y se ha intentado comportar como oposición de a de veras resulta ser el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Para muchos, un partido al que califican de cascarón, pero que al menos en el estado de Veracruz ha sido un verdadero dolor de cabeza para el gobierno reformador de la 4T.
Su combativa lucha argumentativa, con fundamentos y propuesta, ha significado un malestar que se intenta acallar con toda la fuerza del estado.
Así acumula por desgracia en su haber, una alcaldesa asesinada, Florisel Ríos Delfín –Jamapa-; un ex presidente y ex secretario de Gobierno –preso político- Rogelio Franco Castán acusado de presunto delito inventado de “ultrajes a la autoridad” –porque quien en su sano juicio puede asegurar que un policía ministerial armado hasta los dientes pueda ser ultrajado- y encarcelado desde hace un mes en el Penal de la Toma; un candidato a la presidencia Municipal de Tihuatlán, Gregorio Gómez Martínez, sustraído, secuestrado y acusado de presuntos delitos que a todas luces –con vídeos de la sustracción- muestran el intento por acabar con esa oposición.
A la lista perredista se acumulan muchísimos más agravios, amenazas e intimidaciones, mismos que han sido en todo momento denunciados por su presidente Sergio Cadena Martínez.
El poder persecutorio impuesto desde el Palacio Virreinal de la Avenida Enríquez en Xalapa no ha cejado ante el inminente terror que les representa que esa oposición siga diciendo la verdad de lo que ocurre y sucede en Veracruz, sin darse cuenta que todas esas acciones son afrentas directas a la verdadera oposición –sociedad civil- que los observa y que registra su proceder.
El intento por socavar a la verdadera oposición resultará inmensamente proporcional al daño que desde el poder han causado quienes hoy se dicen gobierno.
Al tiempo.
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