Héctor Calderón Hallal
Quirino Ordaz, tuvo su primer tropiezo político público en su naciente posición diplomática como embajador, al pedirle y “ordenarle” al senador Mario Zamora que votara a favor de la controvertida iniciativa para militarizar a la Guardia Nacional y para prolongar la presencia del Ejército en las calles; y es que fuera de todo reglamento y protocolo el novato diplomático se “fue de bruces” violando el orden establecido del estricto servicio exterior mexicano. Cuando decimos que su primer tropiezo político público es porque ha tenido muchos traspiés en España que no han sido divulgados, ya que se la ha pasado prácticamente de vacaciones disfrutando con su esposa, su familia y con infinidad de amistades que ha invitado a la península ibérica, en comilonas y convivios rociados de vino español.
Suman infinidad de eventos marcados por la frivolidad y en contrapartida, no se registra ninguna gestión a favor de México, tan solo estruendosos convivios donde han imperado el gozo, la alegría y el relax de quien entregó la gubernatura de Sinaloa por algo más que “un plato de lentejas”.
Se ignora si los gastos que ocasionan tantas tertulias dentro y fuera de la residencia oficial y de la capital española fuera de ésta, son con cargo al erario federal o al peculio de la familia Ordaz, pero el hecho evidente es que en España no se ha hecho sentir con el peso diplomático requerido la presencia y el trabajo diplomático del nuevo embajador mexicano.
En esta su cuestionada incursión a la diplomacia como nuevo Embajador de México en el Reino de España, el exgobernador de Sinaloa, ha contado como siempre, con una notoria y quizá hasta excesiva influencia de su señora esposa, en sus afanes de difusión de su aun embrionaria gestión diplomática.
Una presencia excesiva –aún más- de lo que fue como primera dama del Gobierno del Estado de Sinaloa, de la señora Rosy Fuentes de Ordaz, que acabará tarde o temprano por estropearle más de algún acto o negociación que implique una alta dosis de solemnidad y hasta de sobriedad republicana. ¿O acaso es su esposa Rosy quien le da prestancia y personalidad, ante la inexperiencia rotunda de Quirino en estos menesteres?
Cuando era gobernador Ordaz Coppel se verificaron actos que implicaban la presencia estricta del Jefe del Ejecutivo encabezando reuniones de carácter técnico o temático, en los que había que resaltar la estructura organigramática y las jerarquías, para acentuar la responsabilidad de cada funcionario en su propio desempeño; no obstante, se vieron con mucha frecuencia desplantes frívolos, influenciados o promovidos por la señora esposa del hoy embajador, descomponiendo la imagen profesional, seria, que pudo haber construido como autoridad en Sinaloa, el vástago de Quirino Ordaz Luna.
Debemos suponer que no es tan fuerte la influencia que en él ejerce su esposa, en su relativamente nueva faceta de político-diplomático, porque de eso ella sabe muy poco, aunque sí le entiende a la moda, al diseño, al lujo y al glamour, por haber sido reina de la belleza e hija se un connotado general de división.
Hay que recordar que Quirino fue hasta unos meses antes de su nominación como candidato del PRI a la gubernatura de Sinaloa, un efímero diputado federal por el Partido Verde Ecologista de México.
Ese es en realidad todo su palmarés en la materia.
Antes, fundamentalmente, fue un burócrata de “medio pelo” del ámbito hacendario y administrativo, en Culiacán, en Mazatlán y en la Ciudad de México.
Todo en la vida –sobre todo en la pareja- debe tender a un equilibrio básico.
Las decisiones ciertamente deben de tomarse entre los dos… ni mayoritariamente por el hombre… pero tampoco preponderantemente por la mujer; y en política, con el debido respeto, la esposa del jerarca debe permanecer a un lado y opinar solo de manera marginal, por tratarse de asuntos de interés general y dado que la responsabilidad es del consorte y no de ella.
Recordemos esta anécdota narrada por el propio Quirino:
-“¿Me puedo tomar otra cervecita mi amor para acabarme mi taquito de chicharrón de pescado?”…
–“¡Nooo!… ya llevas dos”.
-“¡Ah okey, no pues!”.
Al hombre, sobre todo si en él es en quien recayó una alta responsabilidad derivada del mandato popular, debe de respetársele su espacio para la toma de decisiones en público… Igual en el caso de la mujer.
La frivolidad de la señora de Ordaz Coppel, le ha sido transmitida notoriamente al ahora embajador en todos sus actos públicos, como diplomático.
Es así como la vemos, en compañía de Quirino y sus hijos, haciendo uso y abuso de las ’selfies’ y las redes sociales. El embajador ciertamente debe de acceder por razones de apariencia e imagen, pero no en exceso.
De hecho, la frivolidad existe en todo ser humano, pero lo más importante es manejarla con la mayor secrecía o la discresión posible.
En la tarea diplomática y en la política misma, ser superficial o mantenerse en el terreno de cierta frivolidad por algunos momentos, alivia las tensiones. Un acto o comentario frívolo puede romper el hielo ante la complejidad y la incertidumbre.
Pero en el ejercicio del poder, practicarla en exceso … podría convertirse en veneno mortal. Recuérdense los casos de algunos desplantes de José López Portillo, Vicente Fox o hasta del propio Enrique Peña Nieto.
No obstante ha habido políticos que han sido maestros de la frivolidad, la charra y hasta la comicidad espontánea.. que les ha valido en más de una ocasión una candidatura o un ascenso.
Gustavo Díaz Ordaz, con toda su imagen y su historia de “duro”, de exigente, oficioso, intransigente, tenía en ocasiones desplantes geniales: Se cuenta que durante su campaña a la Presidencia, en 1964, yendo en el autobús oficial del PRI, arribaron a una comunidad en Puebla que le da nombre a esa bebida refrescante de agua mineral, reconocida en el mundo: Tehuacán.
Era su estado natal de hecho… y al ingresar a la pequeña población, leyó el candidato una manta monumental que decía “¡Tehuacán con Díaz Ordaz!”, a lo que reviró de inmediato el sagaz político poblano, con sorna y carcajeándose: “¡Uff… debe saber a madres eso, imagínate… tehuacán con Díaz Ordaz!”.
En otra ocasión, encabezando un acto al aire libre en Veracruz con el gobernador Fernando López Árias, el ya presidente Díaz Ordaz, notó que iba a empezar la lluvia, por lo que amenazaba con estropearse el evento; de inmediato López Árias notando el gesto de GDO y tratando de calmarlo, le dijo “¡Ay señor presidente!… ¿qué días tan feos no?”, a lo que espetó muy serio el mandatario:… “¡Pues los López Árias, no son muy bonitos que digamos!”…
La frivolidad transgrede, disfraza siempre; oculta y distrae la atención del fondo de los asuntos. Y a veces ése es el fondo de los problemas, el no concentrarnos con seriedad en las relaciones causales.
Baste recordar la frivolidad de las fastuosas dinastías europeas, que crearon hasta estilos de vida y arte como el rococó, que hoy nos parecen ridículas por exageradas y rebuscadas. Pero se lo tomaban muy en serio como asunto de poder. Quizá esas historias frívolas, están envolviendo al matrimonio Ordaz-Fuentes en España.
El competir y pretender siempre lo más alto, lo más bello, lo más caro, lo más excesivo, terminó casi siempre en la guerra más sangrienta y costosa.
El ciclo se ha repetido hasta hartar a los pueblos.
Así empezó la Revolución Francesa que dio paso a la igualdad, la libertad y la fraternidad, de lo que ahora llamamos “pensamiento liberal”.
Aunque antes hubo una que pudo ser complemento de la Revolución Francesa para la experimentación digamos, de una forma más del Estado Moderno: la de 1776, en el noreste de lo que hoy es el territorio de los Estados Unidos.
Pero tuvieron que transcurrir 200 años desde 1789.
Tuvieron que disolverse imperios enteros para alcanzar la independencia política y territorial de la mayoría de los países. Se perdieron millones de vidas en ajustes y reacomodos bélicos. La ciencia y la tecnología avanzaron como nunca antes y se han salvado muchas vidas también gracias a ello.
Todo esto para vencer al gran mal aquel que terminó por extinguir la era antigua: la frivolidad.
Hoy, la frivolidad en el ejercicio del poder sigue siendo la tentación más fuerte que debe vencer, cualquiera que aspire a ser recordado por los resultados positivos reales que entregó y no por sus torpezas histriónicas al desempeñar el poder.
Enrique Peña Nieto, por ejemplo, ya es más recordado por sus desplantes haciendo corazoncitos en balcón central de Palacio Nacional o por sus intentos de amenización frívola en algunos discursos oficiales, como aquello de “el chile que no les embona”… o su excesiva vocación por los amores fuera de matrimonio; pero no por todo lo bueno que hizo, como mantener una tasa promedio de crecimiento durante su mandato; fortalecer las instituciones en todos los órdenes, por ejemplo, pues es un hombre de indiscutible inteligencia y capacidad, pero sus problemas fundamentales fueron la falta de formación, cultura y preparación en los campos de la economía y las finanzas.
De hecho, hay claramente dos variantes de frivolidad política y social que deberían preocuparnos de forma particular. La primera es la ligereza con la que se asumen o no, bajo criterios cortoplacistas, partidistas o intereses aún menos generales, decisiones trascendentales para el bienestar de los países y sus ciudadanos.
Y la otra, es la sorprendente facilidad con la que se rebasan en nuestro lenguaje político y nuestra comunicación social, las fronteras entre tragedia y parodia, entre aquello de lo que uno como norma no debiera reírse o hacer mofa fácilmente y la mofa o broma en sí. La formalidad y la responsabiidad pues, deben ser normas vitales junto con la prudencia y el buen tino.
El embajador Quirino Ordaz Coppel se ha dedicado a practicar la primera forma de frivolidad en los últimos días.
Desde su arribo a Madrid y al tomar las riendas de la sede diplomática, antes de recibir sus cartas credenciales del Rey de España, se dedicó a hacer turismo… y no ha parado. Solamente se distrajo un minuto, para solicitarle hace unos días por Twitter al senador Mario Zamora, su voto por la militarización.
No pudo ser más estruendoso el traspié; ni más significativo el contrasentido: un funcionario dependiente del Ejecutivo, como es el caso del embajador, dándole instrucciones a otro que depende del Legislativo (como el senador)… o como quiera vérsele: un funcionario dependiente del secretario de Relaciones Exteriores (Ebrard), entrometiéndose en asuntos claramente de política interior (Zamora y su voto sobre seguridad interior)… o incluso: un exgobernador no priísta (porque ya no tiene partido supuestamente Quirino, al haber sido expulsado del PRI), tratando de influir en el voto de la bancada del PRI… ¡Órales!… como dice ‘Brozo’.
Predominan las selfies de Quirino en estadios de fútbol, de equipos tan disímbolos y ajenos incluso al sentir o a la predilección nacional, como el norteño y afrancesado “Sporting de Gijón”, o en torneos de tenis de alto calibraje europeo; o lo mismo se toma una ‘selfie’ en un parque público de Madrid, que comiendo “tacos’’ en una taquería de emprendedores mexicanos en la propia capital española, más sus convivios en restaurantes de gran lujo.
Igual, un día sí y otro también y con el sol alto aún, se va a la costosísima rúa de Serrano, en el exclusivo barrio de Salamanca en Madrid, lo equivalente a Polanco, Lomas de Chapultepec en México, a tomar cafés o a consumir costosas viandas en restaurantes de súper lujo… todo con cargo, claro está, al erario público.
¿Pues a qué horas trabaja este embajador?… ¿A qué hora se va a sentar en su escritorio a estudiar los temas de la agenda?… Predominantemente a tocar el tema del cabildeo o lobbying en inversiones, desde luego, pero sin descuidar el tema jurídico, el político, el social, el cultural, etcétera. Eso se preguntan los políticos, los empresarios y los operadores de medios de comunicación social en España.
Con España hay una agenda muy amplia; muy delicada y muy importante. En general; sería ocioso citar la infinidad de casos y temas que deben atenderse con rigor y responsabilidad; pero Quirino se siente en vacaciones largas y en el disfrute con familiares y amigos íntimos, pues no hay semana que no le lleguen visitas a Madrid.
Nomás le falta a Quirino irse a jugar golf a los exclusivos campos donde juega habitualmente Enrique Peña Nieto… si no es que ya se echaron su partidita y ni hemos sabido los mexicanos.
Aunque… concreta y personalmente… no creo que a Enrique Peña Nieto le agrade encontrarse con Quirino Ordaz Coppel, hoy seguidor a ‘pie juntillas’ de los dictados del nuevo prócer de la Patria, Andrés Manuel López Obrador, quien aunque no lo vincule a proceso, lo tiene sepultado en el desprestigio histórico nacional y eso, a querer o no, ha de dolerle mucho al mexicano solitario que reside en las afueras madrileñas.
Y sobre todo lo narrado en este espacio, ¿qué opinará el canciller Marcelo Ebrard Casaubón?
Es una pena, que con especímenes diplomáticos como el exgobernador Quirino Ordaz Coppel, como la Cónsul General en Barcelona, España; casos como el de la exgobernadora de Sonora, Claudia Pávlovich; como el del embajador en República Dominicana, exgobernador de Campeche, Carlos Miguel Aysa González; como el de la embajadora en Panamá, la exsenadora Jesusa Rodríguez; o como el del exgobernador de Quintana Roo, Carlos Joaquín González, Embajador de México en Canadá; o como el caso de la escritora Laura Esquivel, Embajadora de México en Brasíl.
Es una pena que se le tenga que dar la razón a las críticas que con tanto sustento hacen, el diplomático, el periodista y diplomático en retiro, Agustín Gutiérrez Canet y su esposa, la exembajadora de México en Washington, Martha Bárcena.
¡Y los que faltan!…..
O…Usted apreciado lector… ¿Qué opina de todo esto?
Autor: Héctor Calderón Hallal
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