Joel Hernández Santiago
De pronto a la placidez de lirio le cae el chahuistle y de pronto todo es distinto, fugaz, efímero, inmediato… como de furia incontenible.
Primero: Es la serenidad sempiterna de un pueblo que es el mejor pueblo del mundo, porque es el pueblo nuestro; porque todos los pueblos del mundo son iguales, pero vistos desde una perspectiva amorosa hay uno que es distinto, es el mejor: Es uno en el que hay más luz, más oxígeno, más transparencia, más vegetación, más aves canoras, más cielo azul turquesa, más noches estrelladas, más agua serena y más gente que es buena gente…: es el pueblo nuestro…
Es ese pueblo único en el que está enterrado nuestro ombligo y al que habremos de llegar para recuperarlo luego de las andanzas mundanas de toda una vida, según escrituraron nuestros padres y nuestros abuelos y nuestros bisabuelos y así hasta atrás, hasta el momento en el que nació el primer Sebastiano de la tierra. Y ‘ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo…’
Pues eso… el pueblo que es municipio y que es orgullosamente oaxaqueño se llama San Sebastián Tutla, tiene 7.134 kilómetros cuadrado y está en los valles centrales de Oaxaca, a unos cuantos kilómetros de la capital del estado y está rodeado de cerros, montañas, bosques, río –ahora no tan río-, vegetación, árboles frutales, casas armoniosas y coloridas, con patios solares y lugar de estar; calles que fueron hechas para carretas de vida y de trabajo y que ahora son ocupadas por carros que van y vienen, que corren y que van
Los domingos al sonar de las campanas la gente acude a cumplir con su vocación religiosa y a saludar al santo que es patrono del lugar: San Sebastián Mártir…
El pueblo es tranquilo y fiestero. Alegre e incontenible. Es un lugar en el que los niños, todos, van a la escuela primaria y secundaria para aprender a ser gente de bien y alejarse de los malos modos y vicios y conjeturas y chismorreos: nada. Los niños de hoy son ya el mundo nuevo. Los jóvenes acuden a centros escolares cercanos, para su bachillerato, y luego a la Universidad. Profesionistas hay a raudales.
Con gente de trabajo, gente que va y viene activa todos los días, porque ahí nadie descansa –o pocos lo hacen-; y en general son muchachos y adultos que tienen una profesión. No en balde hace años se nombró a San Sebastián Tutla como un municipio de alto grado de desarrollo humano, después del municipio de San Pedro Garza García en Monterrey. NI más ni menos…
Y hay gente mayor, memoriosa, cargada de experiencias, de sabiduría y de ternura, porque ya se sabe, los viejos quieren mucho a sus cachorros y los cuidan y los mandan a la escuela y les jalan las orejas cuando se pasan de la raya trazada por la ley del hogar y la obligación. Aunque, ciertamente, hay los que se brincan las trancas, pero son excepción.
Segundo: De pronto a esa placidez de lirio se le aparece el chahuistle y de pronto un sábado inolvidable al medio día, cuando el sol está en su apogeo y quema hasta las esencias humanas, están ahí aquellos dos…
De pronto dos, por ¡quítame estas pajas!, en una esquina transitada a más no poder, porque es el equivalente al Paseo de la Reforma de Ciudad de México, se están dando a dar.
Songo le dio a Borondongo. Songo tira un golpe que aturde a Borondongo; Borondongo contesta e intenta golpes bajos en una extraña asociación entre upper y jabs instantáneos. Songo lanza una patada que no alcanza su meta en la espinilla enemiga y trastabilla; Borondongo lo somete mediante abrazo estrangulador; Songo golpea al hígado enemigo; Borondongo al verse acosado saca de su vehículo un gran garrote vil, un madero que no es de los maderos de San Juan, que piden queso, piden pan: no: es un madero como el que se usa para romper una piñata gigante y azuza con él a Songo…
Ambos se trenzan en un amarre estratégico que es al mismo tiempo de defensa como de agresión. Ninguno quiere someterse al otro. Songo ha golpeado a Borondongo en la comisura del ojo izquierdo que ya se ve moro… Y están unidos en su golpeteo. No se sueltan. Se insultan con palabras que no habremos de repetir aquí por respeto a la concurrencia.
Junto a la gresca está un policía que es como la cuaresma: largo y sin carne; flaco como él solo. Pero no hace nada. Inútil. Nadamás mira y parece disfrutar el duelo ‘máscara contra cabellera’.
Pero ¡de pronto! Como caído del cielo… o no, como caído del Municipio, aparece el representante de la ley y el orden. En un principio uno supone que habrá de establecer las reglas para un combate limpio: ‘nada de golpes bajos, nada de patadas voladoras, nada de piquetes a los ojos…’: ¡No!
Lo que hace el presidente municipal substituto que se llama Guillermo Martínez Santiago, es poner orden. Exigir que termine la gresca. Utiliza su fuerza y su palabra para pedirles que paren ya, que dejen de darse en la torre.
Que las cosas no se arreglan así. Que mejor se calmen. Pero mientras les habla y los separa, ellos siguen más fieros que un león. Y el del garrote vil, que es Borondongo, sacude el madero hacia todos lados lo que podría causar que el árbitro legal pudiera ser golpeado. Pero nada. No será porque ese árbitro cuenta con su Ángel de la Guarda.
No importa- Si importa que ya todo termine. Que ya pare aquel enfrentamiento por… ¿por qué?… Ya nadie se acuerda el por qué. Luego de una lucha de dos o tres minutos, el mediador-héroe consigue que paren. Que cada chango a su mecate. Que se dejen de hacer osos en las calles del pueblo que es ejemplo de cortesía y cordialidad…
Y Songo se va a su túnel del tiempo; Borondongo aborda su vehículo y amenaza con “ya sé quién eres…”.
Mientras el árbitro-héroe, que es alto funcionario municipal, sube a su vehículo ya triunfante. Los asistentes al ring callejero lo aplauden. Mientras se aleja junto con su familia, los curiosos murmuran: “¡Ganó Songo!”, “¡Noooo… ganó Borondongo!”… Ganó Songo, nooo… Y es que Songo le dio a Borondongo; Borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Muchilanga…”.