Por Aurelio Contreras Moreno
El inicio de trabajos formales del nuevo Congreso federal ha dejado en claro que en los tiempos por venir, nuestros “ínclitos” legisladores nos atiborrarán con sendas dosis de más de lo mismo, aderezadas con lindos encontronazos entre los representantes de lo que, según ellos, “ya cambió” en el país.
Y es que más allá de las iniciativas presentadas en ambas cámaras, algunas dignas de análisis y quizás hasta de reconocimiento, los diputados federales y senadores han dado la nota por otros de sus “atributos”, como la abyección, la sumisión, la incongruencia y la fantochería.
En las dos sesiones que apuradamente lleva la Cámara de Diputados, más que la iniciativa para eliminar el fuero constitucional de todos los representantes populares o la minuta para expedir la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos, lo que ha destacado son las bravatas y el ansia de protagonismo de legisladores como Gerardo Fernández Noroña y Porfirio Muñoz Ledo, ambos de Morena: ávido el primero por degradar el intercambio público en aras de ganar notoriedad, como acostumbra; obstinado el segundo por demostrar que a sus más de 80 años, en San Lázaro “sólo sus chicharrones truenan”.
Inútiles ambas actitudes para encaminar cualquier transformación positiva del país.
Pero donde verdaderamente se volaron la barda fue en el Senado de la República, donde nuestros experimentados “tribunos” se faltaron el respeto a sí mismos –y a todos los mexicanos, de paso- al avalar, vía la supuestamente desterrada “línea”, un fraude a la ley.
Hacia el mediodía de este martes, el Pleno de la Cámara de Senadores rechazó la solicitud de licencia presentada por el legislador del mercenario Partido Verde, Manuel Velasco Coello, al pretender éste regresar a la gubernatura de Chiapas como sustituto de sí mismo y concluir el periodo constitucional para el que había pedido licencia con anterioridad, con el objetivo de asumir como senador plurinominal. El trapecismo político elevado a su máxima expresión de cinismo.
Con la voz engolada, legisladores de Morena –que en su mayoría votaron en esa primera instancia contra la desvergonzada licencia solicitada por Velasco-y sus simpatizantes presumieron este acto como una muestra de que “las cosas ya no son como antes” y que se inauguraba una época de “nuevas prácticas en la política”. Hasta que les azotaron la terca realidad en la cara.
Horas más tarde, y por “acuerdo” de la Junta de Coordinación Política del Senado, la licencia del “mirrey” verde fue vuelta a someter a votación del Pleno, en el mismo día y violando el procedimiento legislativo, bajo el pueril argumento de que no se le podía negar “su derecho” a Velasco. A burlarse de la ciudadanía, les faltó decir, porque si fuera un derecho constitucional –como farfullaron sus defensores priistas y morenistas- ni siquiera tendría que someterse a votación.
Y ¡oh sorpresa! Al parecer los legisladores, entre ellos los de la bancada mayoritaria, “comprendieron” su “error”, porque votaron en favor de que “El Güero” sea gobernador y senador al mismo tiempo. Al parecer nadie les avisó que Velasco Coello es “aliado” de la “cuarta transformación”. Tanto así, que le entregó Chiapas a Morena en la pasada elección.
Entre las aclamaciones al “bienamado” líder, el bajísimo nivel de discusión pública y torceduras a la legalidad que nos remiten al filme “La ley de Herodes” –cuando Juan Vargas “reforma” la Constitución a su conveniencia-, por lo menos por lo que toca al Poder Legislativo federal, la “transformación” prometida es meramente cosmética, discursiva. En los hechos, la “transa”, la negociación en lo “oscurito”, la “línea” y la violación flagrante de la normatividad –pues para eso son mayoría- gozan de cabal salud.
Lo que sí es cierto es que los tacos de sapo se van a poner en boga en la dieta legislativa. Y ya hasta están aprendiendo a no hacerles gestos.
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