En la mitología griega existe un personaje muy interesante llamado Tántalo, hijo de Zeus y de Pluto, una de las oceánidas, fue uno de los primeros reyes en la tierra y se dice el más querido por los dioses. En resumen corrompido por la ambición que el trato con los dioses le incitó, fue castigado a vivir eternamente en el Tártaro, sumergido en un estanque con agua que le llegaba hasta el cuello, no podía saciar su sed eterna pues al intentar sorber el agua del estanque esta desaparecía, igualmente ramas de frondosos arboles colmados de frutos dulces y jugosos que limitaban el entorno del estanque se alzaban fuera del alcance de Tántalo cuando quería mitigar su hambre eterna, y por último una inmensa roca flotante sobre su cabeza amenazaba constantemente con aplastarle sin aviso previo.
Esta historia pareciera haber sido ideada ex profeso por o para cualquier mexicano de a pie contemporáneo.
Desde que amanece hasta que anochece nuestra existencia se entrega íntegramente a satisfacer el ritmo social del supuesto desarrollo, la familia, la sociedad, el país, la nación así lo exigen, desarrollo, avance, bajo cualquier circunstancia lo importante es moverse, ¡mover a México! dirán algunos desdichados.
Pero este sistema de “desarrollo” que nos exigimos es totalmente falso, nosotros no avanzamos ni al menos nos desarrollamos, estamos sujetos eso si, encadenados al desarrollo pero de estrategias diseñadas para crear en nosotros mayor dependencia bajo el argumento del bienestar ya no social sino individual, porque vivimos en sociedades hedónicas, considerando este termino como la búsqueda del placer como fin último, intrínsecamente mezclado a la importancia del dinero basada en su acumulación, Tales de Mileto planteó este concepto como crematística ya hace 2500 años.
De esta manera la pobreza avanza por que es difícil seguir los pasos de una economía de consumo y desde luego en donde la carestía se hace cada vez mayor ya que resulta que todo producto básico está gravado por un sobreprecio de distribución, publicidad, empaquetado, intermediarios, impuestos, etc, y en ese esquema estamos enrolados la mayoría de los mexicanos que vivimos al día pero siempre en la fantasía de una vida llena de comodidades y adelantos que nos convierten en una sociedad en pleno desarrollo.
Y muestras existen multitudes, por ejemplo, cuando creemos inocentemente que una empresa de supermercados extranjera nos acerca más al desarrollo por que oferta productos de diversos orígenes y supuestas calidades, pero al mismo tiempo su presencia hace colapsar la autonomía de una comunidad que hasta ese momento se sujetaba a los producción local y regional sin mayores gravámenes y evidentemente sin trastocar demasiado el valor del producto y el sano equilibrio comunitario. Lo dicho anteriormente no es un invento nuevo, en Francia se ha negado la entrada de supermercados en áreas en donde el comercio local es muy valorado y protegido por sobre las supuestas ganancias del “desarrollo” empresarial.
Pero aquí en México el dulce canto de las sirenas neoliberales, las idílicas imágenes del “american way of life”, el aroma a nuevo de las tiendas departamentales ha hecho sentirnos consentidos de los dioses, como a Tántalo.
Constantemente nos vemos presionados y obligados a vivir bajo un nivel de vida cada vez más oneroso pues las “tecnologías” se desarrollan, la obsolescencia programada avanza y el tiempo apremia ante los nuevos desarrollos, las exigencias sociales y económicas cambian según dictados europeos, norteamericanos o asiáticos, de países “desarrollados”, entretanto nosotros los pobres mexicanos mortales a duras penas seguimos el paso de los dioses, siempre ambicionando vivir a su semejanza, como Tántalo.
Incluso hay muy pocos quienes se las han apañado para lograr vivir en el aprecio conveniente de las elites internacionales a fuerza de torcer en toda medida los más elementales dictados ya no de la moral sino de la humanidad misma, avasallando, esclavizando, asesinando, explotando, denigrando y afrentándose de sus pares, así se han ganado un supuesto lugar al lado de los dioses, como Tántalo.
Pero sus vicios, corrupción, transgresiones y total falta de consciencia siempre tienen consecuencias, las cuales son cedidas graciosamente al grueso de la población, los pobres, los desamparados, los trabajadores, la prole que sin querer entenderlo es siempre quien paga por esa vida de riqueza y poder de unos cuantos. Aquí es donde el castigo de los mexicanos se asemeja más a la historia de Tántalo, estamos sumergidos hasta el cuello en un bienestar que ambicionamos pero nunca alcanzamos, intentamos alcanzar los frutos de nuestro desarrollo pero parece que cada vez se alejan más, más, y siempre estamos amenazados por una gran deuda que intimida con aplastarnos tarde que temprano.
La imagen por si sola es evocadora e inequívoca, somos Tantálo castigados por nuestra propia ambición de un mundo que no es nuestro y los crímenes cometidos por tratar estúpidamente de ser lo que no somos.
-Victor Roccas.