CIUDAD DE MÉXICO, 25 de diciembre (AlMomentoMX).- ¿Te imaginas viviendo encerrada por temor a que se activen alguna de tus alergias? Pues Johanna Watkins, de 29 años de edad, ha vivido recluida desde hace más de un año en su habitación, debido a un raro desorden inmunológico que prácticamente la hace alérgica a todo.
La joven padece una enfermedad conocida como Síndrome de Activación Mastocitaria (MCAS por sus siglas en inglés), una condición inmunológica por la que los mastocitos -un tipo de glóbulos blancos que sirven como una alerta temprana en caso de lesiones o infecciones y que causan inflamaciones en el área afectada- liberan de manera inapropiada y excesiva químicos que ponen al cuerpo en estado de guerra constante.
Es decir, este tipo de células forman parte de un ejército que todo lo consideran como enemigo y se la pasaran pidiendo refuerzos para atacar a los invasores. En consecuencia, el cuerpo presenta una serie de malestares crónicos: erupciones en la piel; problemas respiratorios, cardiovasculares, neurológicos, entre muchos otros.
Watkins es tan sensible a todo, que puede percibir hasta los cambios más ligeros en la atmósfera.
“Tan pronto como la puerta se abre puedo sentirlo. Puedo sentir cómo mi cuerpo entra en modo de ataque. Se siente como si mi cuerpo librara una guerra contra sí mismo. Mi garganta se cierra automáticamente”, comentó en exclusiva a Fox 9.
Inclusive es capaz de detectar algo tan pequeño como una cámara GoPro, pues su cuerpo, irremediablemente, la alerta como si se tratara de un sentido sobrehumano.
Mientras ella vive aislada en la parte superior de su casa, su esposo –Scott Watkins– habita en la planta baja, ya que hasta él le produce ataques anafilácticos -causados por la sensibilidad extrema a ciertas sustancias-, lo que no le permite acercarse demasiado ni puede abrazarla.
Su vida transcurre entre ventanas selladas y muros recubiertos con plástico; lejos de la luz solar y acariciada por el viento que los purificadores de aire producen. Siempre resguardada y cuya sola comunicación con el mundo depende de una computadora y de su teléfono celular. Watkins sólo abandona su “zona de seguridad” para ir al hospital, sea para revisiones de rutina o por algún malestar.
Pasa sus días leyendo libros, tratando de comunicarse no sólo con las personas que quiere sino con Dios, puesto que la fe es la que la sostiene cuando no hay otra medicina que pueda hacerlo.
“Cada mañana me despierto y digo ‘wow’. Esto es demasiado para mí. Esto es muy difícil para mí. No puedo hacerlo. Entonces escucho a Dios decir: tienes razón pero yo sí puedo”, dijo Johanna.
Tres años antes de comenzar a padecer dicha enfermedad, Johanna y Scott Watkins, ambos profesores de primaria, se casaron. Eran una alegre pareja con sueños cotidianos, a la espera de formar una familia y transcurrir la vida juntos.
Sin embargo, la salud de Johanna comenzó a deteriorarse, y con el paso de unos cuantos meses, sufría de incontables alergias y tortuosos síntomas: desmayos, mareos, tos, dolores óseos, en fin, un calvario que pocos pueden decir conocer.
De acuerdo con Scott visitaron a cerca de 34 médicos diferentes y ninguno de ellos fue capaz de diagnosticar su condición, hasta que conocieron al doctor Lawrence Afron, hematólogo de la Universidad de Minnesota, quien pudo detectar el raro desorden que afecta a aproximadamente 150 mil personas en el mundo entero (el 2 por ciento de la población mundial).
Debido a que la condición es muy extraña también es poco conocida y son muy pocos los expertos que están adecuadamente instruidos para hacerle frente.
Según el especialista, la enfermedad es muy complicada y puede presentarse con múltiples variantes en diferentes casos. Además, fue diagnosticada por primera vez hace apenas nueve años, siendo que por tratarse de un novedoso descubrimiento, no se enseña en las escuelas de medicina.
Lawrence Afron señaló que es posible que entre el 1 y el 15 por ciento de la población mundial (entre cerca de 75 mil y mil cien millones de personas) padezca de este síndrome, aunque asegura que en la mayor parte de los casos no se logra diagnosticar o que se diagnostica como algún tipo de desorden inflamatorio -como Fibromialgia, Síndrome de Intestino Irritable, Síndrome de Fatiga Crónica, entre otros.
Para Johanna, el dolor físico no es lo peor, pues “lo más difícil […] es el dolor emocional […]. Estar aislada y estar sola, alejada de las personas que amo”.
AM.MX/dsc
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