Luis Farías Mackey
En 68 el gobierno era cerrado y de corte autoritario, hoy Morena lo es más.
En 68 el PRI era hegemónico con una mayoría calificada y monocromática, hoy Morena también lo es, aunque robada.
En 68 el sistema de representación política era de mayoría relativa con diputados de partido, las oposiciones eran testimoniales, pero formalmente respetadas, hoy Morena está a punto de regresarnos hasta antes de los diputados de partido (1963) mientras a las oposiciones se les insulta y estigma institucionalmente, además de tacharlas de traición a la patria.
En 68 el gobierno, todo poderoso, no supo leer y menos procesar la nueva complejidad social ni las demandas políticas emergentes, hoy Morena ni puede, ni quiere.
En 68 el sistema político estaba paranóicamente convencido de una conjura internacional comunista, hoy Morena vive aprisionada en las metáforas movilizadoras y distractoras de su propia invención.
En 68 el gobierno temió perder el poder, hoy a Morena se le escurre de las manos el poder como agua.
En 68 el sistema se apanicó ante los reclamos estudiantiles, los descalificó de instigados desde fuera y combatió; hoy Morena se aterra de la generación Z y cree que con montajes puede hacer creer que las juventudes se postran a sus pies y las que no, son bots de las derechas injerencistas y polcas.
En 68 los jóvenes demandaban a Díaz Ordaz deliberar públicamente, hoy demandan la revocación. Por cierto, Morena debiera atender al principio délfico de cuida lo que deseas, no se te vaya a cumplir, por aquello de querer adelantar la revocación de mandato de la presidente.
En 68 el mundo había cambiado por las nuevas tecnologías de la comunicación (televisión y satélites estacionarios), hoy por las tecnologías digitales, todo es mudanza e incertidumbre: avanzamos sobre tierra sin caminos, los consabidos nos trajeron a este extravío.
En el 68 los jóvenes no tenían espacios de participación política ni referentes plurales con que identificarse, el PRI respondía a un diseño cerrado, corporativo y vertical, el PAN era uno católico y de familias afines, el Comunista estaba ofuscado con el paradigma cubano y rehuía a las vías democráticas. Hoy solo hay Morena, no como corsé sino como yugo y religión. Claro, también como oportunismo y gesticulación.
En el 68 pensar diverso al sistema revolucionario era subversivo, hoy, además, es traición.
En el 68 el gobierno tenía el control de los medios de comunicación, hoy Morena controla totalitariamente -de totalitarismo y totalidad- la conversación pública.
En el 68 la economía crecía, los sistemas de salud y educación funcionaban, la infraestructura potencializaba las capacidades nacionales, el campo producía, los maestros enseñaban, el PIB era positivo, creciente y sustentable, la industrialización avanzaba, México era respetado internacionalmente, las universidades se expandían, el futuro era promisorio. Hoy todo es su contrario.
En 68 el gabinete funcionaba, sus integrantes habían sido nombrados por el presidente, coordinados por él y acusaban eficacia y eficiencia, hoy no.
En 68 Díaz Ordaz era obedecido y hasta temido, hoy a Claudia nadie le hace caso al interior de su gobierno y de Morena, le dan la espalda o le pintan violines públicamente: hay quien se fotografía viendo un partido de futbol cuando su secretario de Hacienda comparece ante el Senado. Jesús Ramírez la denigra con montajes de poca estofa, está desbordada y sola; alega que no es mamá de nadie, pero olvida que no se elige mamás, se elige presidente de la República, es decir, no de niños, sino de ciudadanos maduros y libre.
En el 68 privó la paranoia presidencial, la felonía sucesoria y los desencuentros intramilitares (“¿Cómo llegamos aquí?” Farías, 2025), hoy vivimos el fin de un sistema decadente, de una época y de un México.
Morena no es ni solución ni un nuevo comienzo, es el fin del final.
Un nuevo México pulsa dentro los detritus que gobierna, anuncia su llegada y solo quien se niegue a ver no lo ve. El futuro es imparable y no es de ellos.




