La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Hay políticos que por su obviedad dejan sin chamba a los caricaturistas
Era marzo de 1995, cuando el mensajero de la dirección general de Gobierno, llegó a la oficina del secretario de Gobernación a entregar una tarjeta confidencial, una de las asistentes personales del titular comentó con desenfado: recado urgente para Teby.
Desde luego, Esteban Moctezuma Barragán, era el responsable (en teoría) de la gobernanza del país, al arranque del sexenio de Ernesto Zedillo, misión que le quedó grande. Veamos.
Con el paso de los días, una protesta de propietarios de ‘autos chocolate’ en las calles de Abraham González y Bucareli, obligó a los muchachos de Teby a sentarse (a la de ‘a huevo’) a negociar con los rijosos, en el famoso Salón Juárez del Palacio de Cobián.
Frisando las tres de la tarde, los tebyanos, flemáticos ellos y con la anuencia del patrón, decidieron que era hora de ir a comer, por lo que, con adecuados modales, dejaron a los campiranos dueños y señores del histórico recinto.
No sobra decir, que los activistas se instalaron en plantón permanente en las entrañas mismas de la secretaría, por lo que, al final obtuvieron más de lo que buscaban, por abandonar la cabeza de playa, cedida por los chamaquitos y su atolondrado patrón.
Tiempo después, Teby tuvo el encargo de sacar a Roberto Madrazo de la Quinta Grijalva, quien, ante la solicitud, armó tal desmadre que le costó el puesto al inexperto emisario, que por lo demostrado los últimos dos años, se nota que no aprendió nada.
Justo al multicitado, le han dado el encargo de lidiar con los tiburones del Departamento de Estado, que cuando lo conozcan dirán: ¡me pareció ver un lindo gatito!