Claudia Rodríguez
Pese a la cerrazón del presidente Andrés Manuel López Obrador como la máxima autoridad de país, las mujeres tenemos que seguir en el trabajo arduo de hacernos visibles para conseguir se nos respete lo más preciado de cualquier ser humano, nuestras vidas e integridad y seguir dando sentido a nuestro valor dentro del colectivo social.
Las marchas multitudinarias en diversas ciudades de nuestros México del domingo 8 de marzo y el visibilizarnos con la ausencia de nuestras trincheras diarias el lunes 9 de marzo, nos hace responsables de continuar el trabajo que otras empezaron y a las que, en conciencia millones de nosotras nos unimos sobre todo por todas aquellas que ya no pueden ni siquiera exigir justicia.
La igualdad con los hombres la tenemos ganada en el papel, en el mismo enunciado del artículo 4to. de nuestra Constitución Política, que a la letra señala que el varón y la mujer son iguales ante la ley; faltaría empero, el que dicho postulado se hiciera cumplir en muy diversos aspectos que van desde las oportunidades de desarrollo hasta el mismo momento en el que la justicia también esté de nuestro lado y no solo por empuje mediático.
Las mujeres, de la mano de millones de nuestros hombres, tenemos que dejarle claro a la autoridad, que nuestro grito desesperado es una exigencia al cese de los delitos en contra de nosotras, sólo por el hecho de haber nacido mujeres. Hasta los jueces nos hacen sentir débiles y no dignas en no pocas ocasiones.
Las propuestas del cómo seguir y hacerlo, ya existen por decenas. Nos falta el empuje y el valor de al menos una autoridad desde lo alto del Gobierno que se anime a quite las amarras que hoy impone el mismo López Obrador, el mismo que insiste en que las mujeres tienen derecho a protestar, empero, tienen ya la atención debida.
No hay más ciego que el que no quiere ver.
Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo. Abraham Lincoln.
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