De memoria
Carlos Ferreyra
En nuestra antigüedad original, arúspices, chamanes y brujos tenían la consulta al denominado espejo negro de Tezcatlipoca.
Dicho espejo se consultaba en la prevención de grandes tragedias, desastres o sucesos similares no esperados.
De hecho, creo que ha llegado el momento de visitar Catemaco y otros centros chamanísticos como Oaxaca para saber el posible futuro de México.
Aquí abandono mi misoginia para reconocer que en el mundo hubo, hay y habrá mujeres de gran valía que ejercen un gobierno humanista y basado en el bienestar del pueblo.
El pensamiento viaja hasta la dama de hierro Margaret Thatcher, Golda Meir y otras más que no confundían bienestar con el título de un lema político y nunca intentaron ejercer gobiernos solitarios.
Porque el principal riesgo con Claudia Sheinbaum, desde luego, estriba en su dependencia intelectual y en un descuido efectivo hacia un hombre que en un sexenio desbarrancó un país en vías de prosperidad e impuso métodos autoritarios.
El antecesor llegó al gobierno con un poder compartido con ejecutivo, legislativo y judicial. A base de órdenes impositivas logró prácticamente anular las representaciones judicial y legislativa. Claudia llega con los tres poderes personificados en su mandato. Cómo utilice este poder obnubilado dependerá de lo mucho que se estime o se responsabilice.
Esto es, que Claudia podrá decidir leyes y reglamentos sin cortapisa alguna y solo bajo su muy particular consideración.
Claudia, lo hemos visto a través del tiempo, no es una mujer particularmente inteligente, tal así, que copia gestos, actitudes y reproduce como propia la fraseología del que muchos hemos considerado su titiritero.
La señora Sheinbaum llega al poder sin un respaldo real y su magro equipo depende más de López Obrador y ni siquiera de su partido.
Tendrá que ejercer la administración pública con los mismos entes ignorantes y oportunistas, más los que se le acerquen ahora.
Este podría ser el reflejo correcto del espejo negro. Al que opondremos la exclamación visual: “Dios nos coja confesados”.
Por ahora, no hemos visto que se mueva la rama de un árbol y que desde las alturas se expresen opiniones que podrían significar un buen indicio. Los 180 mil muertos, cuyos autores quedarán impunes, los cárteles de la droga con sus estructuras intocables y las versiones publicadas por periódicos de Nueva York asegurando que los tres hijos mayores del casi ex mandatario tienen expedientes abiertos ante la justicia gringa, y de hecho, se menciona que el propio López Obrador está bajo investigación.
Un dato resume la indignación de los vecinos del norte: es la negociación para liberar en Estados Unidos a nuestro ex secretario de la defensa, bajo la promesa de someterlo a juicio en México.
El alto militar fue recibido aquí por el presidente, quien sin decreto por medio ni mérito conocido, decidió en una ceremonia pública condecorar al ahora prófugo de la justicia del norte.
Como este, hay otros ejemplos parecidos y la justicia norteamericana se relame los bigotes pensando en el próximo ejercicio de su función en su ámbito político.
Al espejo negro solo le tenemos una pregunta: ¿Lo permitirá Claudia? O sencillamente, abrirá de entrada un desacuerdo que ignoramos cómo se resolverá.