Los meses avanzan, y se comienza a percibir el hedor de líderes políticos, medios de comunicación, empresarios, columnistas, líderes de opinión, que desean que este país se vaya al carajo.
Desearían muchos de ellos, que este país se convulsionara, que este país entrara a una debacle de todo tipo.
Cual perversos celebran las muertes, se regodean cuando hablan de las cifras de homicidios, se sobre/excitan con las infecciones del COVID19, morbosos como son, disfrutan hablar y utilizar los casos como el de Fátima y los feminicidios, para regodearse alrededor de la maldad, falsos y sinvergüenzas igual se suman a marchas cuyas causas ni siquiera les importan o motivan acciones de la delincuencia para que la sangre corra, porque para estos miserables de eso se trata.
Comen santos y cagan diablos, se dan golpes de pecho, se desgarran las vestiduras, impostan su voz cuando están en radio o televisión para dar la impresión de solidaridad o dolor, pero como buenos perversos en el fondo lo disfrutan, dan rienda suelta a las noticias falsas, expertos en criticar buscan el más mínimo error, sacan de contexto frases, situaciones, el asunto es golpear, lastimar, ofender, engañar.
Opinólogos muestran ya sin pudor alguno sus miserables deseos, pulsiones de muerte están desatadas dentro de sus círculos sociales, las tragedias son para ellos, motivos para brindar, los accidentes son eventos a celebrar, los actos sanguinarios de la delincuencia les despiertan su goce, piden más muertos, lo de menos son los finados, lo que les importa a estos desequilibrados es que aumente la cantidad de homicidios, que las formas de matar sean aún más crueles para tener primeras planas y marquesinas atractivas para un público que pocas veces cuestiona lo que estos perversos les ofrecen.
Tiempos de miserables, de bestias al acecho y salivando, esperando a que este país se muera, hoy más que nunca se requiere como ya lo hemos hecho muchas veces ser un contrapeso de vida que pueda enfrentar a esos que representan la muerte.