¿Qué hacer para que la sociedad no te etiquete como corrupto? ¡Fácil! Escribe un libro atacando a la corrupción.
Tal fue lo que muy posiblemente maquinó Alejandro Torres Palmer, quien el lunes de esta semana presentó su más reciente obra “literaria”: Ley General del Sistema Nacional Anticorrupción.
¡Vaya cinismo! Porque basta revisar la trayectoria de este personaje, para sacar a relucir sus incongruencias… y una que otra de sus corruptelas.
Y es que hay quienes lo ubican como contralor interno en el IMSS, cuando se encargó de cubrir las no pocas transas de quien ha sido reconocido como el director general más corrupto –¡y vaya que los ha habido– que ha tenido el Instituto Mexicano del Seguro Social: ¡Emilio Gamboa Patrón!
Luego, y ya durante el sexenio foxista, recuerdan a Torres Palmer como subsecretario de Control y Auditoría en la Secretaría de la Contraloría, donde fue el encargado de “limpiar” el primer gran escándalo de la pandilla criminal encabezada por el dueto Vicente-Marta: el famoso Toallagate, ocurrido en el 200, cuando en Los Pinos compraron toallas de 400 dólares, cortinas de 17 mil dólares y sábanas de tres mil quinientos dólares.
Fue también durante ese su encargo como subsecretario que Torres Palmer nombró contralores a modo en distintas dependencias del gobierno federal, a quienes instruía a generar observaciones y sanciones por malos manejos en las instancias donde estaban asignados para, posteriormente, solicitar a los titulares que contrataran a un despacho de su propiedad que les brindara la asesoría para la solventación de las observaciones ¡qué él había mandado a hacer!. Obvio que tal le representó cuantiosos ingresos.
Una de sus más recientes pillerías fue cometida durante el mandato de Rafael Moreno Valle, en Puebla. Porque durante parte de ese sexenio Torres Palmer, a través de su despacho, realizaba acciones de solventación… para luego ocupar ¡el cargo de secretario de la Contraloría del Estado!
En otras pocas palabras, Torres Palmer fincaba responsabilidades a distintos funcionarios del gobierno poblano, para luego recomendar a su despacho para la atención y solventación de las mismas, mediando como usted imaginará el pago de enormes cantidades por concepto de honorarios.
Hoy en día, con tal de seguir succionando del erario público, Torres Palmer pretende envolverse en la bandera de la transparencia y anticorrupción que enarbola el próximo gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador.
¿Basta un libro para limpiar todos los pecados del mundo?
Castro y Sánchez, ¿la mejor defensa es el ataque?
¡Dios lo hace y ellos se juntan… a desayunar en la cafetería Maque, frente al Parque México!
Socios en no pocos negocios, tocayos hermanados por la ingratitud, la prevaricación, la deslealtad y la apostasía, Luis Castro Obregón, el liquidador del Panal, y Luis Ignacio Sánchez Gómez, titular de la Autoridad Educativa Federal en la CDMX, compartieron los capuchinos y las conchas hace una semana y media para desgañitar frente a los demás comensales que ya están trabajando en tres vertientes que ellos –tecnócratas, al fin y al cabo– llaman “estrategias”.
La primera, para atacar como si fueran Lorets de Mola de petatiux a la maestra Elba Esther Gordillo, quien prácticamente los inventó a ambos de la nada. Clásico, dirían Denis Jeambar e Yves Roucaute en su Elogio de la traición.
La segunda, formar un nuevo partido político, aprovechando que Nueva Alianza conservará su registro como partido local en 24 estados, con la idea de relanzarlo… o crear ooootro partido distinyo a nivel nacional para el año 2021 y seguir mamando del presupuesto que aportamos los contribuyentes. Y es que ya les gustó el negocio.
Y la tercera, enfrentar a la maestra Gordillo y consolidar a Juan Díaz en el SNTE y que, con la ayuda de su íntimo amigo Marcelo Ebrard, Sánchez Gómez sea ratificado por tercer sexenio –ya Otto Granados se burló de que lleva 12 años en el cargo– como subsecretario de Servicios Educativos de la Ciudad de México o como se llame ahora, para seguir en el muy redituable “bisnes” de venta de plazas magisteriales “fantasma”.
Lo que Castro no debe presumir en público, eso sí, es que Juan Díaz le pidió a él que le consiguiera una cita con Enrique Peña Nieto, porque por él mismo no podía obtenerla.
Se ve mal traicionando la confianza de su jefe en turno… al que pronto va a traicionar. Es su naturaleza, pues.