Por Aurelio Contreras Moreno
A estas alturas, solo defensores oficiosos del gobierno de la autodenominada “cuarta transformación” afirman que el régimen actuó de manera correcta en la atención de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad de la covid-19.
Atrapados en sus propias trampas discursivas y ambiciones políticas, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y las administraciones estatales que le son afines fueron incapaces de articular un discurso coherente sobre lo que la población debía hacer en realidad.
El mismo hecho de que el presidente decidiese retomar sus giras por el interior del país sin ninguna necesidad objetiva de hacerlo –baste ver lo que ha ido a hacer a los estados: nada que no pueda coordinar desde sus oficinas centrales- con el país en semáforo rojo de alerta, demuestra que en lo único que está pensando es en la política, la “grilla” y las elecciones del año entrante. Con tan mal tino, que la semana pasada se la pasó evadiendo protestas en varias de las ciudades en las que puso el pie.
Más allá de eso, sin duda lo más grave es el mensaje que el mandatario ha proyectado desde el principio entre la población de un país para el cual la figura presidencial sigue teniendo un gran peso: si López Obrador anda por todo el territorio nacional y además sin medida de protección alguna, entonces la situación no debe ser tan grave. Y la gente que no tiene necesidad de hacerlo sale de su casa a veranear, con las consecuencias funestas que estamos viendo día con día.
A eso hay que añadir la total pérdida de piso del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud y vocero oficial del gobierno para el tema de la pandemia, Hugo López Gatell. Dejando de lado el discurso científico, el funcionario decidió subirse al “ring” político para desacreditar desde medios críticos de su gestión hasta a un Premio Nobel que recomendó el uso de cubrebocas para aminorar los contagios, solo porque contradice su opinión de que éstos no garantizan al cien por ciento no infectarse. Pero los preservativos tampoco aseguran protección absoluta contra una enfermedad de transmisión sexual y nadie ha recomendado dejar de usarlos por ese motivo.
Sin embargo, el signo más claro de que el burócrata al que le hicieron creer que era la “revelación” de la “4t” perdió el rumbo son sus tumbos predictivos. A fuerza de estrellarse contra la realidad, ha matizado sus afirmaciones en el sentido de que se “aplana” una curva de contagios y defunciones que no ha dejado de crecer los últimos tres meses.
Pero por si todavía quedasen dudas de la extraviada estrategia del gobierno –que causará más muertes que en los países europeos que conmovían a la opinión pública hace pocos meses-, desde la Universidad de Harvard uno de sus epidemiólogos, Eric Feigl-Ding, alertó sobre el altísimo porcentaje de 56 por ciento de índice de casos positivos a covid-19 que se registran cuando se llegan a aplicar las pruebas en México, lo que supera los escenarios vividos en Nueva York, Madrid y la región italiana de Lombardía. El científico subrayó que en el país existe un “diagnóstico insuficiente” y un “tratamiento deficiente”.
López Gatell jura que su estrategia ha funcionado porque no hay saturación hospitalaria, lo cual también es cuestionable. Pero baste saber que hasta el último corte, en México se acumula un total de 185 mil 122 contagiados y 22 mil 584 muertos. En números oficiales. Cuando en abril el funcionario previó un máximo de ocho mil defunciones.
Es un monumental y trágico fracaso, que como en todo lo demás, la “4t” se niega a aceptar.
Van por el INE
En el descaro total, el presidente López Obrador arremetió contra el Instituto Nacional Electoral y anunció que él personalmente será “guardián de las elecciones” intermedias de 2021. Lo que en los hechos significa que intervendrá en los comicios, ilegal y antidemocráticamente.
Tantos años de lucha para terminar convirtiéndose en Vicente Fox.
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