Magno Garcimarrero
Las nalgas son el centro educativo por excelencia.
La vocación paterna de educar y corregir, se ejerce precisamente sobre las posaderas de nuestros resignados, pero afortunados hijos.
Los códigos penales de muchos lugares, contuvieron por mucho tiempo el siguiente ordenamiento: “Los golpes dados y las violencias simples hechas en el ejercicio de corrección, no son punibles”.
Esta disposición, afortunadamente ya derogada, en su momento dio a las nalgas categoría de centro educativo universal, porque si bien la norma no hablaba directamente del lugar donde los padres debemos golpear; en otra parte de la ley se castigan los golpes con ánimo injurioso o hiriente.
Ahora bien, golpes como bofetadas, puñetazos al hígado, patadas a los riñones, son ofensivos, lacerantes; en cambio las nalgas las hizo Dios carnocitas como pensando en que su diseño era muy propio para recibir nalgadas.
Es curioso, pero mientras una cachetada despierta instintos asesinos, una nalgada mueve a veces hasta sentimiento de gratitud.
La función educativa de la región glútea no es ni con mucho la única ni la más importante: Siendo las asentaderas muy adecuadas para sentarse, están universalmente asociadas con dos grandes corrientes de pensamiento: por una parte, con la producción intelectual, por la otra con el ocio y el descanso.
Vistas de conjunto dan origen a las teorías del sedentarismo como etapa histórica del hombre coincidente con su florecimiento civilizador.
No de chiripa Auguste Rodin hizo a su Pensador precisamente sentado; es decir, usando nalgas y cerebro a la vez.
¿Qué conexiones internas tienen estos tres órganos? La ciencia está aún en pañales al respecto.
El ocio se mide en la actualidad bajo el sistema métrico de horas-nalga. Una hora nalga equivale a la facultad de un ciudadano de permanecer culiatornillado en su sillón, ejecutivo o no, las horas enteras.
Esta medida del tiempo ocioso es fundamental para calcular pérdidas, números rojos y monto de la deuda; y es aplicable a burócratas, estudiantes universitarios, líderes, diputados y charlistas de café.
Las horas-nalga son el ocio lo que las horas hombre son al negocio.
Pero no estaría completo este tratado de las asentaderas si no tocamos el aspecto erótico del asunto, lo cual debemos hacer con la delicadeza necesaria para no ofender a nadie, ya que se trata de un tema peliagudo, en que puede un tratadista resbalar con el menor descuido.
Estadísticamente se sabe, por encuesta hecha en los Estados Unidos y publicada por la cultísima revista científica “Play Boy”, lo que ya de por sí le da seriedad a la investigación, que a las damas tanto o más que a los caballeros, lo que más les llama la atención del sexo opuesto es precisamente la región glútea.
Luego debemos concluir que el amor llega por el mismo camino que la educación.
El aserto cobra características universales, cuando dentro de culturas tan opuestas a la norteamericana, como las africanas de África y las africanas del Caribe, conceden tanta importancia a la zona trasera, como lo registra el adagio que afirma:
“Si el negro no tiene la nalga bolea, el negro no vale na”.
Y bien ya que tocamos el aspecto racial, cabe hacer notar que, en la clasificación de las razas, es precisamente la conformación glútea un rasgo característico digno de tomarse en cuenta, y en particular lo que caracteriza a las razas oscuras se conoce como esteatopigia, nombre que hace referencia a su redondez y prominencia.
En otras razas el acento no está en el asiento, lo que da variedad al rasgo digno de tomarse en cuenta.
No sería imprudente conjeturar que muchos de los votos recibidos por Barak Obama, pudieron haberse debido a la parte del cuerpo aquí comentada.
La observación vulgar da clasificación también a la forma de esta interesante región del cuerpo humano, haciendo distinción entre nalga boleada, nalga vaquera y nalga canaria.
La primera ya la describimos como característica de la negritud; la vaquera es más bien atributo de los grupos arios y caucásicos; la canaria, como su nombre lo indica viene de can: nalga de perrito atropellado.
Algunos platicadores de cafetín le atribuyen la calidad de triste, lo que ha conducido a su caracterización analógica de nalga de cebolla, por aquello de que son para llorar.
En estos tres grandes grupos caben casi todas las formas normales. La anormalidad por supuesto nos podría dar otras muchas distinciones.
Quede esta monografía como el primer ensayo introductorio a un tema de suyo interesante pero abandonado por razones absurdamente moralinas y mojigatas.
Ojala investigadores mejor dotados que este servidor, añadan observaciones y análisis a la naciente ciencia nalgótica.
M. G.