De memoria
Carlos Ferreyra
Anuncia a voz en cuello la candidata oficial Claudia Sheinbaum que el primer acto de gobierno será cambiar la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos.
Será transformada en constitución moral y, para que quede claro de qué lado masca la iguana, aclara que es propósito y sugerencia de Andrés Manuel López Obrador.
El pejesaurio tuvo su primera reunión oficial en los salones del palacio virreinal con los representantes de todas las sectas cristianas conocidas, exceptuando a los católicos y dieron preferencia a los evangélicos.
Acostumbrado a atropellar toda norma legal el mandatario resulta espurio si aceptamos la versión de que es pastor evangélico y en calidad de tal gobierna.
Este acto fue también la primera gran tarascada al erario, al repartir tareas entre los grupúsculos presentes, para reproducir al infinito la cartilla moral vasconceleana y su reparto hasta el último rincón de la patria.
Personalmente nunca conocí a nadie que recibiera tan preciado obsequio, lo que permite dudar del número de impresos y de un supuesto aparato para su distribución.
En la ocasión el hombre surgido de los pantanos de Centla encargó a su secta evangélica la redacción de otra constitución que rija la conducta pública de los mexicanos.
Y señaló, para no dejar lugar a dudas, que pasaría a transformarse en un documento moral quitándole toda implicación política.
La biblia, pues, será el novedoso documento bajo el que regirán su comportamiento público los habitantes del país. Ya se anunció, por Claudia, que el documento está listo, aunque nadie conozca su contenido.
La novedosa carta Magna establecería el continuismo y la reelección inmediata para el mandatario el turno, a quien además dotará de facultades superiores a las que conceden las actuales leyes, anulando, en gran medida, los institucionales tres poderes que conforman la nación.
Los que han estado cerca del presidente, aunque precavidamente ahora se le alejen un poco, aseguran qué López Obrador conforma tres días para llegar a su único fin: ÉL.
En ningún caso, y ni siquiera por accidente maneja el riesgo de que la elección la gane la empresaria Xóchitl Gálvez.
El escenario ideal plantea el triunfo de Claudia, la permanencia del tabasqueño en su recinto virreinal y desde ahí, sin cargo alguno ni responsabilidad concreta, seguiría siendo guía para la nación.
No aceptaría cargo oficial porque quedaría como autoridad superior la Sheinbaum, que no sólo podría enmendar decisiones o sugerencias sino en caso extremo, rectificarle públicamente o regañarlo.
El panorama de emergencia total concordaría la anulación de las elecciones por el exceso o el abuso de tropelías y atropellos de las dos candidatas.
Pasaría a ejercer un virtual gobierno sentado en las bayonetas.
En cualquiera de los casos conservaría el espacio para las mañaneras que le serían útiles para dictar la línea a la gobernante, a los gobernadores y a los congresos estatales.
En cualquiera de los casos estaría listo para la emisión del nuevo documento para regir la vida pública y privada de los mexicanos.
Poco falta para saber cuál será su decisión porque, queramos o no este país progresivamente se ha ido acostumbrando al acatamiento de la voluntad de un solo hombre.
Voluntad que algunos consideran enfermiza y otros la atribuyen a la naturaleza como caprichos seniles.
Pronto lo sabremos…