Juan Luis Parra
Una obra de drenaje en Cajeme, cuatro trabajadores bajan a una alcantarilla de seis metros sin equipo, sin condiciones, sin seguridad. Tres mueren intoxicados por gas metano, uno más sobrevive de milagro. El gobierno del presidente del Consejo Nacional de Morena, y gobernador del estado, ya había advertido del riesgo, pero la obra continuó.
¿Quién dio la orden? Nadie sabe. ¿Quién contrató? Nadie se hace cargo. ¿Quién responde? Tampoco.
El presidente municipal, Javier Lamarque, solo alcanzó a decir que la obra era de una empresa privada, que no era su culpa, que se va a investigar. Lo mismo de siempre.
Muertos en el pozo y el alcalde buscando cómo salir limpio, como si no fuera él quien encabeza el gobierno que licita, supervisa y aprueba estas obras.
Como si la tragedia no le tocara.
Lo verdaderamente insultante es que en medio de todo este desastre, Lamarque ya se promueve para ser el próximo gobernador de Sonora. Sí, el mismo que no puede garantizar que una cuadrilla baje segura a trabajar en su propio municipio. El mismo que ha convertido a Cajeme en un ejemplo de lo que no debe ser un gobierno.
Ese quiere gobernar todo el estado.
Pero claro, no lo hace solo. Tiene con qué. Su amistad de años con Claudia Sheinbaum es su boleto dorado.
Se conocen desde la vieja izquierda en la capital. Y ahora que ella manda, él se apunta. No importan sus resultados, no importa Cajeme, no importan los muertos.
Lo que importa es la cercanía. La lealtad.
El municipio está hundido en baches, drenajes colapsados, inseguridad, extorsiones, abandono. Pero eso no le impide dar entrevistas, tomarse fotos, soltar berborrea sobre transformación y continuidad. Como si la gente no viera la podredumbre cotidiana.
Mientras tanto, desde afuera, Estados Unidos empuja con todo. La política de abrazos ya no sirve. La presión por el fentanilo y el contrabando de combustibles exhibió todo lo que el gobierno de Sheinbaum no quería mostrar: colusión, redes de corrupción, agujeros en aduanas y puertos. Lo dijo Héctor de Mauleón cuando visitó Sonora por un foro organizado por la Coparmex y no se equivocó: la presión vino de fuera, pero el desastre está adentro.
Sonora no está fuera de eso. Aquí también se tolera, se pacta, se voltea la mirada. Aquí también se muere la gente por negligencia, por impunidad, por gobiernos que no sirven pero aspiran a más.
Lamarque debería estar explicando lo que pasó en la alcantarilla, dando la cara, enfrentando consecuencias. Pero no. Está ocupado en su próxima candidatura. Y si nadie lo frena, lo veremos en las boletas con acordeones.