Luis Alberto García / Moscú
*La victoria sobre Alemania en Rusia, flor de un día.
*España y Checoslovaquia, los rivales en Chile 62.
*Algo para recordar: 8-0 en Inglaterra; 5-0 en la RDA.
*César Luis Menotti exigía rivales de calidad internacional.
“Cambia nuestra historia, que día, no es un sueño: la Selección Nacional (con mayúsculas) transformó el ‘si se puede’ en ‘sí se pudo’, porque un equipo de mexicanos ganó a Alemania, campeón del mundo…es el principio, inicia una nueva era”.
Así encabezó el periódico “Record”, uno de los principales diarios deportivos de la Ciudad de México, su edición del 18 de junio de 2018, al reseñar lo ocurrido sobre la cancha del estadio Luzhnikí de Moscú un día antes.
Hirving Lozano, apodado el “Chucky”, anotó el único gol del juego a los 35 minutos del primer tiempo a Alemania, desatando una euforia –no patriótica sino patriotera-, como nunca que se había visto en el país con motivo de un Campeonato Mundial de Futbol.
Ni siquiera cuando, el 7 de junio de 1962, en el estadio Sausalito de Viña del Mar, Chile, el cuadro dirigido entonces por don Ignacio Trelles venció (3-1) a Checoslovaquia que, además de compartir el Grupo 3 con Brasil y España, llegaría a la gran final ante la verde amarela, que vencería a los potentes centroeuropeos por el mismo marcador, diez días después.
Con Gottfried Dienst como árbitro central –el mismo que validaría en Inglaterra un gol de Geoffrey Hurst que nunca entró a la portería y que daría el cetro mundial de 1966 a los anfitriones, que ganaron (4-3)-, México obtuvo su primera victoria mundialista en más de tres décadas.
Trelles alineó a Antonio Carbajal, Jesús del Muro, Guillermo Sepúlveda, Ignacio Jáuregui, Raúl Cárdenas, Pedro Nájera, Alfredo del Águila, Salvador Reyes, Héctor Hernández, Alfredo Hernández e Isidoro Díaz.
A partir de entonces hubo otros choques con cuadros europeos –como excepción, es de recordarse el 8-0 que los ingleses impusieron a los mexicanos en el estadio londinense de Wembley, el 10 de mayo de 1961, casi un año antes del torneo de Chile-, entre los que, como antecedentes a la victoria de Moscú, destacan tres partidos contra Alemania: dos perdidos y uno empatado.
En 1971, la selección mexicana jugó seis encuentros en Europa, perdiendo el primero sin oponer la más mínima resistencia: “Cometimos el error de limitarnos al juego defensivo y debimos atacar”, reflexionó seriamente el ingeniero Javier de la Torre, director técnico nacional después de la derrota (5-0) ante el conjunto de la entonces República Federal Alemana.
Con un gol de Horst Koppel, tres de Gerard Muller y otro más de Gunter Netzer, ese país jugó con nueve futbolistas que ganarían la Copa Europea de Naciones de 1972, y de ellos, ocho serían campeones del mundo en 1974 , y con mencionar a dos es suficiente: Sepp Maier y Franz Beckenbauer.
Las hemerotecas guardaron los nombres de las víctimas mexicanas: Ignacio Calderón, Genaro Bermúdez, Gustavo Peña, Guillermo Hernández, Mario Pérez, Luis Amuchástegui, Mario Velarde, Roberto Rodríguez, Horacio López Salgado, Enrique Borja y Juan Manuel Borbolla.
Más de veinte años después, el 14 de octubre de 1992, en el estadio Rudolf Herbig de Dresde, el equipo mexicano dirigido por César Luis Menotti empató (1-1) con un escuadrón alemán en el cual, notablemente, alineaban Jurgen Klinsmann, Rudi Voller y Lothar Mathaus, quien jugó cinco Copas del Mundo, sumados Antonio Carbajal y Rafael Márquez a ese grupo mínimo y tan selecto.
Menotti siempre pidió que el “Tri” tuviera partidos con rivales de categoría internacional, y cuando parecía que México perdía aquel juego con un tanto de Voller, al inicio del segundo tiempo Misael Espinosa envió un centro que Carlos Hermosillo bajó con el pecho, Matthaus lo estrelló en la cara del atacante mexicano y el balón rebotó hacia el arco.
Los elementos alineados por Menotti para ese choque fueron: Jorge Campos, Raúl Gutiérrez, Juan Ramírez Perales, Claudio Suárez, Ignacio Ambriz, Misael Espinosa, Miguel España, Guillermo Muñoz, Carlos Hermosillo, Alberto García Aspe y Luis García.
Invitado a participar en la Copa Confederaciones de 2017 en Rusia, el equipo de México enfrentó en el estadio Fisht de Sochi a Portugal –el campeón europeo-, para perder (2-1); caer frente a los locales (2-1); y vencer finalmente a Nueva Zelanda (2-1), consiguiendo así el derecho de pasar a la semifinal contra Alemania.
Joachim Low enfrentó con un equipo alternativo y juvenil a Guillermo Ochoa, Néstor Araujo, Jonathan y Giovanni dos Santos, Miguel Layún, Raúl Jiménez, Javier Hernández, Héctor Moreno, Héctor Herrera, Javier Aquino y Osvaldo Alanís, quienes -de cara al sol, diría Manuel Seyde, maestro de periodistas- sucumbieron (4-1) con dos goles de León Goretza, y los restantes de Timo Werner y Alí Younes.
De los héroes vencedores en el estadio Luzhnikí el 17 de junio, un año atrás -el 29 de junio de 2017- , Juan Carlos Osorio, director técnico colombiano, cuyo método de juego había sido instrumentar las llamadas rotaciones o cambios de alineación de un juego a otro, utilizó a seis futbolistas, incluido Marco Fabián, que no participó en “la gesta moscovita”, según el diario “Record”.
Fabián, contratado por el Eintracht de Frankfurt en 2016, anotó el único gol de México al final del encuentro en Sochi, propiciando comentarios sobre las irregularidades y defectos del combinado mexicano, meses antes de que se supiera que iniciaría su participación mundialista frente al campeón alemán.
A lo largo de su historia, México ha jugado 61 partidos oficiales y amistosos de preparación en Europa, con 15 empates, 31 derrotas y 15 victorias, hasta arribar a la mayor con el más duro de los sinodales, quedándose sin llegar en Rusia 2018 al ya célebre “quinto partido”, el único y más anhelado, el que falta para, verdaderamente, dejar de ser los “ratones verdes” que descubrió Manuel Seyde en 1970.
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