La vida política del ahora senador Manuel Bartlett Díaz está salpicada de tragedias e infamias. Quizá estas últimas sean más negras que las primeras. Su primer cargo en el PRI fue obtenido gracias al mayúsculo error –sin parangón en tragedia griega o latina que se recuerde–, de haber regalado a Carlos Madrazo Becerra, por un pinchurriento cargo de asistente, la finca “Las Coloradas”, que hoy es el centro urbano de Villahermosa…
… herencia de su padre, un viejo jurista, gobernador del llamado Edén, que había sido defenestrado y abochornado públicamente unos cuantos años antes por el llamado Ciclón del Sureste, el mismo que recibía en prenda la heredad familiar celosamente custodiada durante años por la familia de Manuelito. Los hermanos cedieron dando paso a las exigencias de su ascenso partidista.
Desde entonces, Bartlett, habiendo perdido todas las brújulas de su vida y el poco honor que de aquél episodio de su primer empleo le había quedado, fue un obsequioso achichincle de todo aquél que se atravesara en su indómita carrera. Pasó por el PRI de Lauro Ortega con las mismas prendas, una vez que la vida política de Madrazo terminara trágicamente.
La Comisión hacía ganadores a quien le diera la gana
En 1988, tras haber ocupado varios cargos de director y asesor, así como la Secretaría General del CEN priísta durante la campaña delamadridista, Manuel Bartlett ya era secretario de Gobernación y, por ir aparejado con ese cargo, conocía como nadie el funcionamiento de la Comisión Federal Electoral en la que fungía como presidente. Esa Comisión, destrozada por el caprichato priísta, era donde concurrían todos los consejos de las franquicias políticas a levantar el dedo, a cambio de las jugosas recompensas que el sistema ofrecía a sus fieles. Le costó años aprender todas las mañas y las truculencias, como Secretario Auxiliar del organismo pelele.
La dichosa Comisión tenía una gran autonomía y, de pilón, la manga ancha para nombrar las comisiones locales electorales y los comités distritales en las 300 circunscripciones políticas del país, pues todo era cuestión de ponerse de acuerdo con los gobernadores priístas –que eran todos– para hacer oficiales las designaciones y los fallos electorales, cualesquiera que éstos fueran, en favor de quien fueran.
Pretende excusarse de su participación el fraude electoral de Salinas
La permisividad de la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales era tal, que no se movía la hoja de un árbol sin que el presidente de la CFE, el entonces secretario de Gobernación, estuviera enterado y decidiera qué hacer en todo caso. Era un órgano oficial del Gobierno, con todo lo que ello implica. Con todos los medios a su servicio.
Por eso y por muchas razones más, no puede explicarse la catarata de enredos del ahora senador del PT, al pretender excusarse de haber influido decisivamente para que Carlos Salinas de Gortari fuera declarado vencedor de la elección de 1988, y menos su hipócrita afirmación de que la caída del sistema no fue ordenada por él, tanto a Oscar de Lassé, como a José Newman Valenzuela.
Los dos sujetos dependían absolutamente de él y lo acompañaron largos años en varias de sus encomiendas, políticas y personales. Muchos afirman que también tuvieron que ver, junto con Fernando Elías Calles, su poderoso subsecretario, en la conce$ión indiscriminada de las decenas de patentes a los trasegadores, cuestión que le cerró el camino a Los Pinos, y lo dejó franco para Carlos Salinas de Gortari.
La caída del sistema se debió a una decisión tomada por Manuel Bartlett
Ahora, Bartlett sale con el cuento chino de que la caída del sistema en las álgidas horas de la noche del 6 de julio de 1988, la noche de la elección presidencial, se debió a una reacción visceral de Miguel de la Madrid, al ver que Jorge de la Vega Domínguez, el presidente del CEN del PRI había dado vencedor a Salinas sin contar con las cifras oficiales. Recurre Bartlett Díaz a las memorias del hombrecito gris que desgobernara a México de 1982 a 1988, como si se tratara de un palimpsesto esenio.
Pero quienes recuerdan con precisión aquellas horas aciagas en un anexo del Palacete de Covián, son testigos de que la caída del sistema se debió a una decisión tomada por Manuel Bartlett, con el asesoramiento in situ de Patricio Chirinos Calero y –¡claro!– de Joseph Marie (Pepe) Córdova Montoya, alfiles del salinismo en la mesa de las votaciones y escrutinios oficiales del fin de la jornada que acabó sepultando la incipiente democracia mexicana.
El PAN, en la jugada; Diego sigue llamando a CSG “su presidente”
Tan es así, que todos ellos tuvieron que jugar un papel crucial para restañar las heridas que el horrendo entrambulique había dejado en Manuel Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra de Piedra, ante los multitudinarios mítines y movilizaciones en los que la raza pedía una explicación siquiera razonable.
Todos los candidatos recibieron el consuelo del sistema. Unos en mayor medida que otros, usted sabe. Por lo pronto, el sistema priísta tuvo que recurrir a las viejas artimañas de Luis H. Álvarez y Diego Fernández de Cevallos, a quien posesionaron del PAN y le dieron cuanto quiso, en términos económicos y políticos. Hasta la fecha el llamado Jefe Diego, la afanosa ardilla de Los Pinos, sigue obedeciendo a “su Presidente Salinas”.
El premio a Bartlett, la gubernatura de Puebla y, luego, la SEP
Las concertacesiones priístas al poder blanquiazul, que se reflejaba en las abultadas votaciones del Colegio Electoral de la Cámara de Diputados en favor de Salinas de Gortari para ungirlo Presidente de la República y en la quema de boletas electorales resguardadas por órdenes de Bartlett en San Lázaro, que estuvo a punto de acabar con ese mausoleo indigno, no sólo fueron gubernaturas, sino el poder real de la decisión en todos los niveles estratégicos del salinismo-cordovismo-zedillismo.
El premio al secretario de Gobernación Bartlett, ganado a pulso en esa campaña contra la voluntad mayoritaria del pueblo de México que había votado por Cuauhtémoc Cárdenas, fue la concesión graciosa de la gubernatura de Puebla con Salinas, y la Secretaría de Educación Pública, bajo el régimen del traidor Zedillo.
Ese fue el premio político. Pero hubo uno más grande: olvidarse de su participación en los crímenes de periodistas políticos, como Manuel Buendia, y de su abierta labor en favor de grandes pandillas delincuenciales del fuero federal que fueron premiados con patentes de corzo en todo el territorio nacional para sembrar el horror del narcotráfico hoy esplendente.
Echar tierra también al asesinato de Enrique Kike Camarena Salazar, ejecutado por los trasegadores, cegando terminalmente sus labores de viejo espía de la DEA entre las pandillas del narco. Una cuestión que le valió al secretario de Gobernación Bartlett una despiadada maltratada pública del viejo actor John Gavin, habilitado por otro actor, Ronald Reagan, como embajador de los Estados Unidos en México.¡ Y todavía se pregunta por qué no puede pisar suelo estadounidense!
Desde el Senado, también se culiempina a las órdenes de Los Pinos
Fiel a su tradición, Bartlett apechugó sin hacer gestos, igual que frente al desdoro y la deshonra que le produjo todo el trago amargo de la elección presidencial de 1988 y la caída del sistema electoral federal. Vivió con esa pesadilla ganada a pulso 29 largos años. Y le llegó la hora de lavarla, según él, hoy que funciona como cancerbero impasible y despiadado del equipo de López Obrador, a quien también ha hecho tanto daño, confinándolo de sus simpatizantes.
Sibilino de formación, obsecuente hasta la indignidad, Bartlett declara un día que Salinas se robó la elección, para después afirmar campechanamente que él no sabe si Salinas perdió o ganó, ¡después de que la Comisión Federal a su cargo lo declaró triunfador! Es de los que piensan que no existe archivo después de 24 horas.
Cuando todos sabemos que la obtención de la senaduría plurinominal del Partido del Trabajo, la franquicia exclusiva de la propiedad de Beto Anaya, fue producto de una nego$iación en lo oscurito que le diera el fuero indispensable para navegar por los procelosos mares de la política fullera y mercachifle que todos padecemos.
Desde su escaño en el Senado, siempre culiempinado en obsequio de las decisiones superiores de Los Pinos, Bartlett ha fingido ser un legislador “progre”, un supuesto defensor de las causas perdidas… a toro pasado. Hasta que le llegó la hora de enfrentarse a su pasado. Una historieta borrascosa, plagada de infamias y traiciones.
Sus retintines conmueven sólo a los ingenuos. La gran mayoría de la población hambrienta y desesperada, empobrecida por el salinismo-cordovismo-zedillismo, todavía recuerda al verdadero Bartlett, uno de los más grandes y conspicuos depredadores y lambiscones que este país ha conocido.
Su cinismo impune distrae, divierte, aunque ahora ponga cara de yo no fui
Quizá sea por eso que los miembros de la claque en el poder aprecian sus arrebatos y admiran en todo lo que para ellos vale su cinismo impune. Distrae, divierte, aunque él ponga cara de yo no fui y se pasee entre libros que no ha leído y obras de arte tras las que esconde su patética miseria intelectual.
¿Usted qué haría?, pregunta uno de los aplaudidores frenéticos de Bartlett, desde su escondite de Los Pinos.
Índice Flamígero: Y en la SCT –¿Secretaría de Corrupciones y Transas?—siguen haciendo de las suyas, tanto a nivel central, donde ponen el mal ejemplo, como en las delegaciones que parecen decir “lo que hace la mano, hace la tras”. Ya le platiqué aquí el más reciente 15 de junio de lo que están haciendo en la que corresponde al estado de Hidalgo, donde la llamada Modernización del Río de las Avenidas, en Pachuca, Hidalgo. Tras la ingeniería “chafa” –obras no concluidas, pero sí cobradas; uso de materiales de pésima calidad, etc.–, el delegado y subalternos están dedicados, ahora, a la ingeniería “documental”, cambiando las distancias de acarreos de los materiales, por ejemplo, para que “cuadren” las cantidades pagadas por los contribuyentes y cobradas por los “cuates” de los funcionarios. La distancia de acarreo para el material a sacar de la obra está en un máximo de 4 kilómetros. Para materiales a ocupar en la obra hay dos lugares de donde se consiguen, el primero a unos 13 Kms. y el segundo a 32 Km., distancias aproximadas. Pues se van a cobrar 10 Kms. para los acarreos de desechos y ¡hasta 102 Kms.! para los que se ingresaron en la obra. Con esto pretenden no llamar la atención de la Contraloría, pues los volúmenes están dentro de lo considerado inicialmente. El importe de este “pequeño” cambio se acerca de los 5.5 millones de pesos. Nada mal, ¿no cree usted?
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