HOMO POLÍTICUS
PAVE SOBERANES
- Zancadas de Vanidad en la Gran Muralla
La diputada federal Sandra Anaya voló a la República Popular China para, entre otras cosas, correr por La Gran Muralla China que evoca poder imperial y opulencia, construida por miles de esclavos que terminaron muriendo en lo que historiadores llaman el cementerio más grande del mundo.
Es Anaya de MORENA y representa al estado de Morelos. Con su viaje, aún sufragado con dinero propio, lo que tendría que demostrar, aumentó el número de distinguidos correligionarios suyos que prefirieron turistear en el extranjero, inobservando el llamamiento sheinbaumista de austeridad y humildad, con un acto de ignorancia histórica, ostentación y contradicción ideológica. Ceguera política es cuando alguien cree que el público admirará lo que en realidad percibe como vanidad.
Del viaje de placer se supo porque fue la propia Anaya —quien como diputada federal defendió a Cuauhtémoc Blanco de la denuncia penal por presumiblemente haber atentado contra la integridad sexual de su hermana agnada, Nidia Fabiola, gritando «¡No estás sólo!»—, hizo público un video que mina el discurso moral de su partido político, ignorando las tesis políticas de moderado comportamiento de sus jefas políticas Claudia Sheinbaum y Luisa María Alcalde, a menos que ella considere que no lo son.
—Tengo para eso, y un poquito más, desveló a periodistas que cuestionaron la adquisición irregular de predios, a precio de remate, en Tequesquitengo. Incluso, al periodista Gerardo Suárez, del tabloide El Regional, autor de la investigación periodística sobre el proceso de compra-venta de los terrenos, Anaya Villegas amenazó con denunciarlo penalmente. Versiones no confirmadas aseguran que la diputada federal devolvió los predios para atajar la investigación judicial, sin poder eliminar el daño reputacional.
El viaje a China presumido políticamente no es sólo eso, sino un gesto político mal calculado, como el de Monreal y Andrés Manuel chico, que se fueron a Madrid y Tokio, lejos del discurso acabado de austeridad republicana y pobreza franciscana. El acto de correr en política es una metáfora rancia por recurrente de esfuerzo, disciplina y superación… que nadie cree ni avala ni admira.