Magno Garcimarrero
El año pasado, o antepasado en que la burocracia “digitalizó” los registros de nacimiento, se confundieron con el mío y el de mi hermano gemelo, porque el acta de nacimiento es solo una para los dos, resultó entonces que, habiendo ya una anotación de defunción, a mi difundo hermano lo resucitaron y a mí me dieron por muerto.
Tuve que enrollarme en un trámite burocrático de nunca acabar para corregir el error y, ahora me asalta la duda muy lógica de que, el día que yo muera y alguno de mis deudos concurra a levantar el acta de defunción, algún redomado burócrata puede salir con un: “¿Otra vez se murió este señor?”
Y metan a mi familia en una corredera para inhumarme antes de comenzar a oler feo. Así que recomiendo desde ahora que sin apuros intenten solventar el error burocrático y, si no, hagan a un lado la tramitología, levanten una pira a la orilla del río, al mas puro estilo hindú, que leña basta y sobra para eso, y despidan mis humos cantando, bailando y brindando con tequila, mezcal o mejor: aguardiente de caña de Mahuixtlán. ¡Queda dicho!
M.G.
 
			 
			



