Magno Garcimarrero
Serían las tres… cuatro tal vez de la mañana. Alfano García sentado frente a su escritorio, miraba sin ningún esfuerzo las notas sobre una hoja de papel que, con su blancura reflejaba apenas la luz penumbral del plenilunio. Tras la gran ventana las hojas de un árbol movido por la brisa, daban intermitencias a la luz de la luna, no obstante, y a pesar de la provecta edad de Alfano, no tenía necesidad de anteojos.
Entre sus auto halagos, presumía de ser “noctívago nictálope”, palabras que repetía cuando intuía que sus escuchas preguntarían: ¿qué es eso?, entonces redundaba en una larga explicación memorizada a través de los años. De un tiempo acá, quizá poco después de la muerte de su hermano por quien tantas lágrimas había derramado, había notado que veía mejor en la oscurana de las madrugadas, mientras que la luminiscencia del mediodía lo deslumbraba dolorosamente; desde entonces prefería pasear de noche por los senderos del jardín de su casa, bajo el palio estrellado del cielo.
En el primer renglón del escrito se leía: “Cobrar préstamo al velador”. Le hizo una marca de “palomita” al renglón y, en ese mismo momento salió al jardín y caminó hasta el puesto del hombre que sentado en la orilla de un catre, alumbró con su lámpara de mano hacia la sombra humana que vio acercarse. -Raymundo, soy yo: Alfano, no te alarmes- dijo el viejo y, sin más le espetó: “vengo a recordarte que hace casi un año me pediste prestados dos mil pesos y dijiste que me los pagarías cuando vendieras el cerdo.
Mira que yo ya no se si voy a despertar mañana, tengo 89 años y mil dolencias y, no quiero dejar pendientes. Bien se sabe que quien muere dejando pendientes no logra que descanse su alma y, viene a buscar a sus deudos y, más a sus deudores, yo no quiero morir y luego venir a hacerte pesados tus rondines alrededor de mi casa.” Raymundo se disculpó con razones que creyó sensatas y, prometió pagar el adeudo en dos semanas. Alfano aceptó la promesa a pesar de haber dicho no saber si mañana amanecería.
Nuevamente frente a su escritorio, con la lista de pendientes a la vista, marcó con una palomita: “reclamarle al señor Herrera la devolución de los metros de tierra que se tomó en exceso”. Años atrás Alfano y su hermano gemelo: Benito, tenían en copropiedad un terreno que, acordaron vender a Herrera, pero éste una vez habiéndolo adquirido, movió el lindero y se apoderó de algunos metros más de la propiedad de los gemelos, éstos le reclamaron, pero aquel le dio largas al asunto, atenido a que la ancianidad de los vendedores, obraría la solución por vías de la defunción, antes de cumplir con el reclamo de ellos.
En efecto, la reclamación se entretuvo por la inesperada muerte del hermano idéntico y, pasaron así catorce años en los que Alfano trató de buscar el olvido y de ese modo aliviar la pena por la pérdida de su querido mellizo. Evadía pues, todo asunto que en vida hubiera involucrado a ambos gemelos y, solo recordaba con gusto las humorosas confusiones que provocaba su parecido, y los buenos ratos que, durante 75 años habían compartido en una convivencia risueña y feliz.
Buscar a Herrera implicaba viajar hasta un poblado algo lejano de la ciudad, así que, aún palomeado el pendiente, decidió esperar al día siguiente para tener la ayuda de un buen amigo que lo llevara en auto. Concertado el favor con el tal amigo, pasó su día sin sobresaltos de la rutina diaria: desayuno frugal, copa de tequila a las doce con botana de cacahuates, comida casera a las tres de la tarde, siesta y… en la siesta soñó que su gemelo llegaba a buscarlo. – ¡Ah! Que oportunamente vienes- le dijo a su hermano- tenemos que resolver el pendiente que tenemos con Herrera respecto a la devolución del terreno que nos quitó.
¿Acaso no sabes? – dijo el otro- Herrera donó ese terreno, antes de morir, al ayuntamiento y, ahora es parte del cementerio municipal. Además, para que te enteres, yo de todas maneras voy para allá porque morí hoy en la madrugada y tú… Tú, estás muerto desde hace catorce años y enterrado justamente en ese panteón.
Alfano ya no despertó de su siesta.