La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
No soltaron al tigre, pero le dieron patente de corsario al Gatell, salió peor
Si hay un país, que se caracteriza por el cinismo de sus funcionarios ante una falta, es México. Pase lo que pase, se aferran al ‘hueso’ y no lo sueltan, hasta que los corren.
En otras naciones, con una democracia funcional, si hay cualquier señalamiento o sospecha, el servidor opta por separarse del cargo, mientras se aclara la situación.
En nuestro país siempre ha sucedido, sólo en casos extremos, se procede a remover o ‘enfermar’ a un acusado, mismo que, por ‘motivos personales’, decide retirarse del cargo. Trátese de la Estela de Luz, del socavón del Paso Exprés en Cuernavaca, de complicidades con el crimen organizado, de saqueos a erarios estatales, nada perturba al responsable.
Aunque en la presente administración, han cacareado que la forma de hacer las cosas cambió, hay evidencia en contario y una de ellas, es la actuación del doctor López-Gatell, principal responsable de la fallida política pública para contener el COVID19.
Quién ha puesto los plazos para mitigar la pandemia es don Hugo. Los escenarios para el número de contagios fueron suyos. Quién sugirió las posibles cifras de muertos, fue el aludido. Por ello, las críticas son, básicamente, a los dichos del señor López-Gatell.
No se trata de objetivos impuestos desde fuera, sino de fallos en metas asumidas. Por lo tanto, si su jefe o el mentado tuvieran ética, ya debió renunciar, pero no, aquí fue premiado.