Por: Jafet Rodrigo Cortés Sosa
La expedición nos llevó cada vez más adentro de aquella selva espesa. Guiados por las tenues señales pintadas en un viejo y roído mapa, caminábamos a ciegas.
Cada paso, volvía más difícil ubicarse entre los inmensos árboles, sin señas particulares que permitieran identificar una ruta idónea para llegar lo más pronto posible a la equis que se encontraba marcada. Los ríos símiles que atravesábamos, producían la sensación de volver al comienzo una y otra vez.
Mientras el calor extenuante nos deshidrataba con cada transpiración emitida, la humedad del ambiente penetraba cada milímetro de la piel. Pese a las terribles condiciones que empeoraban selva adentro, con una perpetua amenaza de muerte por parte de todo lo que nos rodeaba, en el mapa viejo y roído se encontraba el motivo para continuar, que se traducía en la ambición corsaria del botín.
Si reflexionamos por un momento, podríamos encontrar aquel motivo que nos hace avanzar, pese a todo. La motivación es el combustible que nos da la energía de dar el siguiente paso y el siguiente. Esa razón que nos impulsa podría ser la ambición de poder, así como también podría ser un sueño que hemos trazado.
LA BÚSQUEDA
Personalmente veo la motivación como una búsqueda que nos invita a responder una pregunta medular, ¿qué es lo que queremos?, de ahí nacen una serie de respuestas que podrían haber sido moldeadas por nosotros, como también por la influencia del mundo que nos rodea, que ha martillado nuestros deseos, instaurando motivos que no son propiamente nuestros.
El consumo se ha convertido en un poderoso motivo, esa búsqueda por obtener recursos que nos permitan gastar en aquello que nos hicieron creer que queremos, pero no necesitamos en nuestra vida. El esfuerzo por cumplir los sueños de alguien más, ser la carne que alimenta el cañón de los motivos de personas ajenas, que probablemente ni les interese nuestra existencia.
Cuando pretendemos buscar algo, tenemos forzosamente que saber qué es lo que queremos, por ello es importante observar dentro, para asegurarnos de que nuestro motivo es lo suficientemente nuestro como para seguir por la misma ruta. No tiene nada de malo retirarnos a tiempo, con nuestra dignidad, renunciar a aquello que no nos está acercando a lo que queremos; dar un paso atrás para cambiar de ruta, asegurándonos que el lugar correcto es el ahora.
EL COMBUSTIBLE
¿Qué es lo que te motiva a seguir?, ¿la ambición?, ¿un sueño?, el penetrante miedo?, ¿el amor?, ¿la fe?, ¿la costumbre?, todos tenemos nuestra propia motivación, que se vuelve aquel combustible que nos hace caminar un paso más. Depende de aquello que nos haga seguir, así como la duración que tenga.
El miedo, podría decir que es un motivo muy común, proviene de la parte más primitiva del ser humano, efectiva, pero poco duradera. Puede hacer que nos movamos, pero su naturaleza es la búsqueda inmediata de supervivencia, su volatilidad le hace quemar todo a su paso, dejando heridas difíciles de sanar.
La ambición, es poderosa, aunque la búsqueda de tener más, se vuelve un deseo que nunca termina por saciarse; en cambio, la costumbre es una brevísima gota que nos activa lo suficiente para continuar, aunque no exista una razón clara para hacerlo, más que seguir por no conocer otro camino.
A diferencia de lo anterior, el amor, la fe y los sueños, son motivaciones constantes, que nos hacen avanzar, no sólo como un medio de resistir los embates del ahora, sino que a la vez le dan sentido y peso al hecho de continuar. Todos merecemos perseguir un motivo que sea nuestro; todos merecemos encontrar un motivo que nos haga seguir.
Mientras la búsqueda por un motivo lo suficientemente fuerte y lo suficientemente nuestro continúa, tenemos que cuidar que el miedo no tome las riendas del ahora, más que el tiempo suficiente para salvarnos la vida.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político