La vida como es…
De Octavio Raziel
San Compadre, el santo de los que no tienen compadre, amanece, con frecuencia, negativo, amargado contra un neoliberalismo rampante en un mundo que dejó de ser el ideal para el ser humano.
Leemos que los chicos en el nivel escolar básico (primaria y secundaria) no reprobarán. La medida suena bastante coherente con los tiempos de austeridad que vivimos. Para qué mantenerlos estacionados, anclados a una mesa-banco por años, si de todas formas no irán a ningún lado. Estarán preparados para el mercado informal, ser obreros o empleados, nada más.
No se diga del bachillerato, que ahora lo exigen hasta para obtener un contrato temporal de cajero, mesero o contestador de teléfono (porque ahora así son todos los contratos) Desde las 22 Peje-Prepas hasta las que tienen algún prestigio refuerzan lo básico de la básica: aprender a leer, escribir; algunas operaciones matemáticas -que las algebraicas serán sólo relleno- humanidades, comunicación, ciencias sociales y ciencias experimentales; en el caso del sistema tecnológico agricultura experimental.
Hasta aquí, un porcentaje de las nuevas generaciones estarán estacionadas frente a un profesor que carga deficiencias históricas. Estuvo mal formado, por maestros que fueron mal formados, los cuales tampoco no estuvieron bien formados…y todos creados junto con el neoliberalismo magisterial y la CNTE, claro está.
Otro importante grupo de niños y jóvenes son aquellos descendientes de los más de ¡500 mil muertos y desaparecidos! en la guerra organizada por los gobiernos del PriAn; medio millón de civiles que han caído en número mayor que las guerras de Irak o Siria juntas. Esas generaciones han sido absorbidas ya, seguramente, por los grandes comerciantes de este país: trata de personas (hombres, mujeres y niñas) secuestro y extorsión, tráfico de drogas y asesinato por encargo. En ese orden.
Nos quedan las universidades. Con prestigio, se cuentan con los dedos de una mano; el resto, sin el debido respeto, son patito, y hasta doctorados otorgan. Todas ellas forman profesionistas con título que terminarán, en la mayoría de los casos, en “corporaciones”. Abogados en bufetes; ingenieros o arquitectos, de todas las disciplinas, en grandes espacios con restiradores donde agregarán una pared o una puerta a un proyecto; economistas haciendo proyecciones que requiere alguna corporación; químicos en laboratorios de empresas transnacionales, miles de periodistas que esperarán por siempre ver aparecer su firma o su rostro a cuadro; y así, hasta el infinito de profesiones. Todas al servicio de la “corporación”; un ente intangible y, en ocasiones, pareciera inexistente. Al final, como única meta tendrán, como diría Viviane Forrester en El horror económico, (leído en 1996) seres desechables, inempleables. Sin pensión ni jubilación.
C. Wright Mills, (leído en 1964) explicaba que Las élites de poder constituyen la minoría que toma las decisiones sobre los asuntos de mayor trascendencia para un país. Son quienes tienen el dominio sobre lo económico, político y militar.
“El principal peligro” para el hombre reside hoy en las fuerzas ingobernables de la sociedad contemporánea misma, con sus métodos impersonales de producción, sus técnicas envolventes de dominación política, su anarquía internacional, en una palabra, con sus penetrantes transformaciones de la “naturaleza” misma, del hombre y las condiciones y finalidades de su vida. Agregó C. Wright Mills.
Con estas reflexiones, San Compadre recuerda los años de vacas gordas que le tocaron vivir. La verdad ¡Qué gran vida! El tiempo que le queda de vida servirá para disfrutar su doctorado, ganado a pulso, en la Universidad de la Vida.