Para Alfonso Sánchez Anaya.
Las versiones oficiales que de la historia patria se nos intentaron imponer por mucho tiempo, son sencillamente tragicómicas. Allí entre un sinfín de pifias, se pinta A Moctezuma Xocoyotzin como un pusilánime, a la Malinche como desleal y renegada, a Hidalgo como el Padre de la Patria, el virreinato e Iturbide simplemente no existieron, o bien, a Pancho Villa, se le muestra solo llorando ante la tumba del señor Madero o adoptando a centenares de huerfanitos en Chihuahua. De igual forma, por mucho tiempo se pretendió atribuir a los tlaxcaltecas el infamante calificativo de traidores, cuando Tlaxcala en sí, es la acendrada manifestación de un México mestizo y ufano de las dos raíces que lo conforman.
Hace no mucho, en este espacio se definió a Tlaxcala como una Numancia Taurina, lo cual más allá de ser un apología a la tauromaquia, refirió el espíritu de una región que es orgullosa depositaria del encuentro de dos mundos. Si bien el legado de los cuatros señoríos precortesianos se respira con fuerza, también hay parajes que por un instante podrían ser campos andaluces o extremeños. Los tlaxcaltecas de hoy, a diferencia de lo que sucede en otros lugares de México donde se tiene que batallar por no perder la lengua originaria, con enorme dignidad y satisfacción ostentan la combinación de sus apellidos hispanos con aquellos de raíz náhuatl. La memoria histórica, cultural y la identidad tlaxcaltecas son innegables e incluso trascienden sus límites territoriales, no en vano parte del indómito septentrión mexicano, fue poblado a partir de la diáspora de las 400 familias tlaxcaltecas que peregrinaron al norte en 1591.
Destacada también ha sido la cuota de sangre aportada por estos grandes mexicanos en el México independiente, aquí es donde particularmente es inevitable no tener presente la gesta del Coronel Felipe Santiago Tetlalmatzin Saldaña más conocido como Felipe Santiago Xicoténcatl, aquel heroico militar mestizo que al mando del Batallón Activo de San Blas, sucumbió en la defensa de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847.
Tetlalmatzin oriundo de Contla, en el corazón de Tlaxcala, adoptó de un tío el apellido que lo inmortalizó y el cual es inevitable no asociar con los señores de Tizatlán durante la conquista: el Hue Hue y el Axayacatzin. Trás su muerte heroica en las estribaciones del cerro del capulín, los restos del coronel de infantería, peregrinaron por varios sitios en la Ciudad de México, hasta ser depositados en 1947, con justicia en el bloque central del Altar a la Patria, flanqueado por las columnas con los restos de los seis hijos del Heroico Militar caídos en la batalla. Entonces para fortuna de nuestra memoria histórica, el valiente Coronel Xicoténcatl, tal y como consignan las estrofas del himno nacional cuenta con un sepulcro de honor. En el calendario cívico y el ceremonial militar mexicano, el 13 de septiembre, reviste de un significado de primer orden, pues no solo se honra a los cadetes caídos en defensa de la patria, sino a la juventud militar mexicana en su conjunto. Se refrenda también el compromiso con la nación, de los jóvenes cadetes que serán mañana, los generales y almirantes de México.
Pero más allá del homenaje a los héroes, ha surgido de unos años a la fecha, la notable iniciativa de Juan Carlos Tetlalmatzin Córdova, descendiente del Coronel Xicoténcatl, para robustecer la memoria de su ilustre antepasado. A la par de la obligada asignatura moral y familiar, es sin duda una aportación que tiende a fortificar los esfuerzos en la preservación de nuestro pasado y el recuerdo de todos aquellos hombres y mujeres que consolidaron la independencia y soberanía nacional en el convulso siglo XIX. Estos empeños se han traducido en los honores que se rindieron al Coronel Xicoténcatl en la ceremonia del 13 de septiembre en el campo militar en Panotla, Tlaxcala, así como en el exhorto que se ha hecho desde el Senado de la República a Defensa, solicitando que también sea expresamente mencionado en el pase de lista de la ceremonia del 13 de septiembre.
En una opinión personalísima y sin ser un experto en la materia o en ceremonial militar, estoy convencido de que el guión de la vibrante ceremonia del 13 de septiembre es inamovible por los motivos arriba expuestos. Sin embargo, se debe considerar oportuno divulgar el impulso de Tetlalmatzin Córdova con respecto a fortalecer las conmemoraciones del sacrificio del Coronel Xicoténcatl, pero también del General León, del Coronel Balderas, de los miembros del Batallón de San Patricio así como de nuestros caídos en las operaciones militares en el valle de México en 1847.
Por fortuna se cuenta con el imponente sepulcro de honor a Felipe Santiago Xicoténcatl, pero también, el largo camino andado por su descendiente, debe ser el punto de partida para que los tlaxcaltecas y la sociedad mexicana en su conjunto, sufraguen un monumento en el bosque de Chapultepec en honor al comandante del Batallón Activo de San Blas, héroe de México y digno sucesor de los bravos guerreros de la Tlaxcala precortesiana.