Ricardo Del Muro / Austral
Este 6 de julio de 2025 se cumple el centenario del nacimiento de Bill Haley, un músico estadounidense de raíces country que jamás imaginó que se convertiría en el primer rockstar de la historia. Fue una “estrella fugaz” que no alcanzó la fama del rey Elvis Presley ni su figura fue tan idolatrada como la de los Beatles, pero sin Haley no se hubiera popularizado el rock and roll. Y lo más fascinante de su historia es que todo ocurrió por un golpe de suerte.
Hasta 1954, la vida de Haley fue la de un músico luchando por sobrevivir. Nació en 1924 en Highland Park, Detroit, Michigan en una familia de músicos – su padre tocaba la mandolina y el banjo, mientras que su madre era diestra en el piano y el órgano -, por lo que muy chico aprendió a tocar la guitarra. A los 13 años debutó profesionalmente como cantante y guitarrista en un grupo de música country y western. A los 15 creó su propia banda: The Four Aces of Western Swing y a los 18 grabó su primer disco: Candy kisses (1948), una canción estilo country & western.
En aquellos años, la canción que estaba de moda en las zonas rurales de Estados Unidos era “Move it on over” (1947) de Hank Williams, considerada por los expertos como un antecedente del rockabilly por su estructura, ritmo y vocabulario.
En 1952 Haley formó el grupo de los Cometas y en abril 1953 logró su primer éxito nacional con una canción de su coautoría (con Marshall Lytle) titulada “Crazy Man, Crazy”, que vendió 750 mil discos.
Algunas fuentes, citadas en Wikipedia, indican que esta grabación – una mezcla de rhythm & blues, western y pop – es la candida al título de primer disco de rock and roll. Otros afirman que fue simplemente “la primera canción de rock and roll en alcanzar las listas de éxitos”. También se dijo que fue la primera grabación de rock and roll transmitida en la televisión nacional en Estados Unidos (en un episodio de Omnibus en 1953). En todo caso, el Salón de la Fama del Rock and Roll considera a la canción “una amalgama original de country y R&B que posiblemente se convirtió en el primer disco de rock and roll en entrar a la lista de éxitos de Billboard.
Un año después, Bill Haley y sus Cometas grabarían en forma casi accidental “Rock around the clock”, el 12 de abril de 1954, en una sesión desastrosa. Era una canción más en el repertorio de la banda. Incluso fue relegada a la cara B de un sencillo sin muchas expectativas. La discográfica Decca no apostó por ella.
Sin embargo, esta canción se convertiría en “el éxito accidental más grande de la historia”, en palabras del periodista Derek Thompson, autor del libro Hit Makers (Penguin Press, 2017, New York).
Así las cosas, Rock around the clock fue un éxito menor, señala una crónica de Iñigo López Palacios (El País, 12 de febrero de 2019), con sólo 75 mil discos vendidos, diez veces menos que Crazy man, pero ocurrió que uno de los compradores fue Peter Ford, un niño de nueve años aficionado a la música de rocanrol, que vivía en Beverly Hills y que era hijo del actor Glenn Ford.
Meses después su padre estaba rodando lo que sería Blackboard jungle (titulada en español como Semilla de maldad). Un día, el director de esa película, Richard Brooks, apareció en la mansión de los Ford para discutir detalles de la producción con el protagonista. Brooks le comentó que estaba buscando una canción que encajase en un filme que trataba, según el tráiler, “del terror adolescente en las aulas”. Ford llamó a su hijo, que hizo una selección para el director. Brooks se llevó algunos discos.
Y así sucedió que “Rock around the clock”, aquella canción que en 1954 había sido considerada un fracaso, en menos de un año se convirtió en un éxito apabullante al aparecer al inicio de la película. El producto no cambió – escribió Thompson – pero sí cambiaron las circunstancias, el contexto, y por casualidades de la vida, llegó a convertirse en el emblema del rock and roll.
El 9 de julio de 1955, “Rock around the clock” se convirtió en la primera grabación de rock and roll en alcanzar la cima de las listas de popularidad de Billboard, una hazaña que repitió en las listas de todo el mundo.
La canción se mantuvo en este puesto durante ocho semanas. Desde su lanzamiento, según el libro Guinness de los Récords Mundiales, ha vendido 25 millones de discos, aunque otras estimaciones hablan de 40 millones y hasta 200 millones de copias.
De lo que no hay duda es su universalidad: ha sido versionada en por lo menos 32 idiomas por más de 500 cantantes. Una de ellas fue Gloria Ríos que en 1956 se convirtió en la primera mujer en grabar este tema del rocanrol mexicano con el nombre de “El relojito”.
A pesar de ello, el éxito de Bill Halley como “estrella” del rocanrol fue fugaz. Su popularidad pronto fue eclipsada por otros artistas como Elvis Presley y Little Richard; 1958 fue el último año en que un par de sus canciones ingresaron en los primeros lugares de las listas de Billboard. Aunque siguió grabando y realizando giras con sus Cometas, nunca más regresaron los días de gloria.
En la década de 1960, Haley y sus Cometas firmaron un contrato con la disquera mexicana Orfeón, que les permitió grabar “Twist Español” y “Florida Twist”; la banda también participó en programas de televisión como Orfeón a Go-Gó y en la película “Juventud Rebelde” de 1961 e incluso se presentaron en el Carnaval de Veracruz.
Aunque ninguna de las ondas de Haley se puede comparar con “Rock around the clock” o “See you later, alligator”, no hay duda que este maestro sabía elegir las canciones, escribió José Agustín en La nueva música clásica (1985). Tomaba mucho de las listas de rhythm and blues, y fue de los primeros en dar al gran público (porque tuvo un éxito internacional extraordinario) letras escritas en términos juveniles y coloquiales, ricas en slang y cuestiones cotidianas.
“Diré entonces – indicó José Agustín – que Haley fue excelente onda mientras no hubo más (lo cual, por suerte, duró bien poco, o más bien: casi nada), y que su mérito consistió en haber sido el umbral de las puertas de la percepción: el aviso de que los verdaderos gruesos ya estaban a la vuelta. Haley en realidad era tan despistado que años después lo tuvimos en México tocando twist, porque para esas tristes alturas Billy estaba dispuesto a echarse “El zopilote mojado” si algún seudodirector artístico le hubiera dicho que con eso vendería discos (¿no grabó aquí la “Negra consentida” del gran Joaquín Pardavé?, por cierto, no del todo mal)”.
Bill Halley falleció a la edad de 53 años, prácticamente olvidado, el 9 de febrero de 1981, en el pequeño pueblo de Harlingen, Texas. En 1987 fue incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll. RDM