NEMESIS
Fernando Meraz Mejorado
Cuando un gobierno teje el velo del engaño para ocultar su propia sombra de ineptitud, el resultado es la crisis de confianza, una grieta ética, política y social que vulnera los cimientos del pacto social. Esto debilita la frágil escalera de la democracia, cuartea la piedra angular de la legitimidad y abre las compuertas a la marea incierta de la inestabilidad social.
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El presunto montaje del gobierno, ese teatro de sombras siniestras, fue una piedra floja, un desliz peligroso que traiciona el sagrado deber de la función pública, cuya brújula debe apuntar al norte del interés común. Este intento de velar el sol con un dedo ante los mexicanos desgarra el fino tejido de la legitimidad democrática. El montaje, cual veneno corrosivo, agota la savia de la confianza popular en sus instituciones.
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La falta de transparencia es la levadura descontento, la simiente de la polarización y la siembra de un campo minado de confrontación.
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Todo esto debilita el andamiaje de las políticas públicas, que, sustentadas en la arcilla del engaño, se vuelven ineficaces, como barcos sin timón que no atracan en soluciones reales.
Estos fraudes políticos son el caldo de cultivo de la apatía y el autoritarismo, justificaciones para las sirenas socialistas que prometen soluciones envueltas en el ropaje de la fuerza.
El engaño rema a contracorriente de la ética pública y amordaza la capacidad ciudadana de tomar decisiones informadas.
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En suma, el fraude carcome los pilares de la relación entre gobierno y ciudadanos.
Ocultar la ineptitud, como ya lo hizo López Obrador, tras mascaradas no solo perpetúa la incapacidad de respuesta y las soluciones, sino que agrava la ineficacia.
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Cuando el acicate real para la mejora desaparece, todo el sistema se precipita hacia el abismo del caos. Es la gran lección de la historia, dolorosa pero ineludible.
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