La Bandera vieja y rota, ¡al regimiento da honra! Así reza un viejo refrán que no solo se asocia al honor y a las altas virtudes en general, sino bien puede interpretarse de manera directa al sacrificio que ha distinguido a las Fuerzas Armadas de México a lo largo de nuestra vida independiente y a la abnegación que hoy en día es una constante entre soldados, marinos y aviadores.
Nuestras Fuerzas Armadas son jóvenes, nacieron con el Plan de Guadalupe tras la Decena Trágica y los asesinatos de Madero y Pino Suarez en febrero de 1913, de ahí que particularmente el ejército de tierra conmemore su día cada 19 de febrero, sin embargo, sería injusto no tomar en cuenta todo lo acontecido antes de febrero de 1913. Para efectos prácticos en una opinión personal se debe considerar a las huestes de Hidalgo como el pie veterano de nuestras Fuerzas Armadas. No se puede comprender la historia de México y la identidad de nuestros hombres y mujeres de armas sin hacer referencia al inmortal Morelos con sus campañas en el sur, a los marinos de Pedro Sáinz de Baranda consumando la independencia nacional con la toma de San Juan de Ulúa en 1825 o a los cadetes navales haciendo frente a la escuadra de Fletcher el 21 de abril de 1914, o bien a las fuerzas mexicanas y republicanas combatiendo las invasiones extranjeras y al bando conservador buena parte del siglo XIX hasta la victoria de la República aquella gloriosa mañana del 15 de mayo de 1867 cuando Maximiliano de Habsburgo rindió su espada al General Mariano Escobedo, Comandante en Jefe del Ejército del Norte, momento estelar de las armas mexicanas.
A la brillante actuación de nuestro ejército y armada en defensa de nuestra soberanía a partir de 1821, se suma la destacada presencia de la juventud militar mexicana, ya se mencionó a la Heroica Escuela Naval Militar en 1914, pero a lo largo de nuestra historia El Heroico Colegio Militar, que el año entrante conmemora 200 años de vida, es un árbol señero de los momentos más épicos de México, basta solo mencionar la defensa de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847, la Marcha de la Lealtad en febrero de 1913 y la carga de caballería, ultima de nuestra historia, en Apizaco en mayo de 1920. Hoy no es casualidad ni coincidencia que, en un México tan convulso, el Heroico Colegio Militar, La Heroica Escuela Naval Militar, El Colegio del Aire y todas las instituciones que conforman el Sistema Educativo Militar sean prendas de orgullo, identidad y planteles de clase mundial.
México a su vez, cuenta con las fuerzas armadas más leales e institucionales de Iberoamérica, si bien los cuartelazos fueron parte de nuestro turbulento siglo XIX y Madero y Carranza dos de los cinco presidentes coahuilenses fueron muertos a consecuencia de golpes de estado, estos son impensables en México desde la rebelión Escobarista la última intentona golpista que puso en riesgo al gobierno. Los militares antepusieron los intereses de la nación a los propios, se deslindaron de la política transmitiendo el poder a los civiles y convirtiéndose en el más firme garante del estado de derecho.
Cuando en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado buena parte de los estados sudamericanos estaban bajo regímenes militares y en Portugal y España, países hoy miembros de la Comunidad Europea y de la OTAN se daban alzamientos militares, eso hubiera sido y es hoy imposible en México, no en vano la divisa que es un dogma para las unidades de ejército mexicano es aquella que orgullosos repiten: “Siempre Leales”.
Las Fuerzas Armadas, han sido estigmatizadas en años recientes, se les achaca excesos a partir de la llamada guerra sucia y en la guerra contra el narcotráfico que sin una estrategia previa y con la clara intención de legitimarse, tal como lo hizo Bush hijo con Irak, emprendió Calderón. Por supuesto que han ocurrido excesos y por supuesto también que hay quienes han deshonrado el uniforme, sin embargo, quienes señalan a la Fuerzas Armadas pasan por alto aquel principio general del Derecho que establece que se juzga a los hombres, no a las instituciones, omiten a su vez la trayectoria de honor y gloria que precede a nuestras instituciones armadas y a que son junto con la familia, una de las instituciones más valoradas y reconocidas por la sociedad mexicanas.
Hoy se habla de una militarización de México, y coincido en que los soldados, marinos y aviadores están realizando muchas tareas que no les corresponde, que se están exponiendo a un desgaste que de acuerdo a la lógica es innecesario, que al salir de los cuarteles se incurre en el riesgo que conlleva tener tropas operando entre la población civil, esto último no es deseable, pero también hay una realidad que ante la omisión y comisión que es característica de las autoridades civiles, las Fuerzas Armadas son el ultimo dique para la salvación de México, menciono dos ejemplos contundentes: la seguridad pública, y los planes DNII y Marina.
Es a partir de aquí donde no hemos sabido honrar la deuda ancestral con nuestras Fuerzas Armadas, los hemos señalado, los hemos sobre expuesto, pero no los hemos apoyado. Hoy nos mofamos de que sean constructores o mi lusos, esas no son sus funciones, tampoco les corresponde dar abrazos a los delincuentes que desgarran a la patria, pero ellos jamás se quejaran, son espartanos, son hijos del Colegio Militar y de la Escuela Naval, son leales e institucionales, hoy lo menos que podemos hacer es ser empáticos y solidarios con ellos, respetarlos, seguir su ejemplo de patriotismo y bregar para que no se mermen las Fuerzas Armadas, sino para que se reconstituyan con dignidad, adiestramiento, equipo moderno y con las plazas que sean necesarias para sus misiones, al final del día unas Fuerzas Armadas fuertes no significaran otra cosa que un México fuerte, prospero, estable y en paz.