Un día como ayer, en 1876 y en las inmediaciones de la Hacienda de Tecoac, en Huamantla, Tlaxcala, se libró una batalla que cambió el curso de la historia mexicana. Ahí las fuerzas de Porfirio Díaz derrotaron a las tropas de Ignacio Alatorre, su antiguo compañero de armas en la Batalla de Puebla. En Tecoac, triunfó el Plan de Tuxtepec que llevó a Sebastián Lerdo de Tejada al exilio y a Don Porfirio a la anhelada presidencia. Las décadas venideras transformaron a México, se dio paso al orden y al progreso, pero no se atendieron las causas sociales, ni se desterraron las ancestrales desigualdades que desembocaron en la Revolución Mexicana.
De sobra son conocidos antecedentes previos a la lucha armada, como las huelgas en Río Blanco o Cananea, así como el infructuoso intento de Madero, hijo de una familia favorecida por el régimen, para suceder al viejo caudillo por la vía democrática. Menos recordada, pero no por ello menos importante, fue la entrevista que Don Porfirio dio a James Creelman, afamado periodista y “reporter” nacido en Montreal, afincado en Nueva York y corresponsal del entonces influyente medio británico “Pearson‘s Magazine”
La entrevista fue tramitada con todas las formalidades de rigor y por conducto de la embajada de México en Washington. Incluso la propia legación recomendó profusamente a Creelman con Limantour, el influyente ministro de hacienda, por lo tanto el periodista no podía portar mejores credenciales, la entrevista no tenía por donde salir mal y el lucimiento de un presidente tan reconocido en el exterior estaba asegurado. El encuentro de Creelman con Díaz se dio a principios de 1908 y posterior a su publicación en la revista británica, se reprodujo en México en las páginas de El Imparcial.
Las declaraciones de Don Porfirio fueron muy esperadas en México, porque la elección de 1910 estaba a la vuelta de la esquina. Don Porfirio se aferraba al poder y no podía resistirse a la tentación de una reelección más, a pesar del consejo de personas que respetaba como Justo Sierra, quien lo previno del riesgo de perpetuarse en la presidencia. Es ahí cuando Don Porfirio, en su afán de calmar a la opinión pública, cometió un error que tuvo consecuencias fatales: aseguró a Creelman que no se postularía para un periodo más en 1910. La declaración, entonces logró el efecto contrario, avivando el espíritu antirreeleccionista y la causa de Madero.
Hoy a 117 años de distancia, el país no vive momentos mejores a los del México de Don Porfirio. La desigualdad subsiste aderezada por el flagelo de la corrupción, la impunidad y de una inseguridad que simplemente no hubiera sido tolerada en los años en que los Cuerpos de Rurales de la Federación patrullaban campos y caminos.
Las marchas del sábado pasado tienen mucha lecturas, los favorecidos por el regimen las minimizan, los opositores las exaltan, para todos queda la legitima duda de quien está detrás de las turbas del bloque negro, en lo personal, considero que no puede haber un México mejor, mientras exista un solo ciudadano manifestándose públicamente en contra de la inseguridad. Lo más increíble también, es que hoy subsistan condiciones que Don Porfirio sacó a la palestra en su entrevista con James Creelman. Surgen de manera alarmante las imperfecciones de la democracia mexicana, donde la compra de votos define los resultados en las urnas.
Los que menos tienen son los que más padecen los problemas de México, sin embargo, son la fortaleza del régimen, pues con una tarjeta del Banco del Bienestar, una despensa o unos cuantos billetes, los operadores de MORENA aseguran triunfos avasalladores y llenan el Zócalo las veces que sea necesario. Aunque dicho sea de paso, la oposición no ha sabido tampoco estar a la altura de las circunstancias y ha obrado de la misma manera cuando ha sido gobierno.
Durante el porfiriato, la mayoría de la población era rural, y el término “indio” a diferencia de hoy, a pesar de no despojarse de un dejo despectivo, era más o menos aceptado para referirse no sólo a los pueblos originarios, sino también al pueblo llano. Una de las declaraciones más polémicas de la entrevista Díaz-Creelman, fue aquella en la que Don Porfirio hizo alusión a que el pueblo carecía de interés en los asuntos públicos y que los “indios” preferían ser guiados por “aquellos que poseen autoridad en vez de pensar por sí mismos”. Juicio impensable decirlo actualmente, pero que no dista mucho de la conducta de quienes venden su voto a cambio de dinero.
La mención al encuentro de Díaz-Creelman, no debe tomarse como una apología a un régimen que al final del día, a pesar de tres décadas de progreso, no atendió las causas sociales. Las consecuencias de no haberlas atendido, envolvieron al país en la lucha fratricida más cruenta de su historia y nos muestran que las dictaduras, por lo menos en México, nunca acaban bien. De cualquier modo y como ya se mencionó al principio de estás líneas, la grave asignatura que queda al gobierno y a la sociedad mexicana en su conjunto, de cara a un aniversario más de la revolución, es que en México, aún subsistan imperfecciones democráticas y condiciones sociales como aquellas que detonaron la lucha armada en 1910.




