Eduardo Sadot
Este es un momento de definiciones y la Junta de Gobierno de la UNAM deberá tomar la más importante a que se haya enfrentado desde que fue creada para estabilidad de la institución. La UNAM, vive un momento complejo por su relación con el gobierno y por el relevo en su Rectoría, tan delicado, trascendente y definitorio, como en 1929 y en 1968.
La Junta de Gobierno está por elegir el rectorado de los próximos cuatro años no debe importar el sexo y la tan socorrida equidad, no puede determinarse por satisfacer las exigencias de una imagen de equidad, es precisamente la UNAM la que debe poner el ejemplo de que en México debe privilegiarse capacidad, experiencia, habilidad política, sutileza, determinación, sensibilidad política y compromiso primero con la UNAM, antes que cuotas de género y antes de concupiscencia y servilismo al gobierno federal en turno, el proyecto UNAM es más importante que los proyectos partidistas.
Escudarse en las frases huecas que hablan de una institución académica ajena a la política sería jugar el juego del avestruz y, guste o NO les desagrade la política, el conjunto de investigadores, científicos, sabios y académicos que integran la Junta de Gobierno, habrán de acreditar en su decisión que en ella tuvieron perfectamente claro, que su decisión será, fundamentalmente, política enalteciendo y garantizando la autonomía.
Para navegar en la vorágine nacional que amenaza con arrasar las autonomías, las independencias y hasta la división de poderes, la UNAM, la más autónoma de todas las instituciones públicas, necesita praxis y experiencia en un liderazgo conocedor del fenómeno del poder, pero formado en la praxis y la teoría, que conozca usos y costumbres de la política, de la época del partido ultradominante, de la transición democrática, de la pluralidad y de la concentración del poder. Ese personaje debe ser, además, un administrador público probadamente eficiente y, sí, un académico universitario sólidamente formado en la UNAM, sereno y a veces hasta tolerante con poder de convocatoria para reunir en su gestión a las mejores mujeres y hombres universitarios y que entusiasme con su liderazgo a todas las disciplinas y sectores de la UNAM sin distingos ni discriminaciones. Que transite por el camino de la excelencia, la tolerancia y la negociación. Diestro en explorar e innovar mecanismos alternos de solución de controversias.
En resumen, en esta ocasión, la Junta de Gobierno de la UNAM no puede darse el lujo de apostar solamente por un investigador o un burócrata de cubículo que solo haya vivido profesionalmente dentro de la universidad, presa fácil de las intrigas palaciegas, o se amedrente ante un manotazo del poder, como suele suceder, pues los mayores retos y peligros del mañana, vienen del exterior, concretamente, del poder político.
En la circunstancia actual, la UNAM y los universitarios, necesitamos en la rectoría alguien con formación académica y practica política, en el sentido más amplio del término, para transitar sin enfrentamientos, pero con carácter, para conducir a la UNAM incluso en periodos de turbulencia. Que no se amedrente al primer relámpago, pero que sepa negociar en medio de las tormentas
La Junta de Gobierno está obligada, además, a reflexionar sobre su papel en el momento histórico que viven el país y la propia Universidad. Las exigencias de que la UNAM adopte mecanismos más democráticos para elegir a sus autoridades, han estado muy presentes durante el proceso de auscultación que vienen de grupos y candidatos vinculados a la 4T.
Si la decisión sobre el relevo de Enrique Graue no obedece estrictamente a los intereses de la Universidad, si se sobreponen las camarillas, los grupos de interés y los amiguismos, no sólo sufrirán la UNAM y sus estudiantes e investigadores, también sufrirá y puede enfrentar una crisis terminal, la propia Junta de Gobierno.
Es momento de recordar que la defensa de la autonomía es responsabilidad de todas las autoridades universitarias y ahora toca a los 15 integrantes de la Junta de Gobierno asumirla. Hoy, su responsabilidad es defender esa autonomía de tres grandes amenazas: 1) Los intentos del grupo en el poder de imponer a un candidato a modo, afín y dócil, a su proyecto, 2) La moda de la cuota de género, que dinamita la meritocracia y tanto ha dañado a instituciones como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, al Instituto Nacional Electoral y a la Suprema Corte, con dos imposiciones claramente proclives al régimen. 3)Las presiones a favor del continuismo que impulsa el grupo que lleva 24 años apoderado de la UNAM, y que tiene muchas cosas que explicar sobre el estado y los rezagos de la institución.
Sencillamente que ha sido incapaz de recuperar un auditorio, o sucumbir a la toma de instalaciones por minorías. O de instituir la excelencia para reconocimiento internacional de sus disciplinas.
Aunque hemos escrito, que la Junta ya se ha definido, muchos conservamos la esperanza de que reflexionen, recapaciten y corrijan, porque esas mujeres y hombres de la H. Junta de Gobierno también están en el dintel de pasar a la historia como salvadores del PUMA o quienes entregaron su cabeza.
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