Luis Farías Mackey
Y la unidad no resistió el primer discurso… de ellos.
“¡Unidad! —gritaron —, ¡bola de traidores vendepatrias!”
Una unidad, de suyo, excluyente y exclusiva.
Unidad, no frente al troglodita populista, sino en torno al lecho de guirnaldas de oliva por el que buscan convertir la ostentosa humillación en un triunfo pírrico y una épica insostenible e irritante.
Unidad en torno a Rocha Moya y en la defensa de nuestros abrazados narcotraficantes. ¿Cómo osan declararlos terroristas? ¿Y, en tal supuesto, cómo llamar a los que los abrazan, protegen, ensalzan y los hacen sus aliados políticos? ¿Ellos también son investigados?
Unidad sin resquicios, pero sin el Poder Judicial de La Unión. En una conmemoración de la Constitución que, así, negaron.
Unidad entre ellos y con sus tres impresentables ministras. ¡Pobres! Creen representar al sistema judicial, cuando son su negación, ofensa e indignidad.
Unidad para festejar un segundo chantaje alargado por 30 días (el primero fueron los aranceles) y nuestro nuevo encadenamiento a una nueva etapa de certificación de nuestro combate al narcotráfico, ahora, expresamente aceptado por la presidente, a cargo del propio Trump y nadie más. Unidad y porras por militarizar nuestras fronteras al primer chasquido de dedos, y unidad ante el adelanto de un año de la revisión del TMEC.
Aún no empieza el baile y ya se culiempinaron.
Unidad en torno a unas mañaneras descafeinadas con colas de caballo postizas (y dentaduras también).
Ya sólo falta que Monreal, en lo solícito de su supina abyección, proponga una reforma constitucional para hacerla imperativa en la Carta Magna con paredón preventivo de oficio a quien a ella se rehúse.
Unidad en la polarización, en la sobrerrepresentación, ante el asesinato del poder judicial, de la representación política proporcional, de la reelección legislativa, de la política misma; de México.
¡Unidad o muerte!, pero no frente a un extraño enemigo, sino de cara al poder que, dice, nos representa.