Jorge Miguel Ramírez Pérez
Por fin salió este fin de semana la propuesta de presupuesto que presenta el gobierno de AMLO a través de la Secretaría de Hacienda para el 2019. Este es el último escalón para formarse una idea de lo que puede ser el año que entra; y no es muy diferente de lo que los mercados, es decir magnates y especuladores, esperaban; y no solo ellos, sino también profesionales y trabajadores que pronto se van a quedar en la calle, si es que no lo están a estas alturas.
Algunas dependencias de las que se prometió en aras de la congruencia y de la racionalidad que serían desaparecidas sencillamente se les recortó el gasto, tal es el caso del Consejo de Promoción Turística que contrataba campañas con millonarias sumas, que sus críticos, en un análisis puntual pondrían en duda su eficacia.
Es relevante por ejemplo que a la Secretaría del Medio Ambiente se le redujera el dinero de los contribuyentes, porque sus resultados solamente se podían cuantificar en la numerosa burocracia que ha cobrado bajo ese paraguas, porque sus beneficios a favor del medio ambiente son muy pobres y mas bien han representado una ventanilla de corrupción sofisticada con la figura de estudios y aprobación del impacto ambiental; mientras en todo el país la basura sigue siendo uno de los verdaderos problemas, que nadie se atreve a mencionar con todas sus letras; así como la contaminación de los cuerpos de agua y el saqueo de la riqueza forestal, que dice por cierto López Obrador va a resolver plantando en el sureste árboles frutales y maderables, tarea que suena fácil pero que para que se concrete infiere innumerables dificultades.
En el tema ambiental, me sospecho que se reduce también lamentablemente el dinero para el agua que urge reforzar, por supuesto, de manera diversa a como se ha hecho, en incrementos de burocracia y beneficios a los liderazgos de productores acostumbrados a recibir del gobierno mucho y dar poca cuenta de ello.
Dicen algunas cifras que se va a reducir el 23% casi la quinta parte del gasto de la Secretaría de la Función Pública, dependencia encargada de fincar responsabilidades; lo que en realidad era por debajo del agua un proceso de chantaje, para que los prevaricadores del dinero de los contribuyentes salieran bien librados.
Me recuerda la última administración del CAPFCE, en la época de Zedillo cuando los contralores de la hoy Función Publica, aplicaron el modelo de doble criterio: para los funcionarios de medio pelo de la construcción y administración de esa dependencia, una devolución ínfima a las arcas, a cambio de fuertes cantidades por fuera de lo hurtado y una inhabilitación que tuvo que ser mayor en ese caso escandaloso, en vez de cárcel por varios años; para los peces gordos, en cambio, solo fue una propina jugosa, y se olvidó el caso.
Ese es el esquema que opera hasta la fecha entre los contralores y demás fauna nociva y onerosa. Ojalá se reduzca ese presupuesto en verdad.
Y así por el estilo podrían recortar racionalmente mucho de la burocracia que no ayuda a equilibrar el gasto corriente. Pero no va ser así, el gasto corriente como todos los gobiernos anteriores lo han hecho, se va a incrementar. Esa es la realidad.
El problema lo hemos expresado en nuestros comentarios: no hay una definición mas o menos completa de los objetivos nacionales, parecen ser todos absurdamente de la misma prioridad. Y de esa manera no hay un diseño de la administración pública que sea verdaderamente un instrumento de la definición valorativa de lo que se quiere, mas allá de la pura continuidad rutinaria y de los antiguos programas que lo único que contienen es una motivación para hacer proselitismo político.
Porque para mí, con todo respeto de los redentores sociales, el presupuesto que por cierto subió un elevado 40%, que está destinado a dádivas, es proselitismo político; y no se necesitan intermediarios como dijo López Obrador, él se los quiere dar directamente, para que recuerden de que mano los reciben.
Por eso está bien que por lo menos se le recorte algo a la voracidad de gasto del INE. Es mucho lo que se gasta en lo electoral, tanto para que voten, como para que se haga una gravosísima mecánica operativa del voto.
Un análisis de la propuesta del presupuesto y sus números va ser el tema de la semana; de hecho, las cifras se irán definiendo; aunque en lo general explican lo que quiere el nuevo gobierno. En ese contexto el secretario Urzúa se vio bien en términos generales desde la presentación ante la Comisión de Hacienda, se percibió que es conocedor y ante las dudas, tenía las respuestas a flor de labios. Pareció carente de la religiosidad que los itamitas adoptaban a la adoración del mercado. Se le vio estar consciente de que el capitalismo llegó para quedarse y dejó entrever que no es muy dado a las fantasías económicas.
Sin embargo, creo que Urzúa minimizó el daño de la deuda con los tenedores de bonos del NAICM; la prueba, es que las pretensiones de los inversionistas han escalado en poco tiempo y son un asunto mayor en términos de dinero de los contribuyentes, lamentablemente creo que lo vamos a comprobar pronto.
Otro tema que no me gusta es el manejo de que habrá un superávit directo, expresión que me parece una falacia; es tanto como decir que me sobra algo de dinero, pero sin contar que tengo que pagar los intereses de la tarjeta, de la casa y del coche. Un escapismo que los economistas usan para decir que les falta dinero para cubrir sus compromisos en su totalidad, que en el caso de México son cientos de miles de dólares.
Finalmente tengo mis dudas para que el dólar se sostenga en 20 pesos todo el 2019, ya esta en eso y no termina el año. El factor buena suerte no es elemento de análisis, eso creo, pero desearía que no les vaya mal y puedan terminar lo que inician de las obras propuestas.