Norma Meraz
Una mexicana que en un mundo de hombres llegó a convertirse en “Dama de la Gran Cruz de la Orden de Piana”.
¡Qué orgullo! Un ejemplo para seguir por hombres y por mujeres. Ella es Valentina Alazraky Crastich.
Hoy quiero dedicar unas líneas en homenaje a mi querida colega y entrañable amiga Valentina.
Conocí a Valentina en 1974, en Televisa, ella acababa de salir del bachillerato en el Liceo Franco Mexicano y estaba indecisa si estudiar periodismo o medicina para luego especializarse en psiquiatría.
Su madre, de nombre Olimpia, una italiana de gran belleza y talento como productora, concluía entonces un proyecto en Televisa y. acompañada por su hija Valentina, acudía a despedirse de los ejecutivos de la televisora antes de emprender el viaje a Italia.
Cuando su madre se despide de Jacobo Zabludovsky, este le pregunta a Valentina: “Niña, ¿y tú qué sabes hacer?
“Pues nada”, responde ella.
Jacobo la inquiere: ¿Y cuántos idiomas hablas?
“Hablo cuatro”, responde ella.
“¡Ah, pues no sabes hacer nada!”. Y repone: “Ve, estudia periodismo y luego podrás empezar a colaborar conmigo”.
Habla Valentina:
“Me fui a Italia y ya con la seudo consigna de Jacobo de que estudiara periodismo, me dediqué a los estudios y. en los veranos que venía a México, hacia notas sueltas como prácticas, mismas que Jacobo me revisaba y Televisa se ahorraba, pues como eran prácticas, yo no recibía sueldo alguno.
“Al volver a Italia, Jacobo me dijo: ‘Tú serás mis ojos y mis oídos allá.”
“Y eso qué quiere decir? le pregunta Valentina.
“Pues repórtame todo lo que veas y escuches”.
Así, en 1977, se convierte en corresponsal permanente de TVSA ante el Vaticano.
Estas líneas que hoy escribo, las extraigo de la conversación reciente que sostuvimos Valentina y yo con motivo de la distinción que el Papa Francisco le entregara en mano por su destacadísima y ejemplar labor periodística de 44 años, durante los cuales ha trabajado con todo empeño, profesionalismo y pasión en la información del Estado Vaticano y que, al enterarme de tal reconocimiento, de inmediato le externé una felicitación que me hizo rodar lágrimas de emoción.
Volvemos a recordar sus años de trabajo en medio del desdén, la marginación, incluso la grosería de los periodistas (hombres) que cubrían la fuente de El Vaticano y, me dice Valentina, “fueron muy difíciles. Es un medio hermético. Tanto así que, cuando llegaba a la sala de prensa, no me saludaban, eran periodistas de edad media, entre los 40 y 50 años, cuando yo sólo contaba con 19 ¡y era mujer”!
Era un mundo impenetrable de hombres, para estos vaticinistas era inaceptable que una mujer joven fuera corresponsal.
“Al poco tiempo de acreditarme en el Vaticano me tocó cubrir la última parte del Pontificado del Papa número 262, Paulo VI y su muerte, el 6 de agosto de 1978; canonizado en 2018 por el actual Papa Francisco.”
Continúa Valentina: “Yo iba a regresar a Mexico el 10 de agosto como reportera. porque iba a cubrir el espacio que dejaba Rita Gánem que iría a vivir a Colombia, pero el día 6 muere el Papa y me piden que permanezca en Roma.
“Viene el Cónclave y sale el Papa Juan Pablo I, quien dura solamente 33 días como Pontífice y fallece. “Posteriormente, al nuevo Cónclave, y el humo blanco anuncia que hay Papá: Juan Pablo II (Karol Wojtyla), el primer Papa polaco y primero no italiano.”
Valentina lo acompañó durante 26 años y medio de su pontificado y visitó junto a él 129 países.
“Mi vida como corresponsal en El Vaticano fue muy dura, insiste, en el Club de Prensa Extranjera, me acreditaron hasta tres años después de presentar mi carta extendida por TVSA. Me acreditaron en categoría ‘B’, como de segunda división”, me recalca Valentina.
“No creían que fuera posible que una mujer joven fuera corresponsal. Escribieron varias veces a TVSA pata preguntar si era en serio que quisieran acreditarme, a lo que la empresa siempre contestó que por supuesto ¡que sí!”
“Fue hasta después del primer viaje de Juan Pablo II a México que los corresponsales me vieron trabajando y saliendo al aire en la TV que creyeron que una mujer joven podía trabajar lo mismo o mejor que muchos hombres “.
Valentina sube la voz y dice:
“Norma, once años más tarde fui la presidenta del Club de Corresponsales en Italia. Luego me presentaron disculpas, pero seguían resistiéndose a que yo fuera lo que era, por el solo hecho de ser mujer y muy joven”.
Agrega: “Pero la seriedad, la entrega, el esfuerzo y la dedicación en el trabajo te acaba pagando bien”.
Su tono sube cuando me recalca: “Soy la única periodista que queda vigente del Pontificado de Juan Pablo II”.
Y con voz sostenida y sonriente me dice: “De benjamina con Juan Pablo II, a decana con el Papa Francisco.”
“Yo siempre he sido católica y tal vez de la sala de prensa extranjera salió la leyenda de que yo era judía y me había convertido al catolicismo, al bautizarme el Papa Juan Pablo II. Me recalca: “Yo fui bautizada en la fe católica”!
Al morir el llamado Papa Viajero, me dice Valentin, “quedé huérfana”.
“Con la elección del Papa Benedicto XVI, vinieron de nuevo años difíciles para mí. “Era como tener un padrastro, después de que se te muere tu papá”, me dice con gran tristeza.
Ahora que el Papa Francisco la distingue con la Condecoración Pontificia de “Dama de la Gran Cruz de la Orden de Piana”, orden fundada originalmente por el Papa Pío IV en 1560, cayó en desuso y se reinstituyó por el Papa Pío IX en 1847. Es la más alta distinción papal concedida a personajes como Jefes de Estado, diplomáticos acreditados ante la Santa Sede, así como a católicos en el mundo que prestan servicios excepcionales a la Iglesia y/o en beneficio a la sociedad internacional.
En esta ocasión, es histórica por ser la primera vez que un Papa la concede a una mujer con méritos indiscutibles.
Valentina me cuenta del agradecimiento enorme que le debe al Papa Francisco por esta condecoración que ella considera es extensiva a todos los periodistas que empeñan su vida en el trabajo de bien informar al mundo. Le reconoce su bonhomia, por reconocerle los 150 viajes papales que ella ha realizado desde su acreditación en El Vaticano Por haberla invitado para hablar en nombre de la prensa en la Cumbre sobre los abusos, y agrega: “¡Además me celebró mi cumpleaños a bordo! Es un privilegio”, me dice emocionada.
Para finalizar le pregunto: “Vale y ¿qué sigue para ti en Roma?”
Me contesta: “Seguiré cubriendo eventos especiales del Vaticano para la TV, y continuaré dando conferencias. He escrito 7 libros y ahora quiero incursionar en escribir algo diferente a solo periodismo Mi esposo, Ghido Ballari y mis hijas Carolina y Camila, me piden un poco de tiempo. Se los dedicaré, pero sin dejar mi trabajo. ¡Tampoco dejaré de ir a mi México y disfrutar Ixtapa!”
¡Muchas felicidades, querida Valentina!